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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Con Podemos, no se puede. ¿Y con Unidas?

Iglesias culpa a Sánchez de no tener "proyecto de país", de no querer subir el SMI y le pide una negociación racional

Javier Arteta

Parecía progresar adecuadamente en racionalidad política. Llegaba a acuerdos muy razonables con el presidente socialista del Gobierno de España. Fue incluso capaz de pactar y respaldar unos Presupuestos Generales, que las derechas y el independentismo catalán terminaron arrumbando. Supo hacer, en la última campaña electoral, pedagogía constitucional frente a la España Una, Grande y Libre del trío de Colón.

Pero, al final, Pablo Iglesias lo ha vuelto a hacer. Tras las últimas elecciones, se ha quitado el disfraz de doctor Jekyll, para recuperar al señor Hyde originario que venía sosteniendo a su personaje. Y, por segunda vez en tres años, ha frustrado la investidura de un candidato socialista a la presidencia del Gobierno, ante el asombro y la creciente y nada disimulada incomodidad de la izquierda sociológica de este país.

La izquierda que venía a recuperar las políticas de izquierda en España vuelve a revelarse, por sus actos, como el mejor acompañante que pueden encontrar las derechas enrabietadas y fortalecidas por los socios ultras de Vox. Cuando una formación política se encuentra cada vez más sujeta a las reacciones descontroladas de su máximo dirigente, no es de extrañar que se produzcan resultados tan contradictorios con lo que supuestamente se dice defender. Es lo que ocurre cuando se adoptan comportamientos de “adolescente caprichoso”, como el que Francesc de Carreras vio en Albert Rivera y Pablo Iglesias reproduce en su propio ámbito político

Vista la desmesura de sus aspiraciones respecto a la coalición gubernamental que pretendía, me sorprendió bastante que, en un arranque de humildad inesperado, el secretario general de Podemos no se postulara como presidente de Gobierno; porque, ya puestos a exigir, no vendría mal tener al Ejecutivo a plena disposición; y, además, sería plenamente coherente con la actitud de quien se proponía vigilar desde el poder a un Partido Socialista que ha abandonado los valores de la izquierda y sólo piensa en entenderse con la derecha. ¿Cómo aceptar, pues, una vicepresidencia y tres ministerios, que era lo mismo que venderse por un “plato de lentejas”?

Al final, gracias a la actitud de la “izquierda consecuente”, nos hemos vuelto a quedar sin Gobierno de coalición ni investidura de Sánchez. Y con la sensación generalizada de que las derechas andan relamiéndose con la posibilidad de una recuperación electoral que les devuelva al poder. Aunque no todo está perdido para el espacio de progreso en España. Parafraseando a Monterroso, que parece estar de moda, sería pertinente afirmar que, cuando nos despertamos del sueño de la coalición, la vía portuguesa seguía estando allí. No era una invención de Pedro Sánchez. Ni, mucho menos, un descubrimiento de Izquierda Unida y de los sectores críticos de Podemos que ahora la reivindican. ¡Y ojalá tengan suerte en su empeño!

Estamos hablando de lo que inspiró un entendimiento efectivo entre las dos izquierdas en España, durante los diez meses de mandato efectivo del Gobierno socialista que surgió tras la moción de censura. De ese entendimiento que permitió recuperar el carácter universal de la Sanidad; y elevar el Salario Mínimo Interprofesional; y aprobar más de veinte decretos-leyes que recuperaron derechos sociales; e incluso elaborar un proyecto de Presupuestos Generales que representaban el fin de las políticas de austeridad, y que, por desgracia, no contaron con el talante conciliador del Rufián de ahora en que ha acabado convirtiéndose el Rufián de entonces.

Y estamos hablando, igualmente, del método más útil para controlar a un Gobierno. Sobre todo si no inspira la confianza debida. No se acaba de entender que si el PSOE, por su propia naturaleza, va a hacer desde el Gobierno políticas de derechas, Unidas Podemos muestre tanta insistencia en entrar en él. ¿De verdad cree que, en ese supuesto, no estaría obligado a mantener la disciplina que es propia de un órgano colegiado, sometida a la autoridad última de su presidente?

Si Unidas Podemos cree de verdad que el Partido Socialista es tan veleta que necesita una especial vigilancia, ¿no sería mejor que abandonara la obsesión por los sillones ministeriales y entrara a negociar con el PSOE una serie de acuerdos programáticos para seguir recuperando derechos sociales y mejorar, así, la vida de la gente? Con ellos en la mano, y desde una oposición exigente, Unidas Podemos podría ejercer desde el Parlamento un control real y eficaz de su cumplimiento; y, en última instancia, reivindicarse como la mejor garantía para el avance de las políticas de izquierda.

Esa vía está abierta. El presidente del Gobierno habló de sus posibilidades en el debate de investidura. Y ha mostrado su pública disposición a profundizar en ella. Y podría funcionar, a poca voluntad que Unidas Podemos se tome para explorarla, aunque sólo sea pensando en sus propios intereses electorales. Porque también se avanza electoralmente, y hasta se ganan elecciones, haciendo una oposición inteligente y con visión de país, desde la institución de control de Gobierno y debate político por excelencia que es el Parlamento.

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