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The Guardian en español

Qué pasará en Colombia tras el rechazo al acuerdo de paz en las urnas

El expresidente colombiano Álvaro Uribe comparece tras conocer los resultados del referéndum.

Sibylla Brodzinsky

Bogotá —

El rechazo de Colombia a un acuerdo de paz con los rebeldes de las FARC para acabar con 52 años de guerra no implica una vuelta inmediata a las hostilidades, pero hace que las posibilidades de que llegue la paz, que parecían estar al alcance de la mano, vuelvan a ser una perspectiva lejana.

Todas las piezas estaban colocadas para empezar a aplicar un acuerdo que se estuvo cocinando durante cuatro años de conversaciones entre los negociadores del Gobierno y los de las FARC en La Habana. La guerrilla ratificó el acuerdo en una conferencia nacional. El presidente, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Timochenko, lo firmaron en una ceremonia pública. Los observadores de la ONU estaban preparados para supervisar la reunión y el desarme de los 5.800 combatientes de la guerrilla. Se ha dicho que el comité que concede los premios Nobel estaba valorando otorgar el de la paz a Colombia.

Pero al someterlo a una votación popular, los colombianos dijeron no este domingo, aunque por un margen muy estrecho. Solo el 37% de los electores fue a las urnas. De entre ellos, el 50,2% votó en contra del acuerdo de paz, frente al 49,7% que dijo sí.

Al igual que el referéndum sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea, fue un riesgo que Santos no tenía la obligación de asumir: una votación de sí o no sobre un acuerdo complicado que tenía un gran apoyo internacional, pero que chocaba con el resentimiento visceral que muchos votantes tienen hacia las FARC. La diferencia es que esta votación aspiraba a poner fin a una guerra.

El resultado dejó pasmados al Gobierno, a las FARC, a los analistas e incluso a algunos de los defensores del no. “Esto es un baño de realidad”, valora Kristian Herbolzheimer, experto en resolución de conflictos de la consultora de paz británica Conciliation Resources.

Tratando de mitigar el miedo a un regreso a la guerra, tanto el Gobierno como las FARC pronto dijeron que, a pesar del revés en las urnas, seguirían insistiendo en la paz. Santos aseguró que el alto el fuego bilateral que lleva en vigor en torno a un mes seguirá adelante, y las FARC prometieron que sus armas serán las palabras.

Abrir el diálogo a más interlocutores

Herbolzheimer cree que el proceso de paz continuará ahora con nuevos parámetros. “Ya no será un diálogo entre el Gobierno y las FARC”, explica. “Tendrán que buscar soluciones creativas que podrían convertirlo en negociaciones multilaterales”.

Santos ha convocado un diálogo con todas las formaciones políticas, incluida la campaña por el no liderada por su mayor crítico, el expresidente Álvaro Uribe. Aunque Santos fue el ministro de Defensa de Uribe, los dos políticos se convirtieron en enemigos encarnizados desde que Santos, tras ser elegido presidente, no dio continuidad a las políticas de mano dura contra las FARC, sino que prefirió sentarse a negociar con ellas.

El acuerdo que alcanzaron incluía disposiciones para que las FARC rompan sus lazos con el narcotráfico, entreguen las armas y se transformen en un movimiento político. Mientras que los combatientes de base serían amnistiados, los líderes pasarían por un tribunal especial que, si confesaran, los sentenciaría a penas que no serían de cárcel.

Según Uribe, el acuerdo daría impunidad a líderes responsables de graves crímenes, premiaría a los criminales al permitirles participar en política y erosionaría la Constitución y las instituciones de Colombia.

Un reto para Uribe

No está claro si se podrá alcanzar un nuevo acuerdo. “Ahora es Uribe quien tiene la responsabilidad de demostrar que puede desarrollar un plan mejor”, considera Herbolzheimer. “Es difícil decir qué es posible y qué no lo es”.

El analista Héctor Riveros cree que podríamos ver pronto una reunión directa entre Uribe y el líder de las FARC, Timochenko, aunque el primero rechazó en mayo una invitación a las negociaciones de La Habana. Ambos tienen un interés en común: tanto las guerrillas como Uribe han pedido una asamblea constituyente que reescriba la Constitución de 1991. Podría ser una salida a la enrevesada situación en la que se encuentra ahora Colombia, pero también abriría la puerta a que las FARC recuperen demandas que se habían descartado en las negociaciones.

“Las FARC subirán el listón de nuevo y volverán a sus demandas originales”, pronostica el analista político Fernando Giraldo. Advierte que, aunque los rebeldes han mantenido un estricto mando sobre sus tropas, los resultados de la votación pueden empezar a mostrar fisuras en la determinación de la guerrilla por la paz. Incluso antes del plebiscito, miembros renegados de una unidad rebelde dijeron que no participarían en el acuerdo de paz.

“Ahora las FARC son totalmente vulnerables y están abiertas a profundas divisiones”, apunta Giraldo. “Tendrán miedo a que todo esto se venga abajo en cualquier momento”.

A pesar del resultado, Herbolzheimer no cree que fuese un error someter el acuerdo a una votación popular. “Si no hubiera habido un plebiscito, los críticos se habrían pasado la vida culpando a Santos de todo lo que pudiera haber salido mal”.

El analista Fernando Cepeda considera por su parte que la situación inesperada en que se encuentra Colombia puede tener ventajas. “Es posible que esto sea una gran oportunidad para construir una paz sobre un consenso nacional”, señala.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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