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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Presidente Pedro Sánchez

Sánchez pide el "voto útil" para Iceta: "Cataluña necesita su mano izquierda"

Javier Arteta

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Algo, y no menor, hemos ganado ya con la moción de censura a Rajoy y la nueva etapa abierta por Pedro Sánchez: que ahora ya no veremos por las calles a miembros del Gobierno de España ejerciendo de caballeros legionarios y reivindicándose como novios de la muerte. De momento, pues, gana la cultura democrática y pierde una peligrosa deriva autoritaria que se había ido instalando en el ejercicio del poder. Ganan las posibilidades de una regeneración de la vida pública y pierde un partido minado por las tramas de corrupción y desacreditado por las políticas antisociales de su Gobierno y la falta de credibilidad de su presidente; algo puesto de manifiesto en una sentencia memorable de la Audiencia Nacional.

Y gana la Constitución y los resortes de que dispone para superar situaciones de crisis política. Gana su artículo 113, como en su día ganó el 155. Dos artículos que mantienen algo en común: y es recordar que un Gobierno tiene unos límites que no debe sobrepasar, aunque haya ganado unas elecciones. Y quien, asumiendo responsabilidades de Estado, pactó con Rajoy la aplicación del 155 en Cataluña, para restablecer una legalidad quebrantada, es el mismo que se ha acogido al 113 para presentar una moción de censura, frente a la inacción de un presidente desautorizado por los tribunales de Justicia. Y, como la ha ganado, hoy es presidente de un Gobierno socialista.

De ahí que no se entienda bien que quienes dicen defender nuestro ordenamiento jurídico se hayan empeñado tanto en desvalorizarlo estos días, cuando aludían al supuesto afán de Sánchez de llegar al Gobierno por “la puerta de atrás”, cuando lo que ha pretendido es todo lo contrario: gobernar con todas las de la ley y entrando por la puerta grande de la Constitución. Algo que quienes hasta ayer gobernaban no han terminado de asumir. Y a lo mejor tienen ahora la oportunidad de emprender en la oposición un cursillo acelerado de formación constitucional, porque me da que andan con algunas lagunas en el conocimiento de nuestra Ley de Leyes.

No parece muy propio de la cultura constitucional equiparar (como hizo Martínez Maíllo) una moción de censura a un “asalto al poder”. Y menos aún los vituperios que el hoy presidente se ha ganado por parte de quienes han resucitado esa tensión dialéctica entre la España y la anti-España, tan propia del tenebroso pasado franquista. Nada nuevo, por otra parte, en las reacciones de la derecha cuando pierde. Ya ha ocurrido en otros momentos y ahora volverá a ocurrir. Basta recordar que el Gobierno de Zapatero, el que acabó con ETA, fue acusado en su día, por el PP en la oposición, de vender España al terrorismo.

Porque la derecha cuando pierde es que pierde de verdad. Y España se hunde con ella. Es lo que piensa el PP. Y lo que comparte Ciudadanos, cuyo líder, Albert Rivera, se mostró especialmente enfurruñado en el debate de la moción de censura. Y no era para menos, teniendo en cuenta que Pedro Sánchez le acababa de romper de un manotazo el juguete que quería hacer durar en su largo paseo militar hacia la Moncloa: la descomposición interminable y desesperante del Gobierno de Rajoy. Por eso, y como no es nada populista, Rivera centró sus intervenciones parlamentarias en la manera de salvar a España de los “aliados independentistas” del actual presidente del Gobierno. Y hasta hizo de dirigente imaginario de la CUP, al pedir a los parlamentarios nacionalistas de Cataluña que extremaran la presión callejera para imponer su República; que ya vendría luego él a poner orden al frente de la “España que viene”.

La España que viene, ¡ahí es nada! Esa España en la que puede suponerse que “volverá a reír la primavera”, de acuerdo con el viejo himno de la Falange. La España en la que no habrá ni izquierdas ni derechas, porque será una España de españoles orgullosos de serlo. La España sin complejos de Rivera y Marta Sánchez, que ha recuperado la letra del Himno Nacional que nunca debió perder, para agradecer a Dios el pedazo de nación que somos.

Ignoro si, con estos mimbres, PP y Ciudadanos podrán comportarse como una oposición convincente. Boicotearse los Presupuestos que el PP aprobó cuando aún gobernaba no parece el mejor punto de partida. Parece claro que tampoco el Gobierno de Pedro Sánchez lo va a tener especialmente fácil, pero… ¿quién sabe? A la hora de la verdad (la de las elecciones, cuando toque) todos, y no sólo el partido del Gobierno, tendrán que dar explicaciones a los ciudadanos de las decisiones adoptadas en esta nueva etapa.

Lo que parece claro, en cualquier caso, es que en política suele cumplirse ese dicho evangélico de que “los últimos serán los primeros”; y que los despreciados y sujetos a escarnio público son los que se llevan al final el gato al agua. Les basta con saber lo que quieren y tener la voluntad necesaria para conseguirlo. Pedro Sánchez ha demostrado tener voluntad e ideas claras para gobernar este país. Y alcanzado lo que parecía imposible, ¿por qué no pensar que lo puede hacer bastante mejor que Rajoy? La verdad es que tampoco tendría que esforzarse demasiado para superarlo.

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