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Depeche Mode trae a Barakaldo una gran 'M' de música en mayúsculas

Gahan, este jueves en Barakaldo bajo una gran 'M', durante el concierto de Depeche Mode

Iker Rioja Andueza

Barakaldo —

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A las 21.32 horas, dos minutos después de lo convenido, decenas de miles de móviles se pusieron en modo Depeche, es decir, a grabar por sistema todo el concierto de unas dos horas que el histórico grupo británico, ahora dúo, ofreció este jueves en el Bizkaia Arena del BEC de Barakaldo, aunque Dave Gahan se empeñara en desear las buenas noches a Bilbao. Es el sino de los tiempos: abonar una entrada, esperar una larga cola, ubicarse en una buena localidad para poder ver a un gran artista... y seguirlo todo desde una pequeña pantalla de unas pulgadas para conseguir una grabación movida, en el mejor de los casos, mientras se mira con ansiedad que no falle la batería.

No era la primera vez de Depeche Mode en Bizkaia. Estuvieron en la vecina Bilbao en el BBK Live en 2009 -de donde Gahan salió lesionado en el tobillo por su constante actividad sobre el escenario-, en 2013 y 2017. La regularidad olímpica se rompió en 2021, un año en que el festival de Kobetamendi quedó cancelado. Ahora, la banda referente de lo sintético se encuentra en la recta final del tramo europeo de la gira Memento Mori, como su disco de 2023. Entre Londres y Colonia, han pasado por Barcelona o Madrid y ahora también han llenado el Bizkaia Arena, repleto en la pista y muy lleno en las gradas.

Hubo que reforzar el metro para llevar a las 14.000 personas que se acercaron. Al final del concierto, era imposible conseguir un taxi, lo mismo que antes de él volaban los bocadillos. El negro imperaba entre los asistentes, que en algunos casos desistían de llevarse un regalo de recuerdo al ver que lo más barato, los llaveros, costaba 20 euros y la sudadera llegaba a los 90. La cerveza, servida en vasos que promocionaban los encantos de Bizkaia, llegaba a 9 euros.

El recital fue de menos a más. De hecho, Depeche Mode guardó para los bises 'Just can't get enough' y, sobre todo, 'Personal Jesus'. El 'reach out, touch faith' fue coreado por el público decenas de veces y puso el broche al evento. Antes, la puesta en escena combinó las nuevas canciones de Memento Mori -una opción oscura llegada tras el fallecimiento de la tercera pata fundamental de Depeche Mode, Andy Fletcher, de lo que se cumplen esta primavera dos años- con himnos como 'Everything counts' o 'Precious'. Gahan ofreció una larga versión de 'Enjoy the silence', jugó con la cámara para exhibir sus níveos zapatos en 'Walking in my shoes' y cedió el protagonismo en un par de canciones a Martin Gore para que dejara de hacer todo lo demás y pusiera también la voz a las melodías.

Gahan empezó el espectáculo vestido como un pincel, con camisa y chaleco. Lo terminó sin la primera prenda y tras una exhibición física que incluyó saltos, giros y apelaciones constantes al público, que le devolvió la intensidad. Al final de la sesión, los espectadores de las gradas con butacas ya no estaban sentados. Una joven ubicada en primera línea se llevó el mejor regalo posible de cumpleaños y, a sus 19 primaveras en el día que acaba el invierno, se puso a llorar cuando Gahan pidió que le enfocaran las cámaras para cantarle el 'happy birthday'. Los asistentes entendieron que la gran 'M' que presidió el escenario no era de 'Memento', ni de 'Mori' ni de 'Mode'. Era una M de música en mayúsculas desde 1981.

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