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La veda pesquera por la muerte de miles de delfines en el Golfo de Bizkaia enfrenta a arrantzales y ecologistas

Un delfín muerto yace en la playa de Le Bois-Plage-en-Re, en Île de Ré, suroeste de Francia, en marzo de 2023

Belén Ferreras

Bilbao —

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Los arrantzales que faenan en aguas francesas del Golfo de Bizkaia están estos días haciendo números y las cuentas no les salen. “Esto es una ruina”, dice Mikel Ortiz, director de la OPPAO, la Organización de Productores de Pesca de Altura de Ondarroa, una de las flotas afectadas por el parón de la pesca decretado en Francia desde el pasado lunes 22 de enero hasta el 20 de febrero para proteger a los delfines. Como ejemplo, explica que una pareja de barcos amarrados en puerto perderán del orden de 500.000 euros en estas cuatro semanas. Cree que las ayudas desde el Ministerio de Agricultura y Pesca –“cuando lleguen, porque no está claro cuando llegarán”, alega– no sumarán para estos dos barcos más de 140.000 euros. “Es decir, no cubrirán más del 25% de lo que dejamos de vender. Esto es la ruina total”, señala. De entrada, los 22 trabajadores de estos barcos ya están en ERTE.

Mikel Ortiz, como el resto de los responsables de los 41 barcos afectados en todo el Estado por esta prohibición de pescar en Francia se sienten abandonados por las instituciones europeas, que, en su opinión, han cedido a las presiones de los lobbies medioambientales sin tener en cuenta las consecuencias sobre el sector. “Nosotros no pedimos más que que se cumpla la política pesquera europea, que señala que se tiene que garantizar la sostenibilidad medioambiental, la sostenibilidad sociolaboral y la sostenibilidad económica. Y ahora, por las presiones de las ONG medioambientales sólo se ocupa del tema medioambiental”, señala Ortiz.

Pero si a los arrantzales les parece una medida muy drástica, que pondrá en números rojos sus cuentas y encarecerá el precio del pescado a los consumidores, los defensores del cierre tienen más que claro que la veda a la pesca en esta zona durante estas cuatro semanas no sólo es necesaria sino incluso insuficiente. Eneko Aierbe, coordinador del Área Marina de Ecologistas en Acción, recuerda que “la muerte de delfines que se produce cada año es brutal”. “Son miles de delfines los que mueren” por causa de la pesca, y que las cuatro semanas de parón es el mínimo que proponía el ICES (siglas en inglés del Consejo Internacional de Exploración del Mar) en su informe. “Este Consejo decía que el nivel óptimo que aseguraba una menor mortalidad de delfines eran incluso de un parón de cuatro meses”, agrega. Según el ICES, en el Golfo de Bizkaia mueren cada año unos 9.000 delfines debido a accidentes con pesqueros, lo que se conoce como “captura incidental”. “Y esa cifra puede ser aún mayor”, señala Aierbe. “Algo hay que hacer para pararlo”.

Ecologistas y arrantzales son en este caso dos caras de la misma moneda. Dos puntos de vista cargados de razones y de argumentos a favor y en contra. ¿Es posible encontrar el equilibrio necesario teniendo en cuenta que cada vez son más las especies que necesitan actuaciones rápidas para protegerlas de la extinción a manos de la actividad humana? Ahora son los delfines los que están de actualidad, pero todavía es noticia la restricción a la pesca de angulas, por ejemplo.

“Cada vez hay más pegas para que se pueda pescar en Europa, por lo que la gente o sustituye en su alimentación las proteínas del pescado o consume pescado de importación, capturado probablemente de manera más que dudosa”, dice Mikel Ortiz. Desde la parte laboral “tenemos a los trabajadores sin poder trabajar, en ERTE”, explica, y, económicamente, para el armador “lo lógico es que empiece a preguntarse si le interesa seguir o es mejor pedir la ayuda al desguace”. Recuerda además, que el consumo de pescado europeo depende ya en un 70% del pescado que se importa de Asia. “¿Eso es lo que quiere Bruselas?”, se pregunta. 

“Estamos ante una medida mínima que había que adoptar porque no podemos seguir como hasta ahora, viendo morir a los delfines por miles”, dice Eneko Aierbe. Reconoce que la política pesquera común habla de tres aspectos de sostenibilidad, medioambiental, social y económica. “Pero nosotros partimos de la base de que si no hay una sostenibilidad medioambiental no habrá nada, todo se cae, antes o después se va a terminar cayendo o produciendo cambios que desconocemos. Tenemos que aprender a pescar sin poner en peligro la vida de los delfines, porque los delfines estaban ahí antes que nosotros y así tiene que mantenerse, salvo que queramos jugar a la ruleta rusa de ver qué ocurre con el mar y otras especies si desaparecen los delfines. Ya estamos jugando bastante con todo el tema del cambio climático”, relata.

Sí reconoce Aierbe que el movimiento ecologista comparte con los arrantzales que es una medida que se ha tomado de forma “improvisada cuando no debería serlo”. “El dictamen científico en el que se basa es de junio así que los políticos deberían haber preparado todo esto con mucho más tiempo y advirtiendo a la flota de o que venía”, admite. También señala que es es cierto que “no todos los barcos producen la misma mortalidad” y que eso se puede estudiar de cara al futuro. La prohibición de pescar incluye a los barcos que usan redes de arrastre pelágico, de fondo a la pareja, de volanta, de cerco y de trasmallo. “El arrastre pelágico que no se usa por barcos vascos es el que causa más mortalidad,” señala. Por ello, se muestra abierto a que en el futuro, “siempre siguiendo el criterio científico”, se modifiquen las restricciones tomando otras medidas. “Pero ahora no se podía seguir como hasta ahora con con la mortalidad de delfines que hay”, zanja.

Los barcos que están parados en Ondarroa llevan redes de arrastre, un tipo de redes que se lanzan al fondo con el barco en movimiento y se despliegan al llega al suelo marino pescando lo que hay allí: merluza, rape y gallo esencialmente. Estas redes están equipadas con pingers –un sistema que emite unos ultrasonidos que ahuyentan a los delfines– y que utilizan desde hace seis años. “Nosotros no tenemos ningún incidente con delfines”, dice Mikel Ortiz refiriéndose a la flota de altura de Ondarroa. “Por eso pedimos que se nos eximiera de la veda. Pero las ONG medioambientales lo denunciaron argumentando que no se podía eximir a tanta flotas porque si no era como si no hubiera veda. Entonces, aunque lleves pingers u observadores científicos a bordo para comprobar, da lo mismo”, protesta.

Los observadores que estos barcos vascos suelen llevar a bordo son del centro tecnológico vasco Azti, que han realizado estudios sobre la efectividad de estos sistemas de pingers, como se ha hecho también en Francia. “Hemos constatado que estos sistemas tienen una efectividad entre el 70% en el caso de los estudios realizados en la flota francesa, que es pelágica y el 90% en los realizados con los barcos de arrastre vascos”, señala Estanis Mugerza, experto en Gestión Pesquera Sostenible de Azti. Este tipo de sistemas son obligatorios desde 2020 para determinadas redes. Aunque desde el movimiento ecologista, Eider Aierbe señala que su efectividad “es relativa” porque al final los delfines se acostumbran y como son muy inteligentes pueden acabar por entender que ese sonido les indica que se está pescando y que pueden tener comida fácil. “Esa discusión está ahí”, reconoce el experto de Azti. “Se sabe que son animales muy inteligentes y que se pueden adaptar, pero hoy en día no hay una conclusión clara al respecto. Lo que sí está claro que en base a resultados científicos y objetivos, es que se trata de una medida efectiva para evitar que los delfines caigan en las redes en un 70% en el caso francés y en el 90% en nuestro caso”, apunta.

No tiene dudas tampoco el experto de Azti respecto a la necesidad de la parada en la pesca. “Es el Consejo el que dice que con los datos que se tienen de los observadores científicos, la mortalidad de los delfines supera un umbral que puede poner en riesgo la población”. Y recuerda que entre mediados de enero y finales de febrero son las semanas “más criticas”, cuando más capturas incidentales se producen porque estos cetáceos “se concentran en aguas francesas siguiendo a las presas de las que se alimentan, pequeños pelágicos, como la anchoa, por ejemplo”. “Tiene un impacto importante tanto económicamente como socialmente en la flota que tiene que parar, pero los estudios están ahí”. “El objetivo es salvar al delfín. Sólo nos queda esperar que las ayudas no se retrasen”, se resignan los arrantzales.

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