Feijóo identifica al PP con la “nueva política” frente a quienes “cayeron derrotados en la Transición”
Cádiz, diciembre de 2009. Alberto Núñez Feijóo lleva poco más de medio año en la presidencia de la Xunta y participa en un acto conmemorativo sobre la Constitución española de 1812 en la ciudad andaluza. Allí elogió el texto constitucional del XIX como el primero en España “en el que no hay ni vencedores ni vencidos”, lo que le llevaba a ver un “paralelismo evidente” con el “proceso constitucional de 1978”. Tras media década, en marzo de 2014, el presidente glosaba la figura de Adolfo Suárez tras su fallecimiento y elogiaba que las personas artífices de la Transición política hubiesen sido capaces de poner fin a la “espiral interminable” de “vencedores y vencidos” que había caracterizado la política española. Un año después de estas palabras el líder del PP en Galicia ha cambiado radicalmente de discurso para, metido ya de lleno en la precampaña municipal, explicar que en aquellos años de la Transición sí hubo quien sufrió una “derrota”.
Como antes había hecho con Gerardo Conde Roa y con Ángel Currás el titular de la Xunta ejerció este lunes de presentador de una conferencia en el Forum Europa del ahora alcalde de Santiago, Agustín Hernández. A pesar de asistir al acto en calidad de presidente del Gobierno gallego Feijóo optó por el tono preelectoral para asegurar que Hernández “personifica” la “nueva política”. Su ex conselleiro de Infraestructuras, asegura, es “alguien que demuestra que los errores se pueden corregir, que se puede recuperar el pulso de una comunidad”. Para Feijóo no cabe pensar en “nadie mejor” para dirigir el Ayuntamiento de la capital gallega que el propio Hernández, un “regidor peatonal” que es paradigma de un “nuevo municipalismo”. “El reformismo, la renovación, el cambio amable, van con él”, elogia.
Junto al aluvión de elogios para el alcalde que él mismo nombró -una “mirada”, sigue manteniendo, fue suficiente para designarlo como sustituto de Currás- Feijóo despliega duras acusaciones para, sin mencionarlos explícitamente, cargar contra sus contrincantes electorales, a quienes identifica con la “vieja política del alarido”, del “grito”, del “odio” y del “enfrentamiento abrupto”. Apenas tres días después de advertir en Ferrol de un “caos liderado por Podemos” en el que también participarían “los comunistas”, “las mareas, el PSOE y el BNG” el presidente habla ahora del riesgo de que gobierne Santiago una “política abrupta” que “nos haga retroceder” por estar “basada en recetas que cayeron con el Muro de Berlín”. Esa “vieja política”, ataca, es la misma que cuestiona la Transición de finales de los 70. “Hablan contra la Transición los que cayeron derrotados en ella”, sentencia.
Hernández, convencido de la victoria
Tras la presentación del presidente llegó el turno de Hernández. Ante la tarea de liderar la lista electoral que en 2011 cerró el regidor asegura no contemplar “otra alternativa diferente a ganar y gobernar Santiago”. A pesar de a su turbia llegada al Pazo de Raxoi, sede de la Alcaldía, afirma ahora que la designación “cambió mi vida para bien” y, en este marco, promete que aplicará un “plan de reactivación” que oriente Santiago “hacia un nuevo concepto de ciudad”. Su gobierno, afirma, está intentando “recuperar un pulso que, con el inicio de la década, se había debilitado enormemente”.
“Vamos a fomentar la comunicación, la cooperación y la participación, implicar a los ciudadanos, a las instituciones y a las empresas”, afirmó Hernández, quien también promete la “participación esencial” en esta “tarea” del “movimiento vecinal”. Vinculada a las asociaciones vecinales estuvo, precisamente, la crítica lanzada sobre esta conferencia de Hernández desde la plataforma Compostela Aberta. Según señaló en las redes sociales el aspirante a liderar esta candidatura municipal, Martiño Noriega, desde el “gabinete de la Alcaldía de Compostela” se realizaron “llamadas a las asociaciones de vecinos para convocar a sus presidentes” a este acto indicando que se trataba de un “desayuno” para “conocerse”. Este, ironiza, “no debe ser uso partidista de las instituciones”.
