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Caballos cojos y en pésimas condiciones que remolcan turistas en plena ola de calor

Cerca de la plaza de Cort, donde está el Ajuntament de Palma, una galera da un paseo con turistas.

Martí Gelabert

Mallorca —

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Palma, 38 grados a pleno sol. Es la ola de calor más larga desde que hay registros en Mallorca. En la capital, los turistas se pasean con la piel más roja que blanca. La gente, a la mínima que puede, esquiva los rayos del sol y se refugia en las sombras. Una mujer pone crema a su hijo en medio de Plaza España. Sudor y calor son uno. Es verano, mediados de julio y parece que es lo normal. Pero la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha decretado alerta amarilla. 

Adentrarse en el centro histórico de la ciudad es una misión complicada. Pasadas las 12 del mediodía sigue intransitable. En la calle que lleva desde la Plaza Mayor hasta el Ajuntament, se asoma una galera. El caballo tira de un carruaje, de un conductor y de cuatro personas que han pagado cerca de 50 euros por el trayecto por los lugares más emblemáticos de la ciudad. Aún no ha acabado la calle cuando pasa otra más. Y otra más, que persigue a unos patinetes eléctricos y a unos segways que hacen una ruta similar, pero de manera un poco más moderna. Eso sí, igual de aparatosa para el tránsito y los viandantes.

Cada año las noticias suelen ser similares: “Un caballo de galera cae desplomado en Palma”. “Inmovilizan y denuncian una galera que era tirada por un caballo de avanzada edad y cojo de ambas patas”. “Un caballo de una galera muere en Palma por un golpe de calor”. Y más. Guillermo Amengual es el presidente de Progrés en Verd y durante muchos años ha sido portavoz de Animanaturalis, asociación que lucha en defensa de los animales. Él lo tiene claro: “Los caballos están en malas condiciones, muy delgados. Hay animales que no podían caminar más. Los hemos podido ver y lo hemos denunciado, pero después nunca se encuentra al caballo”. Por este motivo, y entre muchas otras cuestiones, piden revisiones veterinarias exhaustivas antes del verano. Según Amengual, en el último informe había unos cinco caballos que no eran aptos, pero tampoco se puso luego ningún tipo de control. “¿Cómo controlas que no salgan a la calle?”, se pregunta. “Lo consideramos explotación animal”, continúa.

Los caballos están en malas condiciones, muy delgados. Hay animales que no podían caminar más. Los hemos podido ver y lo hemos denunciado, pero después nunca se encuentra al caballo

Guillermo Amengual Presidente de Progrés en Verd

Pero, sin duda, la cuestión del calor es uno de los principales agravantes de la situación que viven estos animales. En 2019, el Ajuntament de Palma aprobó un decreto para prohibir su circulación entre las 12 y las 17 horas en días en los que la AEMET decretaba alerta amarilla, naranja o roja por temperaturas extremas, pero el Tribunal Superior de Justicia de las Illes Balears (TJSIB) lo tumbó por una cuestión de forma: no tenía rango de ordenanza y, por lo tanto, no se podía regular de esta manera. Después, vino la pandemia y todo se retrasó aún más. Explica el regidor de Mobilitat del Ajuntament de Palma, Francesc Dalmau, que no pudo ser hasta el primer semestre de este 2022 cuando se puso en marcha la modificación de la ordenanza. Pero hoy aún no ha entrado en vigor.

De hecho, Amengual se muestra muy crítico con este punto: “No cumplen su palabra desde 2014 y ya ha llovido mucho. Además, la ordenanza es de 2003, es muy antigua, ¡hasta en la parte de sanciones administrativas habla de pesetas y euros! Eso deja muy claro que todos los que han pasado no han querido hacer caso”. Y sigue: “Ahora, a diez meses de las elecciones, todos quieren ser animalistas”.

Ahora, según Dalmau, acaba el plazo de alegaciones del cambio de ordenanza que se acordó de manera inicial en el mes de mayo, para devolverlo al pleno y aprobarlo de manera definitiva. Pero reconoce que los tempos no son los que les gustarían: “Vamos mal, un poco apurados. Cuando conozcamos todas las alegaciones, si son muchas, no sé si llegaremos a tiempo. Si no, quizá la podremos elevar en el próximo pleno”. Dalmau considera que el Ajuntament se ha puesto “cuando ha podido” y lo achaca a una falta de recursos humanos y al grueso de actividad que tiene, ahora mismo, su área. Pero los animalistas consideran esta gestión de los tempos “una jugada maestra”, ya que dudan de que se pueda elevar a pleno antes de que acabe el verano. “No se activará esta medida hasta octubre, se comerá el marrón el siguiente que venga”, destaca.

Amengual insiste en que este equipo de gobierno ha tenido ocho años para hacer las modificaciones pertinentes, según las “promesas” que habían hecho los partidos los años previos a las elecciones de 2015. Pero Dalmau dice que el retraso se debe a que, en primer lugar, se trabajaba en una nueva ordenanza de bienestar animal, con la que confiaban en poder reglamentar aspectos que tienen que ver con las galeras: “Era mucho más interesante tener una ordenanza más proteccionista y garantista por los derechos de los animales y no modificar la ordenanza de 2003 solo por las galeras”, explica el regidor. Además, recuerda que había una intención del Gobierno de sacar una ley en esta dirección. “Muchas normas que querían recoger estos aspectos han esperado tener en vigor esta norma”, incide. De todos modos, Dalmau reconoce que se trata de “una cuestión que a nivel social cada vez tiene más apoyo” y que desde Cort “son muy conscientes de que se debe reglamentar”.

Sustitución de las galeras por vehículos eléctricos

En los días de temporada alta, con un solo paseo por la ciudad, es fácil comprobar algunas de las infracciones que cometen los galeristas. Por ejemplo, llevar a seis pasajeros cuando el máximo son cinco o tener atados a los caballos sin ningún conductor encima de la galera. Para evitar accidentes y para asegurar el bienestar de los animales, uno de los principales objetivos que persiguen tanto los animalistas como el Ajuntament es sustituir la tracción animal por unas galeras eléctricas. Amengual, no obstante, recuerda que en 2014 ya se acordó reclamar este cambio. Pero han pasado los años y ninguna galera se ha sustituido. Durante estas dos legislaturas de pacto de izquierdas ha habido un acuerdo entre los tres partidos para llevarlo a cabo, pero nunca una propuesta firme en el pleno, denuncia Amengual.

“Consideramos que tiene que ser una decisión municipal”, recalca Dalmau, quien considera que “sería positivo que todos los partidos del Gobierno de Palma y de la oposición se pusieran de acuerdo con esta transición necesaria”. En esta dirección, confía en que “sea más pronto que tarde para poder acabar de una vez por todas con que las galeras sean tiradas por animales”. ¿Es factible, hoy día? El Ajuntament no lo tiene del todo claro, pero asegura que trabajan en distintos ámbitos para llegar a estos acuerdos “en las próximas semanas o meses”. Pero Amengual insiste: “No hay voluntad política. Se pasan la pelota y nadie hace caso. La gente está muy enfadada. Vemos que se hacen cosas muy graves y aquí no pasa nada. Si continúan sin contestar a nuestros escritos, habrá una denuncia por prevaricación”. 

Licencias familiares y de por vida

Uno de los problemas con los que se encuentra el Ajuntament es que las licencias que existen –hoy 28– son vitalicias y se pueden transmitir de padres a hijos. Además, es complicado llegar a acuerdos con los galeristas para rescatarlas por su elevado precio, que ronda unos 100.000 euros, aproximadamente, cada una. Y en el futuro podría haber peligro de que se especulase con este precio.

Pero los animalistas insisten en que las licencias, con las infracciones que se están dando, ya se podrían retirar. “Algo pinta muy mal como para no hacer cumplir la ley. No se hacen ni actuaciones mínimas”, insisten. Además, son conscientes de que no se pueden rescatar todas de golpe, pero recuerda que en ocho años no se ha quitado ni una. Dalmau explica que durante la pasada legislatura también se intentó eliminar la transmisión de las licencias intrafamiliares, pero un informe del Consell Consultiu confirmó que se debían mantener. “No se pueden ir recuperando por parte del Ajuntament, a no ser que haya una voluntad de la persona que la cede”, un hecho que no se ha producido nunca. “Es la base de la cuestión”, reitera Dalmau sobre el rescate de la licencia cuando su poseedor fallezca, ya que daba posibilidades de recuperarlas sin ningún tipo de inversión económica. “Es una lástima, pero lo hemos acatado. Aun así, todo el esfuerzo que hicimos en este sentido ya no lo hicimos en otra dirección”. 

Ante las críticas, algunos galeristas aseguran que no quieren hablar con los medios, pero sí que aseguran que entre el Ajuntament y los animalistas “hay mucha hipocresía”. En una de las paradas de la ciudad, en la calle Conqueridor, uno de ellos asegura que los animales están bien cuidados, “con pienso del bueno”, y en la sombra. Además, los remojan y les dan agua después de cada paseo. Ellos defienden que tienen el certificado de calidad y que es a ellos a quienes les interesa que los caballos estén en buen estado, ya que su negocio depende de esto.

A la caza de cruceristas

Mientras tanto, se van y llegan más galeras. Que, como un Fórmula 1, hacen pit stop para reponer. No carburante, pero sí fuerzas. Hoy es un día sin accidentes, pero Amengual asegura que si se pusieran las sanciones que tocan, se recogerían entre 20.000 y 30.000 euros diarios. Los días de más movimiento son en los que coinciden diferentes cruceros en el puerto de Palma, que desembarcan a miles y miles de turistas.

“Es caro vivir en Mallorca, sí”, le responde un galerista en inglés a sus clientes, cuando se paran en uno de los patios de viviendas en Palma. Circulan por la calle Unió, por Jaime III, por Ramblas, por la iglesia de Sant Francesc, por Santa Eulàlia… y no es extraño encontrarte con hasta tres o cuatro galeras en el mismo espacio y en el mismo momento. Porque ellos, sin serlo, hacen también de guías turísticos. “Si usted quiere, mi nombre es Manuel, venga a mí después”, le dice otro conductor a una persona. La web del Ajuntament, además, publicita las galeras como “un servicio que refuerza la oferta de movilidad turística”.

Las primeras existen desde marzo de 1958, coincidiendo, justamente, con el inicio de la actividad turística. Sus conductores eran personas vinculadas a actividades agrarias que tenían las habilidades necesarias para su manejo. El máximo de vehículos que se llegaron a aceptar fue de hasta 78. Ahora, estas galeras están administradas por varios clanes de familias. Según Amengual, entre ellos ha habido problemas y hasta se hacen denuncias anónimas y se queman carruajes. También se pregunta dónde duermen, en sitios con “condiciones muy malas y que no cumplen los reglamentos”. El cambio parece más cerca, pero cada vez se dilata más. La pregunta, aunque los animalistas son pesimistas con ello, es si llegará a tiempo.

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