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Norman Foster demuestra que el automovilismo es arte exponiendo los coches más icónicos del mundo

Exposición 'Motion. Autos, Art, Architecture' comisariada por Norman Foster

Maialen Ferreira

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El primer coche que el arquitecto británico Norman Foster condujo fue un Morris que tenía su familia desde 1935, mismo año en el que él nació. La primera vez que lo manejó fue en los años 50 y, desde entonces, es un amante confeso de la automoción. Tanto, que no solo la considera arte, sino que la convierte en ella. Prueba de ello es su exposición 'Motion. Autos, Art, Architecture' que muestra el pasado, presente y futuro de la automoción entre obras de arte y arquitectura, todas sus pasiones unidas en diez salas del emblemático Museo Guggenheim de Bilbao.

La exposición, que se inaugurará el 8 de abril y estará disponible hasta el próximo 18 de septiembre, está compuesta por cuarenta de los mejores automóviles de cada clase y época, escogidos “de forma subjetiva” por el propio Foster, como él mismo reconoce. “La selección de los coches ha sido totalmente subjetiva y he tenido total libertad. Me he basado en dos temas principales, la belleza y la tecnología y, detrás de cada elección, ha habido muchos debates con personas que respeto”, ha confesado Foster durante la presentación de la muestra que ha tenido lugar este miércoles en el museo bilbaíno.

Resultado de esos debates, la selección escogida especialmente por Foster incluye coches como el Bugatti Type 57SC Atlantic y el Pegaso Z-102 Cúpula, cuyas ediciones fueron limitadas y realizadas de forma exclusiva para entendidos, o piezas reconocidas como el Cadillac Eldorado Biarritz de 1959 o el icónico Ferrari 250 'Gran Turismo Omologato', que ganó el Mundial de Construcciones de GT de la FIA en tres ediciones consecutivas, de 1962 a 1964. “Yo vengo de esa generación que considera que los coches solo te llevan de un sitio a otro, pero cuando comencé a trabajar en este proyecto me di cuenta del peso artístico que tenían. Solo se hizo un Pegaso, solo se hizo un Bugatti Atlantic, realmente son piezas únicas, es diseño y escultura. En cuanto al valor monetario, si sumamos los precios de solo cuatro de ellos, superarían el valor de muchas obras de arte que se merecen estar aquí”, ha explicado Alberto Cendoya, miembro de la Fundación Norman Foster, que ha participado en la creación de la muestra durante tres años.

En un primer momento, Foster acudió al Museo Guggenheim de Nueva York para que fuese la sede de su idea de una exposición sobre el coche como el objeto que más ha transformado la sociedad en el siglo XX, sin embargo, Juan Ignacio Vidarte, director general del Museo Guggenheim Bilbao, le dio la posibilidad de hacerlo en el museo vasco, cuyas galerías creadas por Frank Gehry, atrajeron más al arquitecto. “El Guggenheim de Nueva York es la manera en la que se hiló esta exposición que llegó después al Guggenheim de Bilbao. Estamos encantados de que la exposición haya sido aquí y no en el de Nueva York porque no existe en el mundo un museo que tenga estas galerías que van tan bien con los automóviles, con las formas y con la velocidad. Un argumento de diseño importantísimo que tenía Norman desde el principio era que no quería alterar la arquitectura de Gehry y, por lo tanto, siempre se ha respetado que los coches estén en el centro, que las paredes sean las originales y que sean las piezas artísticas las que interactúan con las paredes y no al revés”, ha detallado Cendoya.

Las piezas artísticas, pinturas y esculturas en su mayoría, se van entrelazando con los automóviles en cada sala. Como la obra 'Benz Patent-Motorwagen (1886)' dibujada por Andy Warhol en 1986 o la escultura 'Formas únicas de la continuidad en el espacio' de Umberto Boccioni. El sonido, también convertido en obra de arte, cobra un papel especial sobre todo en el último tramo de la exposición, en el que se puede escuchar el sonido de la velocidad de los coches, a partir de grabaciones realizadas por todo el mundo, incluido el desierto americano, y editadas por Nick Mason, el batería de Pink Floyd.

Un futuro “sin que el avance suponga una amenaza”

Así, la muestra va viajando de una época a otra y siendo testigo de la evolución de los coches y, con ellos, de las ciudades que habitan. Sin embargo, Foster es consciente de que el mismo objeto que salvó a la ciudad del hedor, las enfermedades y la contaminación que provocaban los vehículos tirados por caballos, hoy en día es uno de los principales responsables de la contaminación del medio ambiente y el cambio climático. “Los automóviles han transformado el planeta y lo seguirán haciendo. Solo un buen diseño (de coches) nos llevará a una solución para que naturaleza y tecnología puedan vivir sin que el avance suponga una amenaza”, ha explicado Foster.

Es por ello que la última sala de la exposición acoge 'Future' un proyecto desarrollado por jóvenes estudiantes de dieciséis universidades de cuatro continentes, entre las que se incluyen nacionales como la Universidad de Mondragón o la Universidad de Navarra e internacionales como el Tecnológico de Monterrey en México o la Universidad de Yale en EEUU. En 'Future' cada una de las universidades imaginan cómo será la movilidad a finales de este siglo.

“Cuando pienso en el futuro me imagino dos escenarios. En el primero, nuestras vidas discurrirán más rápido, construiremos coches más seguros y veloces con los que llegaremos en seguida a cualquier parte, mientras que en el segundo escenario, estaremos estacionados y gracias a la realidad virtual y al hecho de que se crearán plataformas que podrán llevarte todo lo que necesites a casa, no nos tendremos que mover para nada. La cultura es central para nuestra civilización, nos brinda la oportunidad de analizar el pasado y el futuro y deja palpable que hay mundos diferentes”, ha concluido el arquitecto.

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