10 razones para aumentar las precauciones de salud en niños y mayores en primavera

Foto: Benscherjon

Jordi Sabaté

Llegó la primavera y su primer regalo fue la borrasca Gisele, un frente frío que barrió la península de oeste a este en las semanas previas a Pascua. Pensábamos que con la entrada en la segunda mitad de marzo, dejábamos atrás el frío invernal con sus gripes y sus neumonías, implacables con niños y personas mayores, pero en realidad la primavera tiene tanto o más peligro que el invierno.

La razón es que es una estación de tránsito climatológico al verano, inestable por definición en tanto que progresiva, y que por tanto obliga a nuestro organismo y nuestra fisiología a continuos cambios adaptativos a un entorno cambiante. Para el común de nosotras no tiene por qué implicar más que unas pocas molestias por el cambio horario y una cierta astenia primaveral, pero en los extremos de la pirámide de edad el riesgo aumenta.

Infantes y mayores de 65 años pueden caer enfermos o agravar sus enfermedades crónicas en caso de que las padezcan, pues no se adaptan tan bien. Es por ello que estas franjas deben extremar las precauciones. A continuación te explicamos diez factores relacionados con la primavera que pueden incidir negativamente en nuestra salud.

1. El cambio horario

El cambio de hora primaveral es un pequeño jet lag para el cuerpo que la mayoría no notamos, sobre todo en la plenitud de la vida, pero que a medida que envejecemos se deja sentir con una adaptación cada vez más difícil a los nuevos horarios que comporta dormirse tarde por las noches y levantarse, en consecuencia, cansados.

Además, el aumento de luz solar supone también una revolución hormonal que puede impedirnos descansar adecuadamente durante el sueño nocturno. Todo ello provoca que no reposemos adecuadamente ni restituyamos las energías, lo cual puede incidir sobre nuestro sistema inmunitario, bajando las defensas del cuerpo y abriendo la puerta a las enfermedades.

2. El aumento del polen en aire

La primavera para muchos es la estación del amor, pero para otros tantos es la del estornudo, los ahogos, la tos y las malas noches por culpa del polen y los ácaros y las alergias que conllevan y que se desatan. De nuevo las malas noches y el cansancio pueden actuar como un potente inmunodepresor. Y con las defensas bajas llegan desde resfriados a infecciones dentales o bien el agravamiento de enfermedades crónicas.

3. El uso de ropas más ligeras

En primavera cambiamos de vestuario, pero no lo debemos hacer de golpe, pues el primer mes es todavía frío y muy húmedo en el tercio norte peninsular. Sin embargo, muchas y muchos tenemos prisa en adaptar nuestros ropajes al calor incipiente y la luz solar. Debemos cuidar que los cambios de clima continuos y los chubascos no nos pillen en un renuncio, nos empapen y den pie a una bajada de las defensas.

4. El incremento de la pluviosidad

Del mismo modo, si combinamos tejidos ligeros y de poco abrigo demasiado pronto, con un remojón por culpa de una tormenta traicionera o un granizo a destiempo e imprevisto, podemos sufrir una bajada repentina de la temperatura corporal que nos exponga a resfriados o algo peor.

5. Una mayor exposición a exteriores

Pasamos más rato fuera de casa, pero no siempre somos conscientes que los finales del día, al ponerse el sol, todavía están lejos de ser cálidos. Es más fácil coger frío en los atrardeceres de abril si además no vamos adecuadamente abrigados.

6. El aumento de las actividades físicas

Es muy posible en el caso de niñas y niños que se retomen los torneos deportivos a cielo abierto con la llegada del buen tiempo, y que por tanto haya una mayor exposición tanto a posibles lesiones como a sudoraciones que terminen por enfríarlas y hacerles bajar las defensas. Algo muy similar puede suceder con las personas mayores. La solución es procurarse siempre un abrigo cálido para los momentos de inactividad, por mucho que el cuerpo siga en caliente.

7. El paso a una dieta de platos fríos

Llegan las ensaladillas rusas, los gazpachos, las mayonesas, las barbacoas, etc. Con estos ingredientes, si le sumamos el calor del sol y una cierta dejadez, el riesgo de contaminación alimentaria se dispara. Ojo con las la salmonelosis.

8. El aumento del consumo de refrescos

También incrementamos el consumo de bebidas dulces industriales y por tanto dejamos nuestro índice glucémico por las nubes. Malo para los niños y peligroso para los mayores diabéticos o en riesgo de diabetes, pero especialemente con los que sufren una elevada probabilidad de problemas cardiovasculares.

9. La exposición a los primeros aires acondicionados

En el tercio sur peninsular, a partir de abril los apretones del calor obligan a los transportes públicos y a los comercios a poner el aire acondicionado en días de achuchón del sol. Cuidado con los cambios de temperatura que esto comporta.

10. El aumento de insectos

En nuestras salidas al campo nos podemos topar con los primeros insectos, sobre todo en el centro de la península y en el tercio sur. Si no somos cuidadosos, podemos recibir una picadura que a personas alérgicas, sobre todo niños, podría provocar un shock anafiláctico.

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