El Brujo ha recordado a través de la comedia y el ingenio que la vida sigue
Rafael Álvarez “El Brujo” ha utilizado este miércoles la comedia como si de un terapeuta se tratara, con la intención de recordar a los espectadores del Teatro Romano de Mérida, que han asistido al estreno de su obra “Los dioses y el dios”, que la vida sigue y que ellos son los verdaderos dioses de esta “tragicomedia postpandémica”.
Con la comedia como principal eje de su terapia, El Brujo ha llenado esta noche de ironía y risa un escenario, a su juicio, “bastante humilde”, del que sin duda “estaría orgullosa la mismísima cancillera alemana, Angela Merkel”.
El estreno absoluto del dramaturgo cordobés ha tenido como telón de fondo el mito de Anfitrión, el cual, ha narrado de una forma característica con continuos guiños y referencias a personajes actuales del mundo de la política y la televisión.
Al mezclar la comedia antigua con los dramas actuales, ha explicado, que “la televisión del corazón y una noche de hotel a causa de su divorcio”, le llevaron a dar con esta obra de Plauto.
“La gente con la mascarilla no le llega bien el oxígeno al cerebro y no sabe lo que ve en el teatro”, ha ironizado.
En este sentido, ha explicado que este autor griego copiaba los chistes de los cómicos ambulantes y les añadía tragedia, algo que, a su juicio, también han hecho grandes autores como William Shakespeare y Miguel de Cervantes.
“Anfitrión es un relato moderno lleno de infelicidad y cuernos divinos, que se basa en una tragedia antigua”, luego de decir esto, ha narrado cómo Júpiter ideó un plan junto a su hijo, Mercurio, para engañar al esclavo Sosias y poder acostarse durante una noche que duró tres días, con la esposa de Anfitrión, Alcmena, cuando éste se encontraba en la guerra.
Para el actor, Mercurio era el dios de la tecnología digital porque cuando tomó la forma de Sosias, hizo dudar al esclavo de su propia existencia, “justo como pasa actualmente con las redes sociales”, señala.
“El pobre Sosias era un poco tonto, él estaba afiliado al sindicato de esclavos pese a que éste no funcionaba porque todos querían ser liberados”.
En su obra, los dioses cobran vida de una forma cómica a través de las dicotomías de los seres humanos y sus tragedias.
“Ya sé que parece difícil de entender, pero lo de Rociito bien que lo sabéis”, ha añadido.
“¿Dónde esta Dios?”, preguntó al público mientras el músico, Javier Alejano, golpeaba su tambor, “quién se comunique con él, que le mande un whatssap por favor”.
Para El Brujo cuando un nuevo estilo de vida basado en la tecnología digital emergió de las profundidades, el sentido de la existencia de Dios y los dioses perdió el significado, porque ahora la sociedad tiene un nuevo dios que se llama “internet”.
En sus continuas referencias a la actualidad, el cómico también ha invitado a imaginar a Belén Esteban, Isabel Díaz Ayuso, El Gran Wyoming y a Santiago Abascal dando piruetas en una plaza de toros.
Asimismo, la pandemia ha tomado un papel cronológico en la obra al comparar a los seres mitológicos de antes de ella, con los seres “postpandémicos” como es el caso del médico epidemiólogo, Fernando Simón.
Álvarez ha explicado cómo ha raíz de la pandemia ha desarrollado “Simonitis aguda”, puesto que soñaba continuamente con Simón y sus “cuentos mitológicos”.
“La mitología es la forma de dar una respuesta a las preguntas que no la tienen”, según él, nosotros somos la pregunta y a la vez la respuesta.
En todo momento y sin dejar la comedia que le caracteriza, El Brujo ha querido que su magia y energía llegue de forma expansiva a todos los asistentes que se reían debajo de sus mascarillas.
Y es precisamente en este contexto donde ha asegurado que no es posible entender la tragedia griega sin el significado de la luz que representan los dioses.
Esa luz, tan necesaria para él, la encarnan la figuras divinas de la mitología que iluminan “hasta el rincón más oscuro del universo”.
“Pese a ello, los humanos somos más poderosos que las limitaciones gracias a la creatividad que nos caracteriza, nosotros somos realmente los dioses de nuestra propia mitología”, ha recordado.
Como acto final, puso en pie al público como si de un dios se tratase para hacerles olvidar la tragedia vivida, para posteriormente abandonar, mientras bailaba al ritmo de la música, la luz de los focos del Teatro Romano de Mérida entre las risas y los aplausos de esos a quien él llama dioses.
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