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The Guardian en español

“Cerrado por mantenimiento”: turismo sostenible en las islas Feroe

Casada de Gasadalur, en las islas Feroe.

Tim Ecott

Islas Feroe —

El túnel que lleva a Gasadalur, en la isla de Vagar, se construyó hace ya quince años. Antes, los habitantes de esta pequeña aldea en las Islas Feroe usaban un barco que nunca sabían cuando pasaba, al que llegaban caminando por una pendiente de medio kilómetro en la montaña al sur del pueblo.

El cartero, que subía esa cuesta tres veces a la semana, ya era uno de los hombres con mejor estado físico del archipiélago. Y no solo el correo tenía que hacer ese camino. Los ataúdes también subían la montaña hasta el cementerio de Bøur, a cinco kilómetros, y los enfermos que acudían a ver al médico.

Hoy solo quedan 11 personas viviendo en Gasadalur. Y sin el túnel, lo más probable es que hoy fuera uno más de los pueblos abandonados de las Feroe.

Ahora soy yo el que hace esta escalada junto a varios feroeses. Nos acompañan tres matemáticos de Washington, un farmacéutico de Glasgow, un funcionario de Londres, dos estudiantes de Finlandia y dos bioquímicos de Bratislava. Todos voluntarios llegados a las islas como parte del programa turístico que ha declarado al país “cerrado por mantenimiento” durante un fin de semana de abril.

“Nos apuntamos en cuanto nos enteramos”, cuenta Rachel Levy, una de las voluntarias estadounidenses, que ha venido con Sam, su marido, y su hija Miriam, universitaria. “Nos gusta viajar así, conociendo a gente local y sintiendo que hemos hecho una contribución positiva”, comenta. 

La de “los volunturistas”, como nos llaman los responsables del programa 'Visit Faroe Islands', es retirar las piedras sueltas del camino y clavar estacas de madera para hacer visible la senda más segura de la montaña. La gente del pueblo se encargaba antes de limpiar la cuesta,  pero desde que llegó la carretera, rara vez utilizan este acceso. La restauración no es tanto para ellos sino para el creciente número de turistas que vienen a explorar este archipiélago de abundantes aves marinas, ovejas salvajes y montañas escarpadas. Gasadalur también es conocido por tener uno de los paisajes más fotografiados de las Feroe: una cascada que brota de la pared del acantilado y cae sobre el Atlántico.

Alcanzamos la cima tras cincuenta minutos de dura caminata. El viento es fuerte y nos tenemos que guarecer detrás de un macizo de piedra para evitar que nos arrastre. Sobre estas islas soplan a menudo los vientos más fuertes de Europa.

Johan Pauli Helgason, gerente de desarrollo de 'Visit Faroe Islands', fue uno de los promotores de este fin de semana. “Fue una campaña de marketing pero también se trataba de mejorar de verdad la experiencia turística, y permitir que los visitantes y la población local tuvieran un intercambio cultural adecuado”, cuenta sobre los distintos objetivos del proyecto. “Vemos esto como una versión sostenible de turismo para un país que solo tiene 50.000 habitantes”, añade. 

Helgason fue el responsable de la logística, el que logró que 105 voluntarios de 25 países llegaran y partieran sin problemas, participando en 10 programas distintos y en colaboración con los organismos de administración local.

Había proyectos en la colonia de frailes de la isla de Mykines, en el puerto natural de Gjogv, y en los altos acantilados de Trælanipa, donde el lago más grande del archipiélago parece flotar a cientos de metros sobre el Atlántico (el mejor para las fotos de Instagram). Un grupo de voluntarios también viajó a Suđuroy, la isla más al sur a dos horas en ferry de la capital, Torshavn. Todos se alojaron en pensiones y casas de la gente del lugar y, muy importante, nadie cayó rodando por la montaña ni se torció un tobillo en el barro.

Uno de los objetivos principales era delimitar los caminos y hacerlos seguros. Especialmente en Mykines y Trælanipa. El suelo del norte, cubierto por una escasa capa de hierba y erosionado por una cantidad creciente de viandantes, hace resbaladizos los caminos en un país donde llueve 300 días al año. Antes solo los pastores y sus rebaños transitaban la zona pero el aumento significativo de excursionistas y turistas convierte en desafío minimizar el impacto ecológico negativo. La vegetación tarda en recuperarse porque la zona está a 62 grados de latitud norte. En estos campos anidan, además, aves como la agachadiza, el ostrero y el págalo grande.

Los senderos que unen la mayoría de los asentamientos no están restringidos, aunque en las Feroe casi todos los pastos de montaña son privados. Algunos agricultores ya han comenzado a cobrar el paso por las rutas más populares. No existe un consenso sobre la forma de gestionar el aumento de visitantes que se espera para los próximos años, las islas reciben hoy unos 110.000 visitantes y la mitad vienen de cruceros que pasan unas horas en Torshavn.

El objetivo de duplicar los ingresos del turismo para el año 2020, parece muy plausible. En parte, por el trabajo que se ha llevado a cabo para convertir a las islas en destino obligado de instagrammers e influencers. “Sabemos que nuestras islas son especiales y creemos que podemos aumentar nuestro mercado sin dañar la esencia de lo que significa ser feroés”, cuenta optimista el director de 'Visit Faroe Islands', Guđriđ Højgaard. 

Johan Jogvansson cultiva las tierras alrededor del asentamiento histórico de Saksun, un grupo de casas pequeñas con hierba en el techo que mira hacia la antigua iglesia encalada. Más abajo, un lago y una carretera de un solo carril. Jogvansson cuenta que el tráfico de turistas interrumpe sus labores agrícolas. “Los turistas vienen aquí por un solo motivo”, narra mientras toma el té en su cuidada cocina de paneles de madera. “Sacar fotos de mi granja”, responde, “¿pero qué gano yo con eso? Me quedo atascado con el tractor en el tráfico y tengo que andar revisando que no haya nadie al otro lado de mi ventana cuando me ducho”. 

La Asociación de Agricultores de las Islas Feroe pretende que sus miembros también saquen provecho de la creciente economía turística. Su presidente, Sigert Patursson, es un hombre con aspecto de vikingo, mejillas rosadas y una espesa barba rubia. Camina por los campos de su granja, en las afueras de Torshavn, con un jersey de punto grueso, indemne al frío de la brisa.

“Queremos que los agricultores piensen en ofrecer a los caminantes algo que pueda aportarles un poco de dinero extra; alojamiento y desayuno, almuerzos para llevar o visitas guiadas... Aquí es bastante difícil ganarse la vida con la tierra y necesitamos garantizarnos una parte del negocio del turismo”, explica. 

Para cualquiera que venga de otra parte del mundo, está claro que en las Islas Feroe no hay un exceso de turismo. La mayoría de los feroeses aún ve a los turistas como un valor y se sienten halagados de que haya personas que quieran conocer su cultura. A través de su compañía Veingir, Ditte Mathilda Joensen organiza pequeños paseos para sacar fotos. “Quiero que los visitantes conozcan a los locales y se hagan amigos”, expone. “Para mí, el turismo tiene que ser un proceso en las dos direcciones, espero que no lo perdamos de vista a medida que crecemos”, apunta.  

El fin de semana 'Cerrado por mantenimiento' puede ser la clave del desarrollo turístico para comunidades pequeñas. Una de las voluntarias, Lene Finnestad, médico en Oslo, señala que estaría encantada de repetir un proyecto similar. “Trabajamos en colaboración, hicimos amistad con los feroeses y con otros voluntarios; todos teníamos valores muy parecidos”, subraya. “Sientes que has devuelto algo en lugar de limitarte a consumir lo que el país tiene para ofrecer”, sentencia.  

He conocido bien las Feroe y me he preguntado acerca de la eficacia del 'volunturismo' en términos prácticos. Tjóðhild Patursson, habitante de la isla de Nolsoy, me ayudó a entender que la ayuda de los visitantes a su pequeña comunidad era perfectamente tangible. “Muchos visitantes se equivocan de camino en las montañas y cuando se pierden o se lesionan, tenemos que ocuparnos de ellos”, argumenta. “Nuestro ayuntamiento no ha tenido el tiempo, el dinero o la mano de obra para marcar la ruta, pese a que llevamos hablando de ello desde hace años; es notable lo que en sólo dos días lograron los visitantes”, cuenta. 

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