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Euskadi cambia las restricciones por las recomendaciones en la ola con más contagios de toda la pandemia

El lehendakari, Iñigo Urkullu, en una visita a una bodega este jueves

Iker Rioja Andueza

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Aunque quizás haya quien se haya dado de bruces ahora que se acerca la la Navidad con la realidad epidemiológica, la COVID-19 lleva once semanas consecutivas de ascenso en Euskadi. Nunca ha habido una oleada tan larga. Este viernes, la tasa de incidencia acumulada ha elevado un poco más su techo hasta los 1.083,55 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días. En solamente los últimos siete días es de 640,40, cuando la media española en dos semanas es de 511. Quizás únicamente la República Checa en toda Europa tenga más contagios que Gipuzkoa. Son los días de mayor transmisión del coronavirus de toda la pandemia (y con diferencia: los 2.508 positivos en 24 horas dejan muy lejos el tope de 1.547 de 2020; hay brotes en 189 colegios) y, aunque la generalizada vacunación está minimizando el impacto asistencial, la Sanidad vasca está cada día más tensionada, con más pacientes en la UCI (99) que en la ola de este verano (82), que en la Navidad del pasado año (84). Aunque pronto se dispararon los registros, cuando se decretó el confinamiento en marzo de 2020 había 33 pacientes críticos en Osakidetza. Formalmente, toda la red hospitalaria ha pasado al escenario de alerta 3 sobre 5 y ello se traduce en más recursos para la COVID-19 (en el hospital de Santiago de Vitoria ya han recuperado una UCI que se usó otras olas) pero, a la vez, en menos operaciones, consultas y analíticas ordinarias. En algunos hospitales piden voluntarios para trabajar en días de libranza.

Hace dos semanas que el lehendakari, Iñigo Urkullu, decidió reactivar la emergencia sanitaria que él mismo había retirado en octubre. Es la tercera de la pandemia y supone la creación de una mesa de crisis llamada Labi. Se justificó entonces por la “urgente” necesidad de adoptar nuevas medidas, pero el Labi no se ha reunido en este tiempo. Y no hay ninguna fecha encima de la mesa. En los últimos meses se habían levantado todas las restricciones salvo el uso de mascarillas en interiores (y en la calle si no hay distancias), el aforo del 80% en grandes eventos cerrados y una llamativa prohibición de comer palomitas en los cines o bocadillos en el fútbol que llegó a ser cuestionada en los tribunales. Eso sí, como paso previo a esa emergencia sanitaria, se planteó recomendar a los municipios con una tasa de más de 150 puntos que suspendieran actos que pudieran suponer aglomeraciones.

Con las vacunas, se pidió que la incidencia dejara de ser el referente para valorar la evolución. Tocaba mirar a los hospitales. Por ello, sin contar la etapa del confinamiento, los 100 pacientes en UCI en tendencia ascendente se han dado en tres momentos anteriores. El primero fue el 31 de octubre de 2020. En aquel momento, España estrenaba su segundo estado de alarma, con toques de queda (primero a las 23.00 horas y luego a las 22.00 horas) y cierres perimetrales. Su principal promotor fue el propio Urkullu, que encabezó una demanda de varios presidentes autonómicos. En pocos días, el 5 de noviembre, el Labi acordó cerrar toda la hostelería. Nadie podía salir de su municipio sin causa justificada y en los grupos solamente podían estar seis personas. El segundo hito se produjo el 20 de enero de este año, con la variante alfa recién llegada y con las mismas incógnitas que ahora suscita ómicron. En 48 horas se volvió a limitar la movilidad al municipio tras la relajación de medidas en Navidad y se ideó un sistema para clausurar la hostelería en las zonas de más incidencia según un semáforo de colores. El toque de queda se mantenía y las reuniones no podían pasar de cuatro personas. Superada esa ola, la UCI volvió a tener un centenar de ingresados el 6 de abril. Era justo después de Semana Santa. Antes de esas vacaciones, el Labi volvió a limitar la movilidad al ámbito municipal en los lugares con tasas más altas, las reuniones eran de no más de cuatro personas y en la hostelería seguía habiendo semáforos. Sin ocio nocturno y aún bajo el estado de alarma, tocaba recogerse a las 22.00 horas. En todo momento había aforos limitados en bares, comercios y recintos o los campos de fútbol o de baloncesto estaban cerrados al público.

Aunque Urkullu se mojó hace ya una semana en Pamplona y pronosticó que el pico de la ola estaba cerca, ningún indicador así lo pronostica y los responsables sanitarios vascos han eliminado cualquier referencia de ese tipo de sus mensajes. Preocupa la elevada movilidad de la Navidad y las numerosas reuniones que se producen y, sobre todo, que incluso alcanzado el máximo de contagios de una ola todavía siguen creciendo los ingresos dos o tres semanas más. El factor ómicron y la necesidad de ofrecer vacunas de refuerzo a quienes ya han recibieron el pinchazo hace varios meses hace aún más endiablado el escenario. En medio, se ha tenido que recuperar buena parte del equipo de rastreo desmantelado aunque se le siguen escapando más del 70% de los casos. Y eso que se han cambiado protocolos: en los colegios son los propios centros los que hacen la lista de posibles casos y los contactos estrechos reciben cita para una prueba por SMS y no han de esperar una llamada de los rastreadores. Todavía el 9 de diciembre eran 160 menos que en verano.

Oficialmente, el argumentario ha solido repetir que el hecho de que hubiera más casos se explicaba porque hace más pruebas. También que cada nueva ola -en Euskadi han sido siete y no seis- era más suave que la anterior. ¿Es así? En lo que a PCR, antígenos y pruebas de saliva respecta, en algunos momentos del otoño llegó a ser la undécima, según los informes comparativos del Ministerio de Sanidad. También se habían reducido los equipos diagnósticos. Estaba muchos días por debajo de la media española e incluso de la Comunidad de Madrid. Ahora se ha reforzado la plantilla y Euskadi supera ya la media. Pero es la cuarta en volumen de pruebas, no la primera.

Sin embargo, un informe del propio equipo de la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, ha abierto un nuevo escenario radicalmente diferente. Sostiene que la pandemia está “infradiagnosticada” en Euskadi. “Aproximadamente el 4% de las personas que acuden para pruebas preoperatorias dan positivo en la prueba COVID, sin ser conocedores de ello. Este dato podría poner de manifiesto el infradiagnóstico que se estaría dando en la actual ola pandémica, dado que existe población vacunada que cursa la enfermedad de forma asintomática. Lo anterior redundaría en que la cifra de contagiados sería aún más alta y el riesgo de transmisión mucho mayor”, sostiene este documento. Si esa proporción fuera la misma en toda la población, ello supondría que la tasa real podría ser de 4.000 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días.

¿Y cuáles son las restricciones adoptadas ahora en este contexto? La única medida diferente es el pasaporte COVID, que ha llegado en dos fases. La primera, el 4 de diciembre. La segunda, este miércoles. Se trata de un sistema cuestionado por el propio Gobierno de Urkullu hasta horas antes de proponerlo. La ley antipandemia faculta a que el Labi actúe en horarios y aforos, por ejemplo, aunque el lehendakari ha vuelto a protestar por no tener competencias para adoptar otras medidas. Aparentemente, lo que se puede hacer no se hace y lo que se quiere hacer no se puede. Son ya semanas, por ejemplo, las que Urkullu lleva protestando por que Pedro Sánchez no hace obligatorias las mascarillas en todo momento, también en la calle.

En este contexto, Euskadi está explorando el terreno de las “recomendaciones”. Se ha anunciado ya un paquete completo para Navidad que incluiría cuántas personas deberían sentarse como mucho en la mesa y límites para quienes no son convivientes. Antes, en el marco del día con más positivos e incidencia de toda la pandemia, se ha extendido a los municipios vascos en nombre de la comisión técnica asesora del Labi la propuesta de “evitar” cabalgatas de Olentzero y Mari Domingi o de los Reyes Magos. Han llegado tras varios contactos de la consejera Sagardui con los alcaldes. Gorka Urtaran, de Vitoria y representante de la asociación Eudel, Juan María Aburto y Eneko Goia, todos del PNV como Sagardui, son miembros de ese Labi. ¿La respuesta? “Olentzero, Mari Domingi y los Reyes Magos van a estar en Bilbao”, ha garantizado Aburto, que ha modificado los desfiles por unas recepciones en espacios interiores como el Teatro Arriaga y el Bilbao Arena. Vitoria y Donostia, por el contrario, mantienen paradas exteriores aunque “adaptadas”. El regidor vitoriano, Gorka Urtaran, ha hablado de más recorrido para que los espectadores se espacien o de no repartir caramelos para que no haya necesidad de retirarse la mascarilla para comerlos.

En el Parlamento Vasco, la consejera Sagardui ha defendido la fortaleza de Osakidetza. Ya explicó que había contratado un millar de profesionales de refuerzo en poco tiempo. Y Urkullu ha dejado un mensaje mientras respondía a las críticas de la oposición, en este caso al líder de PP+Cs, Carlos Iturgaiz: “Éste es el último pleno de control del año, momento para compartir un mensaje de esperanza. Contamos con los medios, los recursos, los profesionales para hacer frente a la pandemia. Le animo a compartir una actitud y un mensaje que traslade esperanza a la ciudadanía vasca. Hemos superado las anteriores y también vamos a superar esta ola. Año nuevo, actitud nueva”.

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