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Diez gestos cotidianos para hacer frente al cambio climático

Los eurodiputados proponen que los restaurantes den agua del grifo gratis

Alba Díaz de Sarralde

Según la comunidad científica, el planeta padece más que nunca el calentamiento global. Desde finales del siglo XIX, la temperatura media de la superficie global ha subido 1º C, debido a la actividad humana y a las emisiones de gases de efecto invernadero. A pesar de que las personas son las responsables de la actual situación, también está en sus manos la oportunidad de frenarla.

Euskadi tiene su propia estrategia, llamada 'Klima 2050'. Su objetivo: reducir las emisiones de gas un 80 % para ese año. En este sentido, y con la intención de impulsar pequeños cambios cotidianos contra el calentamiento global, el Gobierno vasco ha publicado una guía llamada '52 gestos por el cambio climático'.

La Sociedad Pública de Gestión Ambiental del Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno vasco, Ihobe, ha presentado su trabajo este miércoles en el Congreso Nacional de Medio Ambiente, en Madrid. Allí, el Gobierno vasco se centró en la Conferencia Internacional 'Change the Change' -cambia el cambio-, que se celebrará del 6 al 8 de marzo en San Sebastián: el evento sobre el cambio climático más importante que Euskadi haya organizado.

'Change the Change' abordará el cambio climático desde ocho ejes: la salud del planeta, el papel de las regiones, el entorno urbano, la sostenibilidad, la transición energética, la economía, la educación y el liderazgo de las mujeres. Los 52 gestos que ofrece están divididos en cinco niveles, dependiendo de su dificultad y su grado de influencia en el medio ambiente. Aquí se presentan diez de estas acciones porque, según el pequeño manual, “no hay plan B porque no hay planeta B”.

1. Tener en cuenta las etiquetas energéticas

Los electrodomésticos consumen más del 45 % de la electricidad del hogar. Al comprar uno nuevo, conviene mirar la etiqueta energética que llevan: los clasificados como 'A' son los que menos consumen. Además, los que llevan una 'A+', una 'A++' o una 'A+++' son aún más eficientes. Por ejemplo, una nevera etiquetada como 'A+++' tiene un consumo que cuesta 26 euros al año, mientras que el de una 'A' cuesta 69 euros. Es un gesto fácil que tiene un nivel cuatro de influencia, según la guía.

En este sentido, el trabajo de Ihobe propone otro gesto relacionado con la vivienda: tener en cuenta los certificados energéticos. Al comprar o alquilar es obligatorio recibir los datos de cualquier casa, y entre los documentos aparecerá el nivel de CO2 que esta emite. Es decir, las casas también tienen etiqueta energética: una clasificada como 'A' puede consumir hasta un 86 % menos que una clasificada como 'G'. Este gesto tendría un impacto ambiental de nivel cinco.

2. Las latas de conserva, al contenedor amarillo

Gestionar la basura de una forma adecuada también puede evitar emisiones innecesarias de CO2. Aunque reducir el consumo sea decisivo, el reciclaje debería ser el final de la vida de los residuos. Aun así, muchas personas tienen dudas a la hora de separarlos y el contenedor amarillo es el que más basura mal clasificada recibe.

La producción de latas de conserva es uno de los procesos industriales con mayor consumo energético. Reciclando una, se puede ahorrar hasta el 90 % de la energía necesaria para producir otra. Además, al contenedor amarillo deben ir otros tantos residuos: plástico, envases de metal, de aluminio o tetra-bricks; ni CDs, ni cintas VHS, ni juguetes. Es un gesto fácil que tiene un impacto ambiental de segundo nivel: la energía necesaria para producir una lata de refresco es suficiente para mantener una televisión encendida durante dos horas.

3. El agua del grifo: o caliente, o fría

Hoy en día, muchos grifos tienen un único mango, cuando antes era más común que hubiese dos: uno para el agua caliente, otro para la fría. Así, para lavarse los dientes o afeitarse, únicamente había que girar uno de los dos mangos. Al haber solo uno, a veces se queda en medio y se utiliza agua templada innecesariamente.

Después de la calefacción, el agua caliente es lo que más energía consume en casa; el 20 % de las emisiones de CO2 de una vivienda. Aparte de cerrar el grifo mientras se lavan los dientes o se afeita la barba, un gesto adecuado sería utilizar el agua caliente únicamente cuando sea necesaria; cada vez que se utiliza, la caldera se pone en marcha y el apagado y encendido constante supone un gran consumo.

4. Apagar el horno cinco minutos antes

Para preparar, por ejemplo, un pollo asado, hay que meterlo en el horno y dejarlo un par de horas. Cuando esté listo, se apagará el horno y, al abrir la puerta, saldrá una gran ola de calor aunque hayan pasado unos minutos.

Y es así: el horno sigue trabajando por cinco minutos después de apagarlo. Para calentarse ha utilizado una gran cantidad de electricidad, y el calor residual sería suficiente para acabar el proceso y perder menos energía. Se trata de un electrodoméstico de gran consumo, por lo que es importante utilizarlo de manera eficiente. Por ejemplo, aprovechar toda su capacidad al usarlo o no tocar la puerta; cada vez que se abre, se pierde hasta un 20 % del calor acumulado en su interior.

5. La carne, con medida

De todas las transmisiones de gases de efecto invernadero, casi el 15 % procede de la ganadería; en 2016, las 20 empresas cárnicas y lácteas más grandes del mundo emanaron más gases de este tipo que toda Alemania. Si formasen un país, estas empresas serían el séptimo del mundo con más emisiones.

La producción de carne crea grandes cantidades de metano y CO2, además de hacer un uso intensivo del agua. Comer carne roja en su justa medida tendrá un efecto favorable en la salud y el medio ambiente. Además, al comprar, hay que tener en cuenta que la producción sea local: se evitará contaminación proveniente del transporte y se fomentarán la ganadería del entorno.

6. Comprar producto local

En relación con lo anterior, tener en cuenta el origen de los alimentos también influye en el medio ambiente. Consumir producto local supone una menor emisión de gases contaminantes provenientes del transporte: si los alimentos vienen en avión, se emitirá un nivel de CO2 1.700 veces mayor que si se transportan en camión a 50 kilómetros. Además, comprar en tiendas cercanas también ahorra la contaminación de utilizar el coche para moverse. Se fomenta así, también, el pequeño comercio local.

7. Decir adiós a las vajillas desechables

Los recipientes de usar y tirar son cómodos para comer fuera de casa: no hay que limpiarlos ni cargarlos de vuelta. Pero si se usan de plástico, se contribuye a un problema mundial: el 6 % del petróleo se usa para fabricar este material, que en Europa genera 25 millones de toneladas de residuos al año y del que apenas se recicla el 30 %. Utilizar vajillas reutilizables contribuiría a la reducción del consumo de plástico.

En el Golfo de Bizkaia, entre un 10 y un 15 % de las aves marinas tienen partículas de este tipo en el estómago, y los residuos mal gestionados ya están creando islas kilométricas en los océanos. En esta línea, hay gestos relacionados con las bolsas. Se han dado pasos, ya que a día de hoy hay que pagar por ellas. Utilizar bolsas reutilizables al hacer la compra también es un gesto a favor de la reducción del uso del plástico.

8. Cuidado con los 'vampiros electrónicos'

En casa o en el trabajo hay numerosos aparatos que siguen absorbiendo energía aunque estén apagados o en 'stand by' si están enchufados. Una solución efectiva es conectarlos a una regleta con interruptor: todos los aparatos conectados a ella se desconectarán al apagarla, lo que ahorrará una buena cantidad de energía. Según la guía del Gobierno vasco, se consumen 8.000 kWh por puesto de trabajo al año, que a su vez emiten unas cuatro toneladas de CO2; se necesitarían tres hectáreas de bosque para eliminarlo.

9. Buscar etiquetas sostenibles en los envases

Muchas marcas se están esforzando por producir de manera sostenible y con una menor emisión de CO2, y así lo indican en los envases de sus productos: UE Ecolabel, FSC, Gestión ambiental… Al comprar, solamente hay que buscar las etiquetas que lo indican. Hay muchas diferentes en función del tipo de producto y, si se conocen, se adquirirán aquellos producidos de forma sostenible y se impulsarán las empresas que tienen en cuenta el medio ambiente. Además, será más fácil obtener más información sobre lo que se compra y su origen.

10. Iluminar con bombillas LED

La luz supone el 18 % del consumo eléctrico del hogar. En este sentido, la opción más eficiente es la de las luces LED: una única bombilla incandescente consume 15,5 euros al año, incluido el precio de compra, si se mantiene encendida cuatro horas diarias; una bombilla fluorocompacta, 6,37 euros; una LED cuesta 8,17 euros al año, pero tendrá una vida de 25.000 horas -la de las incandescentes es de 1.000 y la de las fluorocompactas de 10.000-. Apostar por las bombillas LED puede suponer un ahorro energético de hasta el 90 % de la energía eléctrica de una casa.

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