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Villanueva de la Serena, el pueblo extremeño donde se declaró el comunismo libertario contra el Gobierno de las derechas

Asalto al cuartel de Villanueva de la Serena (Badajoz) en diciembre de 1933

Santiago Manchado

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A finales de 1933, en plena II República, se declaró el comunismo libertario en Villanueva de la Serena, un pueblo de la provincia de Badajoz. El levantamiento duró poco más de un día, solo 36 horas, y fue sofocado de forma desproporcionada, según narran algunas crónicas de la época y según el historiador Antonio Molina, autor del libro ‘La insurrección revolucionaria del sargento Sopena’, que acaba de publicar la Editora Regional de Extremadura.

Molina insiste en que, a pesar de ser uno episodio trascendental en la Extremadura republicana, junto a otros posteriores como la ocupación de tierras por parte de los agricultores, apenas se ha estudiado ni es conocido, incluso hoy el apellido Sopena “evoca a algún cargo del ejército que estaba loco y montó una buena” en la localidad pacense.

El autor de la investigación insiste en contextualizar este levantamiento, que no es un hecho aislado, sino que se enmarca en los “ciclos insurreccionales” promovidos por la CNT, que había llamado a la insumisión al voto en las elecciones de noviembre de 1933, que finalmente ganó la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) junto con el partido republicano radical de Alejandro Lerroux, y posteriormente a la insurrección contra ese Gobierno.

Con ese escenario, un sargento de Infantería Pío Sopena, que no era ajeno a las insurrecciones que se habían producido en España ese invierno, decide instaurar el comunismo libertario en ese pueblo junto a ocho jornaleros y un obrero. Pero ¿por qué un militar encabeza una revuelta anarquista?

“Cuestión ideológica”

Molina destaca la “cuestión ideológica”. Según sus indagaciones, Sopena “abrazaba el movimiento libertario anteriormente y contactó con la corriente anarquista durante su paso por Algeciras. El historiador también destaca que el militar fue expedientado en Sevilla por sus ”ideas avanzadas“ y este podría ser el motivo por el que fue enviado a un pueblo de la provincia de Badajoz ”donde seguramente se pensó que no daría muchos problemas“.

Pero el sargento “estaba muy convencido de sus ideas y en Villanueva de la Serena debatió y habló con muchas personas y entró en contacto con la agrupación socialista”. Por este motivo, el historiador apunta a que en la revuelta pudieron participar otras personas que no se atrincheraron en el cuartel junto a los demás, pero que realizaron labores de vigilancia y fueron detenidos.

El 9 de diciembre los rebeldes se atrincheraron en la Caja de Reclutas, que hoy es un hospital privado, y el Paseo Pablo Iglesias se convirtió en un escenario de guerra. Los insurrectos abatieron a un guardia civil y los militares procedentes de Badajoz, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto tomaron el pueblo.

El intercambio de disparos y los cañonazos contra el cuartel lograron sofocar en la mañana del domingo la revuelta anarquista. El resultado fue la muerte de todos los amotinados menos uno “que se hizo el muerto” y de dos agentes de Guardia Civil.

La fuerza con la que se sofocó la insurrección villanovense ocupó algunas crónicas de diarios nacionales. ‘El Socialista’, en un artículo de Juan Negrín, habló del “abuso de la violencia”, por lo que la publicación fue secuestrada por un juez aunque salió a la luz siete días más tarde.

El asunto también llegó a las Cortes. El diputado socialista Juan Simeón Vidarte denunció los “abusos” de las fuerzas del orden en Villanueva de la Serena, como recoge el diario de sesiones de enero de 1934. Pero los hechos no se investigaron.

Antonio Molina lamenta que sea un capítulo relegado en la historia, a pesar de ser uno de los hechos más importantes que sucedieron en Extremadura durante la República, junto a los enfrentamientos entre agricultores y la Guardia Civil en Castilblanco (1931) y la ocupación pacífica de tierras que protagonizaron cerca de 80.000 campesinos en marzo de 1936.

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