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Policías aterrados de gatillo fácil: la otra tragedia de las armas en EEUU

Policías y manifestantes en la protesta de Ferguson, Misuri, por la muerte a tiros por la policía de Michael Brown en 2014.

Carlos Hernández-Echevarría

Levanta la cabeza y mira a tu alrededor. ¿Qué pensarías si una de cada tres personas con las que te cruzas por la calle tuviera un arma de fuego? Es una situación impensable en España pero completamente real en EEUU.

Ponte ahora en la piel de un policía y piensa en cómo afectaría a tu trabajo. Cada vez que pararas un coche por exceso de velocidad, te acercarías a él sabiendo que es probable que el conductor vaya armado. ¿Qué efecto tendría eso sobre ti?

La respuesta está clara. De todas las estadísticas que nos deja el descontrol de armas en EEUU, una de las más salvajes tiene que ver con la policía. En un año normal, las policías de Alemania, Francia, España, Reino Unido y Japón pueden matar entre todas de cero a 25 personas.

Con una población menor, la policía en EEUU mata 40 veces más: 987 personas solo el año pasado. Los agentes tienen el gatillo fácil pero, ¿por qué?

Porque temen y porque pueden

El 84% de los policías estadounidenses teme a veces por su integridad y casi la mitad dice que siempre está preocupado por que le hagan daño. Además, prefieren el “gatillo fácil” a lo contrario: son más los agentes a los que les preocupa que sus compañeros “gasten demasiado tiempo en analizar una situación antes de actuar” que los que se sienten incómodos porque dediquen “un tiempo insuficiente” a pensar antes de hacer algo.

El miedo a recibir un disparo está muy vivo a pesar de que los datos dicen que cada vez hay menos peligro: desde los peores tiempos a mediados de los 70, el número de agentes muertos en acto de servicio se ha reducido a casi la mitad.

Los policías están asustados, les da miedo pensárselo mucho antes de sacar el arma y además tienen la ley de su lado. El Tribunal Supremo de EEUU ha establecido que un policía puede disparar a alguien solo con “percibir una amenaza razonable”. Es decir, puede usar su arma sin haber sido atacado primero y sin tener que demostrar que peligraba su vida. Basta con mostrar que “una persona razonable” se habría sentido amenazada en esa situación.

Por si esto fuera poco, es difícil demostrar que un policía se ha equivocado al juzgar una amenaza: de los pocos que llegan a juicio, solo uno de cada tres es condenado y de esos solo un tercio acaba en prisión. La proporción es la mitad que cuando el acusado no es policía.

Policías con armas de guerra

Al miedo y la sensación de impunidad hay que sumar la enorme capacidad armamentística de la policía en EEUU. Cuando hay tal proporción de delincuentes armados, los departamentos de policía optan por equiparse con armas más destructivas.

Desde el 11-S, solamente el gobierno federal se ha gastado casi 35.000 millones de euros en material militar para los diferentes cuerpos de seguridad. Pero ese material bélico, como ametralladoras o lanzagranadas, no se usa solo para operaciones antiterroristas. Acaba empleándose en la labor policial cotidiana y disparando las cifras de víctimas.

EEUU gasta mucho dinero en armamento policial pero poco en contratar policías. En España hay unos 270.000 agentes entre Policía Nacional y Guardia Civil, Mossos, Ertzaintza y policías locales. En EEUU hay 421.000, bastante menos del doble para un país que tiene siete veces más población y una tasa de criminalidad mucho más alta. Se puede discutir si aquí hay demasiados, pero parece claro que allí son pocos.

Negros e hispanos, las primeras víctimas

Si para un policía disparar o no depende de una decisión rápida sobre si su vida está en peligro, ahí entran en juego todo tipo de factores personales. Es indiscutible que los agentes en EEUU deben de sentirse mucho más amenazados cuando tratan con un afroamericano o un hispano, ya que estas minorías representan el 30% de la población, pero el 43% de las personas muertas a manos de la policía.

Más indignante aún es observar el dato de las víctimas que mató la policía cuando iban desarmadas: el 60% de ellas pertenece a una minoría étnica.

La consecuencia más visible de no regular las armas en EEUU son las matanzas en las escuelas, pero sus efectos en la policía son dignos de tenerse en cuenta. Una sociedad en la que es tan fácil adquirir una pistola, a la fuerza tiene que ser una sociedad donde los agentes del orden estén siempre en tensión y dispuestos a disparar. Los resultados están ahí: 987 personas que murieron no ya antes del juicio, sino antes de ser esposados y llevados a la comisaría.

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