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Calle de Casto Plasencia: historias mínimas

Luis de la Cruz

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La de Casto Plasencia es una callecita secundaria, un capilar del callejero malasañero poco conocido que une las calles de las Minas y de Marqués de Santa Ana. Durante años sólo tuvo salida a la calle de las Minas y se conocía como callejón de las Minas. En 1859 se le abrió salida por la calle de Marqués de Santa Ana, ascendiendo a la categoría de calle. Desde 1890 lleva el nombre actual.

Plasencia fue un pintor de la segunda mitad del XIX, académico y retratista de reyes. La mayor de las huellas que ha dejado en Madrid está en la bóveda principal de

San Francisco el Grande.

La de Casto Plasencia es una vía mínima, poco más de cien pasos de quien escribe, un lugar tranquilo al que los cuidados balcones confieren un ambiente tranquilo y agradable. No hay en la calle, para contribuir a su ambiente silencioso, prácticamente locales. Sólo un taller de maderas sin distintivo y, ya haciendo esquina con Marqués de Santa Ana y más bien en ésta, una tienda de cómics y una modernísima coctelería.

Se hace complicado encontrarle historia a esta calle tan nimia, a la que no le conocemos grandes nombres ni historias, pero traemos pequeñas pinceladas que nos pueden ayudar a viajar a momentos pasados de este rincón del barrio.

Una de las constantes que hemos encontrado en la historia de la calle, difícil de comprender desde su sosiego actual, es la protesta de los vecinos por unas u otras razones. Hacia 1892 aún había unos solares en la esquina con Marqués de Santa Ana (entonces calle del Rubio) que servían de sitio de reunión a granujas. La prensa de la época lo refería de forma pintoresca:

“Se dan cita a diario toda la granujería de Madrid o lo más selecto de ella. Los Chutis, los Ratas segundos, los Tres dedos y los Malasangre son alias muy conocidos en este desdichado barrio del distrito de la Universidad”

Sobre estos solares se levantó pocos años después la casa de socorro del barrio, pero los granujas siguieron llevando a la calle a los breves de sucesos. Hemos encontrado una anécdota que ayuda a visualizar el hambre que se ha pasado en España . En 1927 desapareció en la calle de los Reyes la maleta de José Mazzoni, un artista que había actuado en el circo Price. Apareció en un solar que había en el número 4 de Casto Plasencia, curiosamente no faltaba nada de la maleta según cuenta el periodista, excepto la merienda “que debía ser formidable si se tiene en cuenta que estaba confeccionada para todo el viaje, hasta Biarritz”.

Para la última queja vecinal vamos a viajar muy adelante en el tiempo, hasta 1981, y nos servirá para comprobar con qué rapidez pueden cambiar las costumbres y el lenguaje. Habla en esta ocasión el periodista de un pub ruidoso pub que bien podría estar en el lugar de la actual coctelería:

“Los 'pub' son lugares, como otros cualquiera, de ocio y esparcimiento que poco a poco van tomando carta de naturaleza en nuestra sociedad o, al menos, en ciertos núcleos de ella. No tienen, por supuesto, arquitectura gótica, ni neoclásica ni románica. Ni son reductos monacales. Son, en definitiva, una novísima forma de bar y, como éste, acabarán por castellanizar su nombre.”

Parece que fue ayer cuando llegaban a nuestro país ¡y ya casi no se usa la palabra pub!

Como decíamos más arriba, la calle no ha parido grandes celebridades, aunque algún inquilino importante en su momento podemos anotar. En la esquina con Marqués de Santa Ana estuvo a principios del siglo XX una imprenta muy conocida, la de Regino Velasco, cuya muerte fue muy sonada en su momento: cayó muerto por un toro en la plaza mientras veía una corrida entre barreras.

Tampoco es hoy muy recordado Antonio Arnáiz, hispano-filipino que nació en la calle y que en 1936 hizo junto a José Calvo un heróico vuelo de Manila a Madrid. La aventura, que duró 44 días, se fraguó en una cervecería, y para aquella locura se hicieron con uno de los dos únicos aviones civiles de toda Filipinas. La expedición, respuesta al famoso viaje que diez años antes hicieran a la inversa Eduardo González-Gallarza y Joaquín Loriga, fue una de las noticias del momento los días previos al estallido de la Guerra Civil Española.

La calle de Casto Plasencia, que conserva la modestia de cuando fue callejón, es un rinconcito tranquilo sin mucha historia, pero es también un paso agradable y una buena oportunidad para rescatar historias mínimas que nos llevan de paseo por otros tiempos.

Kapa

Muy cuidada la crónica de esta calle que no conocía. Así da gusto! Gracias.

Fernando

hoy por hoy los tataranietos de los granujas han vuelto y el ruido, deterioro y suciedad han llegado a niveles insoportables.... Una pena.

mariano

Yo nací allí, en el numero 6, grandes recuerdos de mi infancia y adolescencia
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