Chueca, testigo del amor de José Ramón y Alberto, de “Casados a Primera Vista”
El pasado lunes 2.173.000 espectadores fueron testigos del desenlace final de “Casados a primera vista”“Casados a primera vista”, un reallity show que por primera vez dejó a un lado prejuicios apostando por el matrimonio igualitario entre dos chicos: Alberto Garrido y José Ramón Agüera, que derrocharon puro amor por las calles de Chueca.
Adaptación del formato danés Married at First Sight, el programa de televisión elige a varios solteros (ocho en la primera y diez en la segunda edición) con la colaboración de un grupo de expertos que, tras realizarles un test de compatibilidad (El Método), determinan quién es su pareja ideal pero, al contrario de lo que suele ocurrir en la vida real, su camino en común televisado comenzará en el momento de la boda (civil). Tras el sí quiero, el banquete de bodas y la luna de miel, comienza una convivencia en común de un mes tras las que decidirán si desean continuar casados o divorciarse.
Pero, a juzgar por el número de fracasos sentimentales (ninguna de las parejas que han participado en las dos ediciones que se han celebrado hasta la fecha siguen juntas), no parece que “El Método” sea la mejor alternativa a la hora de encontrar media naranja para toda la vida. Sin embargo, sí que ha habido una historia que ha robado el corazón de los telespectadores, la de José Ramón y Alberto, de la que fue testigo nuestro barrio.
Tras su boda exprés en México y su romántica luna de miel por París, ambos decidieron iniciar la convivencia en casa de Alberto, en la calle Infantas. El caso es que el aterrizaje de José Ramón en Chueca no resultó precisamente idílico: acostumbrado a una pequeña ciudad como Cartagena (de unos 200.000 habitantes) el vertiginoso ritmo de la ciudad le agobió un poco al principio, hasta que su príncipe azul le abrió la puerta de su nuevo hogar...
Sin embargo, Alberto tenía una impresión diametralmente opuesta: «A José le ha encantado Chueca. La verdad es que ha estado bastante bien, ha estado bastante integrado por la ciudad», dijo
De paseo por el barrio se encontraron con Alexander, amigo de Alberto, y se fueron con él de compras y a dar una vuelta por las calles del barrio. Toda una prueba de fuego para poner a prueba los celos y la conexión con el entorno social del otro.
Por la noche se decantan por echar unos bailes en Studio54 y, tras la marcha, un cuerpo a cuerpo entre sábanas que deja muy claro que se complementan en todos los terrenos.
Y para romper la rutina (si es que en tan poco tiempo da tiempo a tal cosa) a JR no se le ocurrió mejor idea que ir al campo a practicar parapente con motor. Una actividad que en un principio asustó a Alberto, pero que finalmente le encantó. Sin embargo, la velada resultó agridulce al ponerse sobre la mesa el planeado viaje de Alberto a Londres para mejorar su inglés, que a JR le aterra.
Otra vez en Chueca, recibieron la visita sorpresa de la madre de Alberto, que se sinceró con JR acerca de sus primeras impresiones acerca de él y del futuro que veía a la pareja. Pero, tras un día de convivencia con el resto de parejas del programa, lo que parecía una sólida relación terminó con un mensaje de Whatsapp de JR en el que pedía a Alberto el divorcio.
Tras un periodo de reflexión, JR regresó a casa de Alberto para pedirle perdón por su impulsiva reacción y, antes de su partida a Cartagena, recibió la visita de su madre, a la que se llevó a El Huerto de Lucas a desayunar. En su camino a pie hasta la calle San Lucas JR le fue comentando sus impresiones sobre Chueca:
Al rescate de la pareja acudió la sexóloga y experta en terapia de pareja Marian Frías, que les propuso un reto para trabajar la confianza que dejó bien claras que las inseguridades eran tan solo un espejismo. Para celebrar su última noche antes de la decisión final, ¿qué mejor que tomar sushi en el Restaurante Japonés Yoshi de la calle Gravina?
Con las ideas todavía no demasiado claras acerca de si firmar o no los papeles del divorcio, la pareja se despertó de lo más acaramelada en su nidito de amor de Chueca, con la estatua de Vázquez de Mella como testigo de su despedida. Transcurridos unos días, les citaron para firmar o no los papeles del divorcio.
Repasaron el álbum de fotos de su boda y se emocionaron al recordar ese irrepetible momento. A pesar de las dudas e incertidumbres, ambos decidieron continuar adelante con su matrimonio y lanzarse sin red a vivir su historia de amor. Para que luego digan que la promiscuidad es la principal característica de las parejas homosexuales, aquí hay amor del bueno (y monógamo) por los cuatro costados.
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¿Fueron felices y comieron perdices?
Pues a juzgar por las declaraciones que ellos mismos han hecho en sus redes sociales, ya no son matrimonio pero sí que se siguen teniendo muchísimo cariño. Hasta el punto de plantearse poder volver a ser pareja en un futuro e, incluso, volver a pasar por el altar porque lo que se encontraron en el programa fue un amor real e increíble.
Después de que se marcharan las cámaras, JR decidió quedarse en Madrid para apurar el tiempo antes de que Alberto marchara a Londres, como tenía previsto. «No podría explicaros ese momento, verte por televisión abrazados y tenernos solo por teléfono. Lo nuestro era real, real y frágil. Llegaron las discusiones, los malentendidos, las ganas del otro y la impotencia del no puede ser», explica JR en su cuenta de Facebook.
También a través de su canal de Facebook, Alberto publicaba un vídeo en el que explicaba su actual situación: está viviendo en Londres (como él quería) y su historia de amor no ha sido para él una ficción televisiva, sino algo muy real y no se cierra a la posibilidad de que, en un futuro, sus caminos puedan volver a cruzar la delgada línea que separa la amistad del amor:
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