El infierno del calor en las aulas
Son las 12 de la mañana y en las puertas de los colegios se forma el revuelo típico de las entradas y salidas. No es la hora habitual, pero los niños y niñas se van a sus casas porque hace mucho calor en las clases. Esa es la medida estrella del gobierno de María Guardiola para combatir el calor en las aulas. Mandar a los menores a sus casas, cortando las clases, sin que éstas se puedan recuperar, y pasarle la patata caliente a los padres y madres, que temen más a la conciliación que a las altas temperaturas.
Extremadura no es ajena a los vaivenes térmicos, ni muchísimo menos. Somos una de las regiones más afectadas por el cambio climático. Este hecho, aunque algunos se empeñen en negarlo, es una evidencia científica de la que algunas llevamos pregonando años, aunque parezca que lo hacemos en un desierto.
Fue en el año 2019 cuando comenzamos a alertar de que la situación en las aulas extremeñas se hacía insoportable cuando llegaba el calor. Entonces conseguimos sacar adelante, con mucho esfuerzo, la Ley 4/2019 de 18 de febrero, más conocida como Ley contra el Calor en las Aulas para acondicionar térmicamente los centros escolares públicos de Extremadura. Han pasado más de seis años desde entonces, y yo me pregunto, ¿qué se ha hecho? ¿cuántos centros educativos han mejorado sus infraestructuras para adaptarse a las altas temperaturas? ¿cuántos coles e institutos tienen en sus aulas máquinas de frío o calor que garanticen la habitabilidad térmica de sus instalaciones?
Es indignante que no se haya hecho nada. ¡Qué poco le preocupan nuestros niños y niñas al gobierno del PP! ¡Qué poco le han preocupado también al anterior gobierno socialista! Está claro que si pudiéramos echar la papeleta en las urnas cada año otro gallo cantaría porque parece que solo se mueven por intereses electorales, y no por el bienestar general de la ciudadanía.
Los que sí que votan son los docentes y el personal administrativo que trabaja en esos centros educativos y que, al igual que los menores, soportan que los termómetros suban más allá de los 40 grados en aulas masificadas. A ellos también hay que garantizarles unas condiciones dignas de trabajo, que además están recogidas en el decreto de seguridad y salud en los centros de trabajo, que establece una horquilla térmica de entre 14 y 27 grados.
Ninguna oficina de la administración pública. Ningún despacho de ningún director general, consejero o consejera o de la presidenta de la Junta de Extremadura está sin aire acondicionado. Estoy convencida de que estos días están funcionando a pleno rendimiento.
Garantizar la habitabilidad térmica en los centros educativos debería ser una obligación. Nadie puede aprender nada asfixiados de calor. Nadie puede trabajar ni intentar impartir conocimientos soportando un bochorno desmedido. Ninguna familia debería hacer encajes de bolillos para poder recoger a sus hijos e hijas antes de la hora porque hace calor, ¿o van a dejar también a los trabajadores y trabajadoras que se vayan a las 12 a sus casas?
¿Pueden ustedes pensar que algo así pase en otros países de nuestro entorno? Yo no me imagino, la verdad, que los noruegos y noruegas manden a sus hijos e hijas a casa porque ha comenzado a nevar o que los ingleses corten las clases porque ha empezado a llover. ¿Por qué permitimos esto año tras año?
Hay recursos suficientes para ello. La Junta de Extremadura no solo está renunciando a ingresos para regalárselos a aquellos que más tienen, que bien se podrían destinar a habilitar los centros educativos, sino que además ha sido la comunidad autónoma con mayor superávit del país con 400 millones de euros. Destinen todo eso a combatir el calor contra las aulas porque el auténtico infierno que se vive en esta región está en los centros educativos.
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