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El circuito de Fórmula 1 de Madrid pasará junto a vestigios de la Guerra Civil que el Ayuntamiento se niega a abrir al público

Los fortines de la Mata Espesa, en su nuevo recinto cerrado al público

Ray Sánchez

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El futuro circuito de Fórmula 1 en Madrid tendrá una curva custodiada por dos nidos de ametralladoras. Una peculiaridad que pasó bastante desapercibida durante la presentación, hace dos semanas, del nuevo Gran Premio de España que se celebrará en los recintos feriales de Ifema a partir del año 2026. Solo el ingeniero italiano Jarno Zaffelli, CEO de la empresa Dromo que ha diseñado el trazado, habló del “búnker” cuando describió el recorrido del circuito. Se refería a los fortines de la Mata Espesa, construidos por el Gobierno de la República para defender Madrid durante la Guerra Civil. Dos cubos gemelos de hormigón, de más de cien toneladas cada uno, que fueron trasladados en 2020 mediante una operación inédita en España que costó al recinto ferial 177.000 euros.

Los fortines, protegidos por ley, estorbaban para la frustrada ampliación de Ifema en el desarrollo de Valdebebas, y se trasplantaron a un nuevo recinto musealizado junto a la calle Francisco Umbral. El Ayuntamiento de Madrid gobernado por José Luis Martínez-Almeida (PP) dijo entonces que en su nuevo emplazamiento podrían “ser visitados y accesibles para todos los ciudadanos”. Cuatro años después, sin embargo, el recinto de los fortines permanece cerrado porque el consistorio ha cambiado de opinión. “Es inviable por su situación”, se justifica una portavoz municipal.

Los fortines de la Mata Espesa se encuentran en el noreste de la ciudad, justo en el límite del distrito de Barajas con el de Hortaleza, junto al barrio de Las Cárcavas. Según fuentes municipales, esta pareja de nidos de ametralladoras no tiene “una entidad relevante” que justifique su incorporación al programa de visitas guiadas Pasea Madrid, que sí incluye otros enclaves de la Guerra Civil en el mismo distrito de Barajas como el búnker del parque de El Capricho o el fortín del castillo de la Alameda.

De esta manera, el Área de Cultura, Turismo y Deporte que dirige la delegada Marta Rivera de la Cruz desdice a su predecesora, Andrea Levy, que hace cuatro años prometía que los fortines abrirían al público tras su traslado y posterior restauración. “Esta actuación se enmarca dentro de la preocupación y sensibilidad del actual Gobierno de Madrid hacia el patrimonio histórico de la Guerra Civil”, aseguraba el Gobierno de Almeida en una nota de prensa en octubre de 2020.

Un traslado difícil

Los fortines de la Mata Espesa fueron trasladados el 2 de noviembre de 2020 por Ifema, la empresa que gestiona los recintos feriales de Madrid, porque suponían un obstáculo para construir tres nuevos pabellones en un descampado del desarrollo de Valdebebas que entonces albergaba el macrofestival de música Mad Cool. Solo unos días antes del traslado, el 20 de octubre, el entonces director general de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento, Luis Lafuente, defendía el traslado de los fortines porque quedarían alojados en un nuevo recinto con “paneles informativos en el que se contextualizará la historia y el significado de estos bienes culturales”.

Lo dijo en una sesión de la comisión municipal de Cultura, donde atribuyó al Ayuntamiento la decisión de mover los fortines para “ponerlos en valor”. “Se ha trabajado para que los fortines fueran ubicados con idéntica orientación a la que tienen actualmente y en una zona que resulte accesible a los visitantes, porque se encontraban en un estado de degradación importante en una zona vallada que no es accesible al público”, argumentó Luis Lafuente, que en la misma sesión señaló su intención de que Ifema asumiera el mantenimiento y la conservación de los fortines como contraprestación por la cesión de la parcela municipal en la que pretendía ampliar los recintos feriales.

“Y si esa propuesta no llegase a buen puerto, el mantenimiento y la conservación de estos fortines serán asumidos por la Dirección General de Patrimonio que dirijo”, remachó el entonces responsable de Patrimonio del Ayuntamiento, que fue cesado en julio de 2023, cuando Marta Rivera de la Cruz, procedente del Gobierno regional de Isabel Díaz Ayuso, asumió el Área de Cultura de la capital.

“Esto demuestra el interés que tiene el Ayuntamiento con el patrimonio de la Guerra Civil, porque es un tema molesto para el Partido Popular, por eso prefieren tenerlo cerrado. Porque si lo abren, ¿qué es lo que van a tener que contar?”, denuncia Alicia Torija, arqueóloga y diputada regional de Más Madrid.

El Gobierno municipal liderado por Almeida mantenía hasta el año pasado, mientras Andrea Levy estaba al frente del Área de Cultura, un compromiso verbal para abrir los fortines al público. En 2021, por ejemplo, el consistorio anunciaba que al siguiente año sería uno de los destinos de las visitas guiadas del programa Pasea Madrid del Ayuntamiento. “El Área de Cultura entiende que estos fortines, ya restaurados y reubicados en este nuevo lugar, no pueden estar sin ser difundidos”, se insistía entonces.

Llegó 2022 y aquel compromiso tampoco se cumplió. Y en 2023, tras las elecciones municipales que dieron mayoría absoluta al Partido Popular, entró un nuevo equipo de Cultura con un criterio antagónico: el Área que dirige Rivera de la Cruz considera los fortines de la Mata Espesa como “una posición defensiva aislada y que no tiene fácil interpretación ni una entidad relevante desde el punto de vista de su apertura al público”.

Construcciones de defensa de la República

Entre octubre de 1936 y abril de 1937, el Gobierno de la República construyó un cinturón de fortificaciones en el perímetro de Madrid para defender la ciudad en todos los puntos cardinales ante una ofensiva del ejército sublevado, que finalmente atacó por el sur arrasando poblaciones de la periferia como los Carabancheles.

Los fortines de la Mata Espesa quedaban enclavados en las afueras del noreste de la capital, entre los antiguos municipios de Hortaleza y Barajas, cuando todo aquello era campo. Esta pareja de nidos de ametralladoras vigilaba desde un paraje conocido como el Cerro del Castillo, y por sus troneras se divisaba el aeródromo de Barajas.

Los fortines tenían un sistema de “comunicación heliográfica, mediante señales de un aparato de reflejo solar”, con un fortín-observatorio situado a kilómetros de distancia, en el pueblo de Paracuellos del Jarama, que avisaba de ataques de la aviación franquista al aeródromo, según detalla la asociación Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Gefrema), dedicada a la investigación y conservación de las construcciones militares de la Guerra Civil.

En los fortines de la Mata Espesa nunca se disparó contra el enemigo por su posición en retaguardia, alejados del frente enquistado en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo. Por eso Antonio Morcillo, presidente de Gefrema, sospecha que a estos fortines ni siquiera llegaron ametralladoras. “Es un puesto que nunca estuvo guarnecido, y probablemente nunca tuvo uso militar”, sostiene.

Gefrema tiene localizada una veintena de construcciones defensivas alrededor de la capital. En este inventario de búnkeres y casamatas, los fortines de la Mata Espesa destacan por su “excelente” estado tras pasar decenios a la intemperie y rodeados de trigales. En esa zona de la ciudad, el movimiento vecinal de Hortaleza soñó con una segunda Casa de Campo, aunque los suelos rústicos acabaron sucumbiendo a la presión urbanística, primero con la construcción de los recintos feriales de Ifema, y después con la aprobación del extenso desarrollo de Valdebebas. Los fortines quedaron atrapados dentro de una enorme parcela de 500.000 metros cuadrados y titularidad municipal reservada a una futura ampliación de los recintos feriales que se activó definitivamente en 2019, cuando en Ifema existía cierta euforia tras encadenar dos ejercicios batiendo récords en cifras de negocio.

Nadie sospechaba entonces la pandemia que se venía encima. Ifema, empresa que está participada por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, puso en marcha un ambicioso proyecto de expansión en la parcela de Valdebebas, colindante a la ciudad deportiva del Real Madrid, que contemplaba la construcción de nuevos pabellones. Y los viejos fortines estorbaban para acometer las obras, que nunca pasaron de un simple movimiento de tierras.

Protegidos por la ley de patrimonio de la Comunidad de Madrid, Ifema planteó una solución inaudita para salvar los fortines: moverlos unos centenares de metros. La idea fue criticada por asociaciones como Madrid, Ciudadanía y Patrimonio (MCYP), que reclamó integrar los búnqueres dentro de la ampliación de los recintos feriales, como hizo el arquitecto Miguel Fisac cuando diseñó la celebrada iglesia de San Pedro Mártir, al norte de la capital, y conservó un fortín en los jardines exteriores del templo.

Ifema alegó que mantener los fortines en su localización original impedía “una ordenación eficiente del recinto ferial que se ajuste a las necesidades de la ampliación prevista”, mientras el traslado a un lugar cercano con mayor cota de terreno y junto a una vía pública, manteniendo además tanto la orientación de los fortines como la disposición de sus trincheras, tenía ventajas. “Así se facilita la visibilidad y el acceso a los fortines desde el espacio público, con lo que se pretende fomentar y difundir el patrimonio cultural municipal relacionado con la Guerra Civil española”, se podía leer en el proyecto, que recibió el visto bueno de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid.

El plan técnico lo firmaba el arquitecto Juan Guzmán asumiendo un reto sin precedentes en España: cambiar de sitio dos moles de hormigón, de 115 toneladas cada una, sin que sufrieran rasguños. “Aunque no lo parezca, los fortines eran frágiles, porque había que calzarlos y mantener su integridad al sacarlos. Por eso el proyecto tuvo su parte creativa, y un calculista nos ayudó, por ejemplo, para que al elevarlos no se vinieran abajo”, detalla el arquitecto, que vivió con “miedo” y “mucha incertidumbre” la jornada del traslado, el 2 de noviembre de 2020.

Traslado y reubicación de fortines para la ampliación del recinto ferial de IFEMA Madrid from Sorigué on Vimeo.

Quienes presenciaron la operación hablan de algo “espectacular”. Las moles de cuatro metros cúbicos fueron arrancadas con grúas hidráulicas. Después un camión debía trasladarlas sobre una góndola especial con seis ejes de ruedas por un camino de tierra hasta su nuevo emplazamiento, situado a apenas 200 metros al oeste. Poco trecho, pero se hizo eterno: la cabeza tractora del camión se ahogaba y tuvo que remolcar una retroexcavadora. “Hubo muchos problemas, porque también había llovido y el suelo estaba mojado”, rememora el arquitecto Guzmán.

Al día siguiente, las grúas terminaron de colocar los fortines en los huecos preparados junto a la calle Francisco Umbral. “Fue un éxito”, resume Antonio Morcillo, de Gefrema. Una vez trasplantados, se procedió a la restauración de los fortines, vandalizados con grafitis en el exterior, mientras dentro había restos de hollín porque durante años sirvieron de refugio para personas sin hogar. Meses después, en 2021, ya lucían como nuevos, listos para recibir visitantes en un recinto musealizado con paneles explicativos. Aunque tres años después por allí es más fácil ver conejos merodeando, incluso perdices, que a un ser humano.

El entorno de los fortines no siempre es así de tranquilo. Desde su traslado, la parcela de Ifema ha acogido todo tipo de acontecimientos multitudinarios y bulliciosos. Frente a las troneras se han visto conciertos de gigantes del rock como Metallica y de nuevas sensaciones como Bizarrap. Apenas un mes después de la actuación del joven músico argentino, en el mismo escenario vociferó su compatriota Javier Milei: ocurrió en octubre de 2022 durante el festival que organizó Vox en el recinto creado para acoger el Mad Cool.

Ironías del destino, la ultraderecha fue a celebrar su gran fiesta frente a unos fortines edificados para contener al fascismo. En 2026 serán los monoplazas de Verstappen, Sainz o Hamilton los que desfilen a toda velocidad delante de estas construcciones defensivas de la Guerra Civil. Quizás para entonces, seis años después de su traslado, el Ayuntamiento se decida a abrirlos al público. “Me da pena, porque me gustaría poder visitarlos y llevar a mis hijas”, lamenta Juan Guzmán, el arquitecto que se estrujó las meninges para cambiar los fortines de sitio.

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