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La interminable espera de 200 españoles varados por el coronavirus en Uruguay 

Una ciudadana española muestra su pasaporte este 11 de mayo frente al Consulado General de España, mientras solicita junto a otros su retorno al país europeo, en Montevideo (Uruguay).

María García Arenales

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Mirta Beltrami, uruguaya de 79 años, llegó a Montevideo desde Madrid junto a su hija Silvia el pasado 6 de marzo, cuando el coronavirus aún no había sido declarado pandemia y nadie esperaba que pusiera en jaque al mundo. Mirta necesitaba hacer trámites presenciales en Uruguay para poder vender su casa y tres semanas después regresaría a España para instalarse en Reus con su hija, quien vive ahí desde hace 16 años. 

Su vuelta estaba prevista para el 29 de marzo, pero fue cancelada a consecuencia del avance del coronavirus y, como tantas otras personas afectadas, quedó varada en Uruguay. Mirta, sin embargo, ya no podrá instalarse en España. Falleció el pasado 14 de mayo por un paro cardíaco. 

“Ha sido un golpe muy fuerte que no esperábamos, porque aunque mi madre fuera mayor, no padecía ninguna enfermedad. Sin duda en estas últimas semanas ha vivido momentos muy estresantes. Tenemos la casa medio desarmada, hemos cambiado los billetes varias veces, y esa incertidumbre también pasa factura”, cuenta a eldiario.es Silvia, quien se encuentra con su marido esperando a que un vuelo les lleve de vuelta a casa, aunque nunca hubieran imaginado un regreso tan triste. 

Aunque la de Mirta es sin duda la historia más dolorosa, hay cerca de 200 españoles y uruguayos residentes en España que permanecen varados en Uruguay desde hace más de dos meses y muchos ya no pueden sostener una situación como esta. El dinero escasea y la salud, sobre todo la emocional, se resiente. Por eso piden al Ministerio de Asuntos Exteriores que facilite un vuelo desde Uruguay que los lleve de vuelta a casa.

Turistas, estudiantes y personas con problemas de salud

Quienes están varados  llegaron al país rioplatense de vacaciones o para visitar a la familia, mientras que otras cursaban estudios cuando las fronteras se cerraron y los vuelos se suspendieron a consecuencia de la COVID-19.  Una de estas personas es Marisel Caraballo, una estudiante española de 23 años que llegó a Uruguay el 8 de marzo con una beca universitaria para estar tres meses. Sus clases, sin embargo, solo duraron una semana y desde entonces permanece varada en el país.

El gobierno uruguayo que dirige Luis Lacalle Pou decretó la emergencia sanitaria el 13 de marzo y con ella la suspensión de clases. En principio solo iban a cancelarse durante dos semanas, pero a día de hoy, continúan suspendidas.

“Desde la Universidad ORT de Uruguay siempre nos decían que se iban a retomar las clases y pensé que era mejor quedarme aquí que ir a España y tener que darlas vía Zoom con lo que supone las 5 horas de diferencia que hay entre ambos países… pero al final nada, y ahora aquí estoy en Montevideo, dando clases también por Zoom”, dice con resignación esta joven, quien lamenta no haber tenido tiempo de conocer a nadie. “Intento llevarlo lo mejor posible, pero a veces me desespero. Venir hasta aquí, encontrarme con esta situación y no poder volver a casa está siendo verdaderamente difícil”, añade.

Entre los varados también hay personas con problemas de salud que tienen dificultades para encontrar su medicación, bien sea porque no existe la misma, es mucho más cara o necesitan la receta de un especialista. 

Hasta el momento el coronavirus no ha golpeado con fuerza Uruguay, que registra 20 fallecidos y 734 casos confirmados, pero el invierno austral está por llegar y eso podría agravar las enfermedades de algunos adultos mayores. Es el caso de Teresa Romero, una uruguaya de 86 años y residente en Alicante que padece fibrosis pulmonar y debería haber regresado el 17 de abril. A lo largo de este tiempo se ha quedado en casa de su nieta Jimena en Montevideo, pero su situación se complica a medida que pasa el tiempo.

“Sus bronquios son muy delicados y nos gustaría que pudiera regresar antes de que empiece acá el invierno. La medicina que trajo se terminó hace tiempo y tampoco hemos podido encontrar la misma”, explica Jimena. 

También hay quienes ya no pueden permitirse pagar otro mes en un piso alquilado o en la pensión donde han estado alojados durante las últimas semanas.  Otras personas, sin embargo, temen perder su trabajo si no regresan pronto a España, como le ocurre a Ana González, una uruguaya que reside en Las Palmas de Gran Canaria desde hace 4 años. Como la isla entró en la fase 2 al ser uno de los lugares menos afectados por el virus, el centro de belleza en el que trabaja ya abrió sus puertas de nuevo. La lista de espera es larga y su jefa la necesita lo antes posible para poder atender a todas las clientas. 

“Si no llego a tiempo, puede que me quede sin trabajo, y mi situación es complicada porque tampoco estoy cobrando el paro”, cuenta a este medio.

Un solo vuelo de repatriación 

Este grupo de unos 200 españoles y residentes varados en Uruguay no es ni mucho menos el único en América Latina. Pero a diferencia de lo que ha ocurrido en otros países de la región, en este solo ha habido un vuelo de repatriación a finales de marzo y no se ha vuelto a habilitar otro desde entonces. 

Si bien se trata de un país pequeño, hay que tener en cuenta que mantiene fuertes lazos con España y, antes de que se desatara la pandemia, había una media de 10 vuelos directos por semana con Iberia y Air Europa.

La semana pasada, además, para sorpresa de todos los que permanecen varados en el país rioplatense, el ministro uruguayo de Exteriores, Ernesto Talvi, anunció que el 11 de mayo llegaría a Montevideo un vuelo de Air Europa desde Madrid con repatriados y que el avión volvería con 300 esquiladores de ovejas uruguayos para trabajar en España, como ya es tradición desde hace años al no haber profesionales que cubran ese trabajo.

“Sentíamos que nos tomaban el pelo. ¿Por qué podían volar los esquiladores y nosotros que llevamos más de dos meses varados no?”, se preguntaba Silvia tras perder a su madre. Y la respuesta es sencilla: el vuelo había sido contratado de forma privada entre varias empresas ganaderas y había logrado aterrizar en Madrid después de un largo y arduo proceso de negociación con el Gobierno.

El grupo de varados también recuerda cómo precisamente las aerolíneas se están aprovechando de esta situación. En lugar de devolver el dinero de los vuelos que se cancelan, ofrecen vales para poder volar en un periodo de dos años -e incluso algunas cobran los cambios de fecha-, pese a la Comisión Europea ha insistido en que los pasajeros deben tener la opción de reembolso si sus billetes han sido cancelados por el coronavirus.

Algo de esperanza

Este domingo llegaba la única señal de esperanza a la que se aferra este grupo de varados en Uruguay. La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, dijo en el programa El Objetivo de La Sexta que en las próximas semanas varios aviones saldrán desde América Latina hacia España, y entre ellos, uno desde Uruguay. 

“Había que repatriar con prioridad a quien no tenía arraigo en los países en los que se encontraban (…) Han vuelto a casa más de 60.000 de esos ciudadanos, unos 27.000 ayudados por los hombres y las mujeres de los consulados y del Ministerio de Exteriores. La primera fase de la emergencia está prácticamente concluida y nos queda ahora la de los que desean venir a España o los que necesitan venir a España”, indicó González, quien aseguró que esta “es la mayor operación de repatriación jamás hecha en este país”.

Al ser consultada sobre si había datos más concretos, la ministra señaló que en las próximas semanas “van a salir 6 aviones de Argentina, uno de Uruguay, uno de Paraguay, uno de Bolivia, uno de Cuba y un ferry desde Marruecos”. “Les pido calma porque, cuando les pedí que salieran de sus países muchos no lo hicieron, y entonces ahora nos tienen que ayudar para que nosotros les ayudemos a retornar”, añadió.

Para el grupo que permanece en Uruguay las palabras de la ministra “son esperanzadoras”, teniendo en cuenta que nombró Uruguay específicamente. “Agradecemos el esfuerzo y desde aquí intentaremos colaborar en lo que podamos”, indica Pepa Gallego, una de las portavoces del grupo. De momento, el colectivo no baja la guardia y seguirá reuniéndose dos veces por semana a las puertas del Consulado español en Montevideo para hacer visible su reclamo.

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