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The Guardian en español

Una estadounidense arrepentida de ISIS pide volver a casa: “Por favor, perdónenme por ser tan ignorante”

Imagen de archivo de mujeres con niqab en La Haya, Países Bajos.

Martin Chulov / Bethan McKernan

Al Hawl (Siria) —

Capturada por las fuerzas kurdas tras huir del último pedazo de tierra bajo el dominio de ISIS, una mujer estadounidense dice lamentar profundamente haberse unido al grupo terrorista en Siria y pide que le permitan regresar junto a su familia en Alabama.

Hoda Muthana, de 24 años, estuvo entre las provocadoras de ISIS más conocidas de Internet, pidiendo en las redes sociales el derramamiento de sangre estadounidense. Cometió un “gran error”, dice, cuando hace cuatro años dejó que le lavaran el cerebro por Internet y cuando decidió marcharse de Estados Unidos.

En el campo de refugiados de al Hawl (norte de Siria) Muthana habla con The Guardian mientras su hijo de 18 meses juega a sus pies. Dice que no supo entender su fe y que sus amigos de aquella época creían estar siguiendo los principios del islam al alinearse con ISIS. “Básicamente, estábamos en una época de ignorancia [...] y luego nos convertimos en yihadistas, si quieren ponerlo así”. “Pensé que estaba haciendo las cosas correctamente en lo que a Dios se refería”, añade.

Muthana es la única estadounidense de las 1.500 personas extranjeras que hay, entre mujeres y niños, viviendo en un gigantesco campamento de 39.000 habitantes a dos horas de la batalla que en pocos días terminará con los terroristas.

Su experiencia en el autoproclamado califato coincide con el sorprendente ascenso y precipitada caída de ISIS a lo largo de estos cinco bestiales años. Tras planearlo durante meses y sin que su familia lo supiera, en noviembre de 2014 Muthana huyó de casa en un vuelo hacia Turquía. Se instaló en la ciudad siria de Raqqa, uno de los dos centros principales de ISIS en aquel momento (el otro era la ciudad iraquí de Mosul) y allí se casó con Suhan Rahman, yihadista australiano y el primero de sus tres maridos.

A Rahman lo mataron en la ciudad de Kobane. Poco después, Muthana tuiteaba enfadada: “¡Estadounidenses, despierten! Hombres y mujeres, todos juntos. Tienen mucho que hacer mientras viven bajo nuestro mayor enemigo, ¡ya está bien de descansar! Disparen desde los coches y derramen su sangre o alquilen grandes camionetas para atropellarlos a todos. A los veteranos, a los patriotas, a los homenajeados... Mátenlos”.

Su twitter estuvo lleno de espeluznantes frases de provocación durante muchos meses de 2015. ahora dice que siguió siendo una fanática hasta el año siguiente y que otras personas se apoderaron de su cuenta.

Al poco tiempo se casó con un combatiente tunecino, el padre de su hijo Adam. Cuando mataron en Mosul a ese segundo marido, Muthana se retiró junto a decenas de mujeres al corazón de los cada vez más reducidos territorios de ISIS. El año pasado se casó allí, por poco tiempo, con un combatiente sirio.

Muthana dice que su familia en Alabama, profundamente conservadora, le limitaba los movimientos y las relaciones. Según ella, eso contribuyó a su radicalización. “Lo que quieres es salir con tus amigos pero yo no tenía nada de eso; me metí en la religión y lo hice con demasiada intensidad; era autodidacta y pensaba que todo lo que leía era correcto”, dice.

“Cuando miro hacia atrás pienso que fui muy arrogante, pero ahora me preocupa el futuro de mi hijo. Al final no me quedaban muchos amigos, los iba perdiendo a medida que les hablaba de la opresión que ejercía ISIS. A mí me lavaron el cerebro una vez, pero mis amigos siguen teniéndolo”.

Muthana huyó hace seis semanas del pueblo de Susa, cerca del actual frente de batalla en Baghuz. Dice que durante dos noches durmió en el desierto junto a otros exiliados de ISIS. Hasta que las fuerzas kurdas la capturaron y la llevaron a al Hawl, donde ahora es una más entre esposas y viudas de combatientes de todo el mundo.

Las mujeres no pueden salir del campamento y unos guardias armados las escoltan cada vez que hay una reunión. Les dan comida y un poco de asistencia. A lo largo de los últimos cuatro años, en al Hawl han surgido nuevas alianzas, rencores y enemistades. Según las residentes del campo, las extranjeras se dividen en tres categorías: rusas, tunecinas y otras occidentales.

“Ellas [las rusas y las tunecinas] nos están haciendo la vida imposible”, dice Lisa Andersson, una detenida sueca. “Si sales de la tienda sin tu burka o dices algo a los que gestionan el campo, te pegan a ti o a tus hijos. Te amenazan con quemarte la tienda”. La hija de Andersson murió hace un mes en el campamento. Según ella, fue debido a la falta de atención sanitaria.

La desesperada situación que viven los niños de ISIS ha llevado a Khadija Suleiman, una detenida sudafricana, a acoger a dos niños alemanes. La madre se murió y al padre lo tienen detenido en otro campo. Suleiman también cuida de un huérfano francés.

Muthana describe como “muy alucinante” su experiencia con ISIS. “Era como una película. Leías un libro y creías saberlo todo. Estoy realmente traumatizada por mi experiencia. Nos moríamos de hambre y comimos hierba, literalmente”.

Donald Trump pidió el domingo a los países occidentales que repatriaran a sus ciudadanos capturados, ignorando el poco entusiasmo que la Casa Blanca ha mostrado por hacer lo propio. “Estados Unidos está pidiendo a Gran Bretaña, Francia, Alemania y otros aliados europeos que se hagan cargo de los más de 800 combatientes de ISIS capturados en Siria y los lleven a juicio”, dijo el presidente de Estados Unidos. “El califato está a punto de caer; la alternativa no es buena opción, ya que nos veremos obligados a liberarlos...”.

Muthana dice que no ha estado en contacto con autoridades estadounidenses desde su captura. Este es su mensaje para ellos: “Por favor, perdónenme por ser tan ignorante, yo era muy joven, no sabía nada y tenía 19 años cuando decidí irme. Creo que Estados Unidos da segundas oportunidades. Quiero volver y nunca volveré a Oriente Medio. Estados Unidos puede quedarse con mi pasaporte y no me importará”.

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