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Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Debate de mujeres

El periodista Vicente Vallés, posa con Margarita Robles (PSOE), Carolina Bescansa (Unidos Podemos), Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Andrea Levy (PP) en el primer debate a cuatro de la campaña electoral, en Antena 3.

Barbijaputa

No iba a ver el debate de mujeres de Antena 3. Me lo prometí muy fuerte. De hecho, me fui de fiesta para no caer en la tentación. Por la mañana, con una resaca monumental, entro en Twitter y empiezo a ver tuits y memes del debate en cuestión. “Sé fuerte, Barbi”, me digo. Pero no sirvió de nada. Me pudieron las ganas de criticar y cuando me quise dar cuenta estaba en Google tecleando: “Debate mujeres Antena 3”.

Es importante entender por qué se hizo un debate de mujeres (que no de candidatas, como el de ellos). El único motivo es que vivimos imbuidos en una sociedad tan machista que nos parece normal organizar un evento donde el único denominador común es el género de las presentes, sin que importe que sólo dos de ellas (Bescansa y Robles) eran realmente candidatas y las otras dos (Arrimadas y Levy) estuvieran allí en calidad de mujeres, así, mujeres en general. ¿Se imaginan un debate así el 13J? Claro que no. Porque los hombres no van a debates por el hecho de ser hombres sino que necesitan más credenciales o no tendría sentido. Y es que realmente no lo tendría. Como no lo tuvo ayer.

PP y Ciudadanos no enviaron a candidatas para que asistieran a un debate de... atención: campaña electoral. Pero, bueno, como tenían a otras mujeres, les pareció una buena idea presentar a Andrea Levy y a Inés Arrimadas -que no se presentan el 26J- para que debatieran con las que sí se presentan. “¿No son todas mujeres? Pues adelante”, habrán pensado en Antena 3, que habían pedido a Levy y Arrimadas para el debate. Lo importante aquí es parecer progresistas, llamamos al debate con un condescendiente “las mujeres primero”, y así maquillamos la realidad: el ninguneo a las políticas, que todos sabemos que por ahí andan pero a las que nadie escucha nunca.

Podrían haber salvado mínimamente el debate, a pesar de todo, si las presentes hubieran incidido en la desigualdad que sufren las mujeres en todos los ámbitos, si hubieran hablado de lo que ellos no hablan, si hubieran dado la visibilidad a esta mitad del país que la clase política siempre invisibiliza. Pero lo que vimos fue un debate de mujeres encorsetadas dentro de un formato rancio hecho por y para hombres, y moderadas por, cómo no, otro hombre.

Un debate vacío con las mismas consignas que usan ellos, pero en boca de ellas. Mismos reproches, mismas quejas, mismos “y tú más”. Un debate con mujeres diciendo lo que ya dicen y dirán ellos y donde, al igual que en los debates “importantes”, el tema de la violencia de género tiene un espacio mínimo (al fin y al cabo son sólo mujeres asesinadas, tampoco es que se trate de algo vital como la independencia de Cataluña o el Gobierno de Maduro en Venezuela, que eso sí que quita el sueño a muchísimos españoles). La violencia de género fue debatida entre las cuatro participantes de la misma forma que fue tratada en debates anteriores por los presidenciables:

  • Está todo fatal.
  • Sí, estamos de acuerdo en que algo habrá que hacer.
  • Alternativas habitacionales.
  • Pero ya las hay.
  • Bueno, pues más cosas, porque es un asunto serio.
  • Es importante que llamen al 016.
  • Y reinsertarlas en la sociedad. (Esta frase es tal cual, aquí Andrea Levy se encumbró).

FIN.

Siempre es el único tema de los debates donde no hay gritos, ni reproches, ni pasión, ni enfrentamientos. Pero que no los haya ni cuando las que debaten son mujeres, te deja el cuerpo peor. ¿Si no llegamos a ellas, cómo vamos a llegar a ellos? ¿Si no se involucran ellas, que son parte de esa mitad sobre la que se ejerce dicha violencia, se van a involucrar ellos? Y bueno, al menos tocaron el tema, que parece que lo tenemos que agradecer si lo comparamos con el techo de cristal, la brecha salarial, el machismo institucional, la violación cada siete horas que se denuncia en España, los otros tipos de violencias sobre la mujer como la violencia psicológica, la violencia simbólica, la violencia económica o la violencia institucional... por nombrar sólo algunos de los atropellos que sufrimos las mujeres.

En cuanto a qué y cómo defendió cada una su parcela:

Andrea Levy fue a un debate con el ego por delante, donde poner caras sarcásticas y sonreír irónicamente fue su forma de defenderse de lo indefendible. Sin propuestas y sin ánimo de crear sino de dinamitar. Tampoco esperábamos otra cosa, todo hay que decirlo.

Inés Arrimadas jugó su papel, por un lado, cortando a toda aquella que estuviera en su turno de palabra y, por el otro, forzando una especie de asertividad para intentar parecer la más calmada cuando se elevaba el tono. La típica persona pasivo-agresiva que te hace quedar como una intolerante cuando, después de intentar manipularte, te llama “loca de los gatos” cuando dices que mejor te vas porque pasas de debatir así.

Carolina Bescansa se dejó comer el tiempo que le correspondía sin rechistar, así que tampoco sé que podría criticarle más que el poco interés que parecía tener en el debate, ya que hasta el propio moderador la cortaba antes de los 15 segundos que decía querer darle, sin que ella moviera ni una ceja. No hubo términos medios: estaban las que interrumpían y estaban las interrumpidas. Y a nadie pareció importarle.

Margarita Robles salvó bastante bien la situación, habló con claridad, no perdió la calma y además no interrumpió. Puede que ella y Bescansa fueran las únicas que no hicieron una usurpación de roles de los clásicos políticos hombres. Al menos en las formas, porque lo que es el en el fondo… no vi ninguna diferencia con el debate de hombres que ya hemos visto tantas veces y que volveremos a ver el 13J.

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