Vox vuelve a la calle para intentar dar fuelle a su “resurgir patriótico”
Falta menos de un mes para Navidad y la vertiente mercantil de las fiestas ya se deja notar en el espacio público madrileño. En la plaza de Colón, la gran bandera de España convive estos días con un tiovivo, un mercadillo de bisutería y panes artesanos, entre otras especialidades, así como una pista de patinaje portátil, patrocinada por el canal de televisión de la multinacional Disney. El domingo a las 12h, en un lateral de la plaza, mientras los niños se deslizaban por el hielo, Santiago Abascal, líder de Vox, pegado a la valla del Museo Nacional de Arqueología, clamaba por el “resurgir patriótico del pueblo español”, atacado por los “golpistas y separatistas en la dirección del Estado”, enemigos de aquello “que no se puede definir”, o sea, la patria imperecedera, España. Su discurso tuvo una audiencia de 25.000 personas, según la Delegación de Gobierno.
“Banderas, banderitas”, ofrecía Isidoro, vendedor en una esquina de la calle Génova, con telas de Vox en una mano, de España en la otra. Camino de las 12.00 no había vendido demasiadas. “Es que ahí las regalan”, lamentaba, señalando el tenderete de Vox, un poco más abajo. “Hay bastante menos gente que otras veces”, lamentaba una asistente, decepcionada. Era difícil calcular la cifra porque la plaza estaba ocupada por las instalaciones temporales y la gente se acumulaba por la Castellana, hasta Génova, aunque parecía sensiblemente menor que las multitudes de 2019, cuando de la mano de Vox, a cuenta de la gestión de la crisis política en Catalunya, habían abarrotado el lugar junto a Ciudadanos y el PP.
La concentración duró una hora exacta, en la que Abascal, y antes el diputado autonómico andaluz Rodrigo Alonso, presidente del sindicato afín Solidaridad, airearon el habitual cajón de sastre apocalíptico sobre la situación de España y la “maldad” del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ahora es comparado con Hugo Chávez, de paseo por Caracas a principios de siglo, ordenando la expropiación de locales comerciales. De ese mismo modo manda Sánchez “que sean asaltadas las instituciones”, trató de hacer ver Abascal.
La víctima es Vox
El lema de la concentración era protestar contra el “gobierno de la ruina, la inseguridad y la traición”. Una traición que parece no ser solo la de Pedro Sánchez a la patria: en Vox se sienten solos y Abascal se queja de que hasta la prensa conservadora los critique. A Carla Toscano, la diputada que atacó esta semana a la ministra Irene Montero con alusiones de índole sexual apenas disimulada sobre su relación de pareja, el periódico El Español la calificó en un titular de “pitbull de Abascal”, y al líder de Vox esto le resulta intolerable. “Se la deshumaniza, se la considera propiedad del hombre”, lanzó, en un requiebro. La víctima, defiende Abascal, es Vox. “Lo que hemos tenido que aguantar esta semana”, se quejó, para avisar de que no cabe esperar un cambio de tono con sus rivales: “Llevarles la contraria es violencia. Tienen la lengua muy larga y la piel muy fina, solo quieren enterrarnos y no lo van a conseguir”.
El líder de la formación ultra protestó porque en el Parlamento los califiquen de “banda de fascistas”, tan solo unos segundos después de haber defendido que “sin unidad nacional no hay democracia”. Luego restó importancia a las amenazas de muerte recibidas por correo por Pablo Iglesias o el ministro de Interior al hilo de las elecciones en Madrid el año pasado, a las que se refirió de pasada como “aquel cuento de las navajas y las balas en sobres”. Con similar ánimo discursivo se expresaban algunas voces entre el público, como un hombre que hablaba a voz en grito de “fusilar” a Arnaldo Otegi, coordinador general de Bildu. Esto suscitó risas entre algunos asistentes, la mayoría de cabellera cana.
De la sedición, los violadores sueltos y los perroflautas
Había especial ahínco entre los oradores por asustar al personal con las consecuencias indeseadas de la reciente reforma de los delitos contra la libertad sexual en el Código Penal. “Las mujeres están aterrorizadas mientras los violadores pasean a sus anchas por las calles”, parece haber observado recientemente el diputado Alonso. Pero las críticas se mezclaban sin demasiado orden. De la oposición a que se rebajen las penas por sedición (“el gobierno está entregado a los enemigos de España”), o la censura de los “impuestos abusivos y confiscatorios”, se pasaba a criticar que haya diputados que vayan al Congreso “vestidos como si viniesen de una ‘rave’ y a saber si aseados”, en palabras de Abascal. Sobre el contexto internacional y la guerra de Ucrania no hubo referencias.
Terminó Abascal a las 13.00 horas y la plaza comenzó a vaciarse, enardecidos los ánimos, cargados de razones los asistentes. “Es que da asco todo, tío”, comentaban dos hombres que enfilaban hacia la Castellana. El tiovivo no había dejado de rotar y los niños seguían patinando. De vuelta en Génova, el vendedor Isidoro hacía balance: “Bueno, no ha estado mal, aunque no ha sido la afluencia de otras manifestaciones. Poquito a poquito”.
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