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ENTREVISTA Escritora

Cristina Rivera Garza narra el feminicidio de su hermana tras 30 años: “El lenguaje romántico y la violencia van de la mano”

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza.

Maialen Ferreira

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Han pasado tres décadas desde que Ángel González Ramos presuntamente acabó con la vida de la que era su pareja, Liliana Rivera Garza, que por aquel entonces tenía 20 años. Con el paso del tiempo, su hermana, la escritora Cristina Rivera Garza (Matamoros, México, 1964), ha tratado de reunir las fuerzas necesarias para rescatar la historia de Liliana, convertirla en novela y, sobre todo, hacerle justicia, puesto que el supuesto culpable de su asesinato huyó tras el crimen. A falta de resultados en las investigaciones oficiales para hallar el paradero de González Ramos, Rivera Garza ha creado un correo electrónico para recibir información sobre el caso, con el mismo título de la novela que habla de ello 'El invencible verano de Liliana' (elinvencibleveranodeliliana@gmail.com). Allí recibió un mensaje que le alertaba de que el culpable había vivido todo este tiempo en Estados Unidos bajo un alias y había fallecido en 2020. A pesar de informar sobre aquel hallazgo a las autoridades de México hace más de un año, por el momento, no ha recibido respuesta.

Cristina Rivera Garza ha visitado Euskadi con motivo del Festival Internacional de las Letras Gutun Zuria Bilbao, donde ha recibido el premio de honor del festival junto al escritor vasco Anjel Lertxundi por sus respectivas trayectorias literarias “impregnadas de una fuerte sensibilidad social”, según señala la organización. “Es un gran honor recibir un premio de este tipo, por la trayectoria, por el trabajo hecho y por la conversación que se ha establecido con esta parte del mundo. Estoy muy contenta”, asegura la escritora mexicana.

¿Cuándo supo que había llegado el momento de escribir sobre el feminicidio de su hermana?

El libro tuvo varios inicios y he intentado escribirlo a lo largo de muchos años. Es el libro que más me ha importando escribir, pero las veces que intenté empezarlo fracasé porque lo estaba escribiendo en el registro de la ficción. El temor de la pandemia, el hecho de que en mi familia alcanzamos un estado distinto con respecto al duelo y, sobre todo, el encontrarme ya con un lenguaje muy útil y preciso para contar estar historia no desde el punto de vista del patriarcado y de sus secuaces, sino desde el de la víctima y sus familiares y amigos, han hecho que piense y sienta que por fin estaba lista para escribir este libro.

En su caso, el asesino de su hermana logró huir y nunca pagó por lo que hizo, al igual que otros miles de casos de asesinatos de mujeres tanto en México como en el resto del mundo. ¿Por qué la impunidad es mayor cuando se trata de feminicidios?

Porque hay una manera de contar los feminicidios a lo largo de los años que es usualmente la narrativa del crimen pasional y que sirve para culpar a las víctimas y exonerar a los perpetradores. Creo que a partir de este tipo de narrativas, que son las que empiezan a funcionar cuando la gente pregunta en qué andaba metida ella, si había tomado alcohol o qué ropa llevaba puesta, se acaba culpando a la víctima de su propio asesinato. Esa narrativa ha sido muy poderosa porque ha creado una especie de tolerancia muy amplia ante el sufrimiento de las mujeres. En el caso de los feminicidios, otro problema fundamental es que la violencia que se ejerce va muy de la mano con un lenguaje muy poderoso: el lenguaje del amor romántico. Irlos destrenzando, saber distinguir dónde empieza uno y dónde termina el otro es algo que a la sociedad nos ha tomado muchos años hacer. Se juntan estos dos factores, por un lado la impunidad del Estado y, por otro, la indiferencia social y la normalización de cierta violencia contra las mujeres y esos elementos contribuyen a que los crímenes existan y que sigan aumentando.

¿La sociedad está dejando atrás esa narrativa peligrosa que culpa a la víctima de la violencia?

Sería muy injusto no reconocer que ha habido mucho trabajo de calle, de lucha, de tomar la plaza pública y de tomar el lenguaje. Debemos mucho a las movilizaciones de mujeres en Latinoamérica y en el resto del mundo en los últimos 20 y 30 años que nos han ido alertando acerca de estos peligros y que nos han ido produciendo a la vez un lenguaje que no solo es popular, sino que se ha traspasado al lenguaje de la ley. En México desde el 2012 ya existe la figura del feminicidio en el Código Penal como un crimen por razones de género. Ha habido un avance importante, lo cual no quiere decir que no queden muchas cosas más por hacer.

En México desde el 2012 ya existe la figura del feminicidio en el Código Penal como un crimen por razones de género. Ha habido un avance importante

Ha creado un correo electrónico para recibir información sobre el caso de su hermana. ¿Qué tipo de información ha recibido hasta ahora?

Lo creé la primera vez que se publicó el libro en México en 2021 y desde entonces he recibido toda clase de información, pero la más importante es un mensaje en el que se me avisaba de que el presunto asesino de mi hermana, Ángel González Ramos, había vivido con un alias en el sur de California con el nombre de Mitchell Angelo Giovanni y que murió el 2 de mayo de 2020. Visité el link que abrieron tras su muerte, no sé si es verdad o mentira, pero había fotografías de él con condolencias que escribían personas que decían apellidarse González Ramos y venir de México. Toda esta información se la pasé a las autoridades de México, a la Procuraduría General de la República, hace más de año y medio, pero hasta el momento no he recibido ningún tipo de respuesta.

En 2018 con la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, miles de personas salieron a la calle, ya que creían que tras años de Gobiernos de derechas por fin llegaría un cambio en el país. Sin embargo, en muchos aspectos, como el caso de los feminicidios, no está siendo así. ¿Qué ha sucedido?

Lo que ha ocurrido con este Gobierno, al igual que con Gobiernos anteriores, es que existe una indiferencia bastante palpable respecto a uno de los fenómenos más trágicos del mundo contemporáneo. Rita Segato [escritora y activista feminista argentina] llamó a lo que estamos viviendo una 'guerra contra las mujeres'. A mí me parece que está en lo correcto y la punta del iceberg, lo que más se ve, es la violencia más letal que es el feminicidio, pero a eso le preceden un montón de otras formas de violencia que hay que volver visibles y a las que hay que poner atención.

Muchas de esas violencias ocurren dentro de la propia familia y pareja. ¿Qué se puede hacer cuando es la propia familia la que ejerce la violencia?

Uno de los libros que yo cito en el mío, 'Sin marcas visibles', de Rachel Louise Snyder, dice que una de las características del feminicidio es que si ha habido una violencia tan letal como esta, quiere decir que antes ha habido otras formas de violencia. En México se han ido creando 'violentómetros', creo que en España también existen, que son formas para medir los niveles de peligrosidad en las relaciones íntimas de pareja. Yo creo que cualquier cosa que podamos hacer por destrenzar el lenguaje de la violencia del lenguaje del amor romántico y por darle un lenguaje preciso a estas distintas etapas de la violencia puede ayudar. Muchas de estas etapas no las vemos porque han sido naturalizadas. Entonces, enseñarnos a ver esas violencias, a distinguirlas, con tiempo, puede salvar vidas.

Escribir en español en un país como Estados Unidos, donde se ha ido borrando la lengua, es un acto de resistencia

¿Utiliza el lenguaje como arma en sus obras para hablar sobre injusticias?

La escritura es un medio con muchas posibilidades y una de ellas es la de despertar al lenguaje. Muchas veces utilizamos el lenguaje de manera automática o instrumental. Lo que la literatura puede hacer es regresar este sentido de urgencia y de poderío que tiene el lenguaje cuando lo usamos para ver más, para ver críticamente y para potencialmente cambiar nuestros días.

¿Cuál diría que es el objetivo de su literatura?

No hay uno solo. Todo el mundo cuenta historias, los que las escribimos y los que no, pero para aquellos que queremos llamarnos escritores y que firmamos textos con nuestro nombre es importante, al menos para mí, pensar en la relación no solo estética, sino ética de todas las historias, de cómo se conectan con unidades enteras que practican una lengua, que la crean al irla practicando. Creo que crear esa conexión, esa articulación material, es importante.

Habla del uso y la práctica de la lengua, algo que muchas veces es complicado si se trata de lenguas minoritarias que conviven con otra más grande, como el caso de las lenguas indígenas y el español o portugués en Latinoamérica o el euskera en Euskadi.

O el español en Estados Unidos. Llevo más de 30 años en Estados Unidos, viviendo en inglés y en español, escribiendo en español y me parece importante este tema. El español es una lengua respaldada por el Estado en México, pero una vez que cruzas la frontera con Estados Unidos, su posición cambia y escribir en español en un país donde se ha ido borrando la lengua de, por ejemplo, las páginas de la Casa Blanca, es un acto de resistencia. Haces bien en ligar esa relación a las lenguas indígenas porque lo limitan de la misma forma y me parece que compartimos no solo la limitación, sino también la potencialidad.

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