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The Guardian en español

Caos en la política exterior de Trump en Libia: de promover una resolución en el Consejo de Seguridad a bloquearla

El mariscal Jalifa Hafter ha lanzado una ofensiva contra el gobierno reconocido por la ONU.

Julian Borger / Patrick Wintour

Justo cuando Trípoli es atacada, la influencia de Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU) sobre Donald Trump ha convertido en un caos la política de Estados Unidos hacia Libia. El país norteafricano se encuentra, una vez más, a punto de entrar en una guerra de escala mayor.

En cuestión de días, el Departamento de Estado pasó de promover que el Consejo de Seguridad de la ONU pidiera un alto al fuego y el fin de la ofensiva de Khalifa Haftar contra Trípoli a amenazar con vetar esa misma resolución.

El repentino cambio de política llegó después de una reunión entre Trump y Abdel Fattah al-Sisi, el líder egipcio; así como de una conversación telefónica con Mohamed bin Zayed Al Nahyan, príncipe heredero de EAU.

Según fuentes diplomáticas y de acuerdo con el testimonio de un exfuncionario estadounidense, los dos dirigentes convencieron a Trump para que hablara por teléfono con Haftar y realizara una declaración elogiándolo. Egipto y Emiratos son los principales aliados de Haftar, señor de la guerra del este de Libia y ciudadano de EEUU desde que se exilió en ese país huyendo del régimen de Muamar al Gadafi.

Según la agencia de noticias Bloomberg, tanto Trump como su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, apoyaron la ofensiva de Haftar. Una contradicción directa con la declaración formal que unos días antes había hecho el secretario de Estado, Mike Pompeo.

El comunicado en el que el Departamento de Estado pide un alto al fuego en Libia y el retorno de la ONU como organismo de mediación política no resuelve la confusión generada con el apoyo personal de Trump a Haftar. “La paz y la estabilidad duraderas en Libia sólo se lograrán mediante una solución política. Pedimos a todas las partes que vuelvan rápidamente a la mediación política de la ONU, cuyo éxito depende de un alto al fuego en Trípoli y sus alrededores”, dice el texto enviado este lunes por un portavoz del Departamento de Estado.

Libia es el último ejemplo en una larga lista de temas de política exterior y seguridad mundial en los que Trump deshace políticas de toda la vida sin avisar ni consultar a sus aliados o al resto de su administración.

Trump ha abandonado el apoyo oficial que EEUU daba al asediado Gobierno de Trípoli (respaldado por las Naciones Unidas) y la defensa que el país hacía de la ONU como organismo mediador. Según varios diplomáticos europeos, lo ha hecho para complacer a Egipto y a Emiratos. El presidente estadounidense necesita a los dos países, aliados de Haftar, para que apoyen el plan de paz palestino-israelí de su yerno Jared Kushner, que se dará a conocer en junio cuando termine el Ramadán.

Según diplomáticos con acceso a los informes sobre las negociaciones, Sisi aprovechó su visita a la Casa Blanca del 9 de abril para pedir a Trump que mostrara su apoyo a Haftar, retratado como el líder de la lucha contra el terrorismo en Libia.

Trump llamó a Haftar el 15 de abril pero la Casa Blanca mantuvo en secreto la conversación. Hasta que Mohammed bin Zayed, el príncipe de Abu Dhabi, pidió a Trump que hiciera público su apoyo para fomentar así deserciones en las filas de las muchas milicias libias y la incorporación de nuevos soldados a la causa de Haftar.

El 19 de abril, la Casa Blanca publicó un informe en el que se reconocía la conversación con Haftar y se elogiaba al líder libio por “su importante papel en la lucha contra el terrorismo”.

Según un antiguo miembro de la Administración Trump, “el Departamento de Estado no tuvo conocimiento previo de esa conversación y tampoco hubo un análisis político”. “EEUU no tiene una política coherente sobre Libia porque no ha habido ninguna comisión evaluadora de políticas, tan sólo es la familia Trump comportándose como si estuviera haciendo negocios”.

Unos días después de aquella llamada del príncipe, EEUU cambió radicalmente su postura sobre Libia. La delegación estadounidense en la ONU amenazó con vetar una resolución del Consejo de Seguridad, redactada por el Reino Unido, en la que se pedía el fin de la ofensiva de Haftar y un alto al fuego inmediato.

La amenaza de veto fue una sorpresa desagradable para los aliados de Estados Unidos. Había sido el propio Departamento de Estado el que animaba unos días antes al Reino Unido a redactar la resolución. Su responsable, Mike Pompeo, había publicado una declaración formal oponiéndose al ascenso al poder de Haftar.

“La luz verde había venido de un alto funcionario del Departamento de Estado”, cuenta un diplomático europeo. “En una semana hubo un cambio total; de la luz verde pasaron a rechazo total; y no dijeron ‘creemos que es una mala idea’, lo que dijeron fue ‘vamos a vetarlo, no queremos que haya resolución”.

Según ese diplomático, Estados Unidos se mostró incluso más firme que Rusia en el rechazo a una resolución de la ONU. Los delegados del gobierno de Vladimir Putin habían pedido que se introdujeran enmiendas para lograr una resolución más “equilibrada” y no tan claramente anti-Haftar pero nunca hablaron de un veto en el Consejo de Seguridad.

Consultado acerca de la política exterior de la Administración Trump, el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU remitió este lunes al Departamento de Estado y publicó un comunicado reafirmando el apoyo a un alto al fuego. Pero aún no se ha explicado el rechazo de EEUU a una resolución de la ONU, ni el apoyo abierto a Haftar, acusado de crímenes de guerra.

Al adelantarse con su ofensiva, Haftar desbarató la conferencia auspiciada por la ONU en la ciudad libia de Gadamés. Ghassan Salamé, el enviado especial de las Naciones Unidas en Libia encargado de organizarla, lanzó una advertencia desde París por el apoyo de Occidente a Haftar. “No es Abraham Lincoln, no es un gran demócrata.... Viéndolo actuar, sus métodos pueden preocuparnos porque donde gobierna, no lo hace suavemente sino con puño de hierro”, dijo. Una crítica atípica, por su contundencia, para un mediador de la ONU.

Casi ningún diplomático creía que una resolución de la ONU haría gran cosa para detener la lucha sobre el terreno, pero muchos temen que la falta de un mensaje contundente de la comunidad internacional junto al aparente apoyo de Trump aceleren la caída de Trípoli debido a los desertores que se podrían unir ahora a las filas de Haftar.

Según Wolfgang Pusztai, exagregado de Defensa en la embajada austríaca de Libia, la batalla por la capital está en un momento clave. “Se encuentra en un punto de inflexión”, cuenta Pusztai, que ahora trabaja como consultor privado en temas de seguridad y preside la junta asesora del Consejo Nacional para las relaciones entre Estados Unidos y Libia. Las fuerzas de Haftar, señala, avanzan en uno de los frentes de las afueras de Trípoli. En otro han sido detenidas y en un tercero están siendo desplazadas por una milicia de Misrata.

Para Jonathan Winer, exenviado especial de Estados Unidos para Libia, cambiar la política estadounidense y apoyar a Haftar en la creencia de que puede ser un aliado confiable para la lucha antiterrorista tendrá consecuencias terribles. “El riesgo es que Libia termine pareciéndose más a Siria, con un conflicto civil cada vez mayor, una gran cantidad de personas huyendo, una crisis humanitaria y el resurgimiento del terrorismo”, dijo. “La solución que necesitamos es política, no militar”.

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