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Sobre este blog

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Juanlu Sánchez es periodista, cofundador y subdirector de eldiario.es. Colabora en La Sexta y en el New York Times. Fue cofundador de Periodismo Humano y como reportero pasó de la cobertura especializada en derechos humanos a documentar la génesis y las consecuencias sociales y políticas del 15M. Es autor del libro 'Las 10 mareas del cambio' y profesor en el Máster Oficial de Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche.

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Pablo Iglesias, secretario genreal de Podemos

Juan Luis Sánchez

Podemos tuvo una primera temporada espectacular. Supo compaginar acción, un guion que no te dejaba respirar y una progresión meteórica en las emociones que se provocaban en el espectador. Los trucos de la ficción estaban como siempre ahí, pero la audiencia estaba deseando que alguien les diera un producto como ese para poder entregar toda su capacidad de suspensión de la incredulidad. Su capacidad de ilusionarse.

Luego, como casi siempre que las series tienen éxito, los productores tuvieron que alargar las tramas más de la cuenta y tirar de nuevos personajes que no gustaron tanto. Aparcaron la posibilidad de crear nuevos protagonismos, de dar sitio a grandes actores para enriquecer la serie para así controlar mejor el rumbo de la historia principal. Algunos, descontentos con su papel o peleados con la dirección, abandonaron la serie para verla atentamente desde casa.

Lo que para los guionistas principales parecía casi una sucesión automática de grandes momentos que les llevaría al gran clímax final se fue deshaciendo entre argumentos menores que fueron desgastando a los protagonistas. En la segunda temporada de Podemos, la que comenzó en Vistalegre, el protagonismo se lo llevaron más bien otras series desarrolladas en su mismo universo con otros personajes como Carmena y Colau, que tuvieron más éxito, como cuando Aída empezó a tener más audiencia que 7 vidas.

Y el último capítulo de la segunda temporada de Podemos, desarrollado en Catalunya, ha sido terrible, casi dramático cuando parecía que el PP iba a sacar más escaños que Catalunya Sí que es pot. Ya se veía venir que el personaje aparecido a mitad de temporada, Lluís Rabell, estaba puesto en el guion sin mucha fe y con muchas probabilidades de morir en el último capítulo. Un camisa roja.

En un escenario polarizado, las comparaciones de la coalición de Podemos, ICV y EUiA con los resultados anteriores de ICV son relevantes pero no científicas. Estas elecciones no eran solo unas elecciones autonómicas y las posiciones intermedias, que ya de por sí vienen sufriendo, esta vez eran aún más arriesgadas. Por eso el descenso del PSC no se vive en Ferraz como una derrota sino casi como un alivio. Y por eso nadie puede asegurar que ICV habría tenido un resultado mejor sin Podemos. Se puede decir que a Catalunya Sí que es Pot no le ha sobrado nada pero sí le ha faltado mucho.

Las elecciones catalanas han supuesto un buen empujón a Ciudadanos, que parecía haberse diluido en las municipales y autonómicas de mayo, enmarañados entre pactos y candidatos que no están a la altura. El sabor de boca que deja el 27S en Ciudadanos le viene muy bien a Albert Rivera, que ahora además no tiene que hacer otra cosa con esos resultados que presumir de ellos; no hay pactos ni piruetas a la vista. Además, si el PP sigue jugando a tensar la cuerda catalana, quizá acabe movilizando el voto a Ciudadanos además o en vez del suyo.

Al PSOE le gusta la idea de no tener que depender de quien le ha humillado y una posible relación con Ciudadanos en vez de con Podemos no le aterra. Sería además un equivalente a un gran pacto en el centro que demandan las grandes empresas para frenar a la nueva izquierda pero sin el suicidio de acordar con el PP. Y sería una opción más segura que la de llevarse bien con Pablo Iglesias, que por muy pragmático que se vuelva representa a un partido que lleva en el ADN hacerse con la base social del PSOE, no complementarla. Por supuesto, esto de elegir solo será posible si los resultados lo permiten, y no está nada claro.

Así que con ese suspense comienza ahora la tercera temporada de Podemos. La trama principal va a tener que ver con cómo y con quién la serie se abre a esos nuevos protagonistas que poco a poco han ido quedando desencantados y que ahora habrá que “seducir” de nuevo, como le gusta decir al jefe de los guiones, Íñigo Errejón. En función de eso, Podemos se dibujará como un puente de izquierdas para un posible gobierno de Pedro Sánchez o como un agente de oposición pura en alianza con toda la izquierda que no quiere rozarse con el centro.

Nos van a hacer falta subtítulos.

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Juanlu Sánchez es periodista, cofundador y subdirector de eldiario.es. Colabora en La Sexta y en el New York Times. Fue cofundador de Periodismo Humano y como reportero pasó de la cobertura especializada en derechos humanos a documentar la génesis y las consecuencias sociales y políticas del 15M. Es autor del libro 'Las 10 mareas del cambio' y profesor en el Máster Oficial de Innovación en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Elche.

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