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El juicio por un fuego mortal provocado en una vivienda de Ibiza apunta a la nuera del fallecido: “La maldad existe”

La acusada (d), al inicio del juicio

Ángela Torres Riera

Ibiza —

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La patrulla de agentes de la Policía Local de Sant Antoni que, la madrugada del 3 de agosto de 2023, llegó a la calle Cepell supo, por el denso color negro del humo, que el incendio que devoraba aquella vivienda unifamiliar de Ses Païsses “pintaba muy feo”. Fueron los primeros en llegar, a las 2.13 horas, a las inmediaciones del desastre. No pudieron entrar a pesar de que un vecino había intentado derribar la puerta para salvar al matrimonio que estaba durmiendo en el interior. Entonces, ya era demasiado tarde para acceder: las llamas se habían apoderado del domicilio y era imposible poner un pie dentro.

El olor a humo fue lo que llamó la atención de este tranquilo barrio de las afueras de Sant Antoni (Eivissa), construido ladrillo a ladrillo por propietarios que compraron en su momento los terrenos. Un trabajador joven que llegaba a altas horas de la noche se dio cuenta del humo y del fuego. Le pareció escuchar a alguien. Su padre y él fueron quienes intentaron, en un acto desesperado, tumbar la puerta de entrada. No lo consiguieron. Por entonces, aún no habían llegado ni la Policía, ni la Guardia Civil, ni los bomberos. Lograron abrir la ventana de un dormitorio (el de la mujer, de 76 años), que estaba entreabierta. La ayudaron a salir, a ella y a su cuidadora, que vivía en el piso de arriba. El hombre, de 78 años, con movilidad reducida, murió entre las llamas.

Después se escuchó el ruido provocado por los equipos de seguridad y emergencias que se dirigieron a toda prisa hasta el número 11 de la calle. En ese orden: Policía Local, bomberos, 061, Policía Judicial de la Guardia Civil y al día siguiente, la Criminalística. El rumor de que el incendio había sido provocado corrió como la pólvora por la zona residencial.

La investigación del caso

La sección segunda de la Audiencia Provincial de Balears acoge estos días el juicio de los hechos, que apuntan a la nuera del matrimonio como principal sospechosa de provocar el fuego, originado en el garaje de la vivienda, según las investigaciones de la Guardia Civil. Allí, los agentes encontraron varias botellas de butano y elementos de combustión fácil que parecían haber sido colocados adrede. Una de las patrullas de Policía apuntó en la cuarta sesión del juicio, celebrada este jueves, que las sospechas se germinaron al ver dos cojines dispuestos en las ruedas traseras de un vehículo, lo que les condujo a pensar que alguien había intentado prender fuego al coche de la víctima. Además, durante la inspección ocular, se encontraron dos fósforos junto a la puerta de la cochera.

La Policía Judicial detuvo, una semana después del trágico episodio, a la pareja del hijo menor de la familia en el edificio Portus Magnus de la Villa de Portmany, en la localidad de Sant Antoni, por su presunta implicación en el incendio. Según el relato de la hija mayor, M.N, durante el juicio, nada más empezar a salir con su hermano (dos meses antes del fuego), F., de 40 años, él y la acusada, I.C., se mudaron a la parte superior de la casa y ella empezó a tomar decisiones importantes en su familia. Como por ejemplo, dar una medicación a su madre -con principios de demencia- para tranquilizarla.

Por su parte, el hijo de la acusada aseguró, al ser preguntado por el abogado de la defensa durante la cuarta sesión del juicio, que desconocía la relación amorosa mantenida entre su madre, víctima en el pasado de un intento de atropello y amenazas de muerte por parte de su ex pareja, y el hijo del fallecido. También alegó ante la jueza que no tenía constancia de que I.C. se hubiera trasladado de domicilio y que, acudía asiduamente a su casa para visitarla y “siempre estaba allí”, incluso a partir de finales de junio, cuando empezó a salir y a convivir con F.

Acusada de asesinato con alevosía

La mujer, de 63 años, ha permanecido en prisión provisional desde su arresto acusada de asesinato con alevosía a una persona con enfermedad y dependiente y de otro delito de incendio. La Guardia Civil alegó, entre otros indicios de prueba, a las 54 grabaciones de cámaras de videovigilancia que habían captado el recorrido realizado por la acusada la madrugada de los hechos desde su domicilio hasta la casa incendiada en ses Païsses. Las horas coinciden: salió del edificio Portus Magnus a las 1.04 horas y regresó a las 2.31, como captaron las cámaras del portal.

Fue sobre las 2 y cuarto cuando se originaron las llamas. La mujer admitió ante el tribunal haber acudido a la vivienda de sus suegros aquella noche, pero aseguró no recordar el motivo. También fingió no conocer a la cuidadora del matrimonio -quien declaró haber sufrido secuelas psicológicas a raíz de lo sucedido- a pesar de haberse referido a ella varias veces en conversaciones telefónicas. Pero los guardias encargados de la investigación declararon que los principales indicios de sospecha empezaron cuando empezaron a indagar en sus antecedentes, después de percibir que podía haber mano criminal tras el incendio.

La base policial relaciona a la acusada con un segundo incendio donde también hubo una muerte y del que, según el abogado defensor, ella también “fue víctima”. Además, aparecía en el historial otro presunto delito de lesiones tras rociar con aceite hirviendo a otra ex pareja en el año 2015. Uno de los agentes instructores recordó, en el juicio, que habían coincidido con aquel hombre en otra investigación vinculada a la desaparición de un amigo suyo. “Comentamos su estado: tenía el rostro y el torso completamente desfigurados”, apuntó.

Otra de las personas que testificó este jueves ante la Audiencia Provincial fue la hija mayor de la familia. Lo hizo por videoconferencia y visiblemente afectada. M.N. relató que fue solamente después de que la acusada irrumpiera en sus vidas cuando su hermano había intentado suicidarse, algo que nunca había sucedido antes pese a los brotes de alucinaciones y la manía persecutoria que sufría al padecer esquizofrenia. De hecho, estaba siendo atendido en la unidad de Psiquiatría del Hospital Can Misses y tras el episodio, ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde seguía la noche del incendio.

Una persona “peligrosa”

La testigo ya había avisado antes de que su cuñada le parecía una persona “peligrosa” antes del terrible incendio en casa de sus padres, donde acudía con frecuencia para cuidarles: su padre estaba enfermo de cáncer y con claros síntomas de invalidez (necesitaba una silla de ruedas para moverse), y su madre presentaba síntomas avanzados de demencia. Sus impresiones, contó ante el tribunal, empeoraron cuando su marido le preguntó, sorprendido, tras conocer a la acusada, a “quién habían metido en casa”.

Aquella conversación derivó en una llamada a su hermana en la que concluyeron que lo mejor era pedirle que se marchara porque percibían que intentaban aprovecharse de las “vulnerabilidades de la familia”. El propio fallecido, ya muy debilitado por su enfermedad, le confesó que no sabía cómo deshacerse de ella porque F. confiaba ciegamente en la mujer. También le reconoció que habían desaparecido objetos personales, incluida su alianza. Aunque el hijo de la acusada aseguró que su madre no tenía problemas de dinero sino que tenía “una vida acomodada”, sin hipoteca ni grandes gastos.

La situación se torció aún más cuando el hermano intentó suicidarse. Mientras los sanitarios se lo llevaban en ambulancia, la acusada trató, según M.N., de presentarse como la responsable de la familia. Fue entonces cuando su padre le pidió directamente a M.N: “Sácame al bicho de casa”. La madre, desorientada, también le pidió a la mujer que se marchara, pero la acusada se limitó a mirarla “fría e impasible” desde el sofá. Justo antes, los padres le habían estado preguntando a la acusada dónde estaba su hijo, que se encargaba de bañar a su padre, mientras la acusada subía y bajaba las escaleras sin ofrecer una respuesta clara. Hasta que, finalmente, bajó gritando que el joven había intentado quitarse la vida. Decisión que, según la versión de los padres, I.C.“motivó”.

Tras el episodio, las hijas del matrimonio pidieron a la acusada el juego de llaves que, sabían, tenía en su posesión, sin recuperarlas en ningún momento, lo que M.N se arrepiente de no haber denunciado. La hermana mayor testificó que ese mismo día acompañó a I.C. en coche a su casa, con miedo porque ya percibía que se trataba “de una persona mala”. “La maldad existe”, declaró en su testimonio. Días después -y días antes de recibir la llamada de que se había incendiado la casa de sus padres-, la acusada la llamó a su domicilio para amenazarla y pedirle 500 euros: “Os habéis reído de mí, no sabéis con quién os estáis enfrentando”. La acusación pide ahora para la presunta autora del delito prisión permanente revisable y una elevada indemnización.

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