Calle de San Bernardo, con semillas de todos los tiempos
La calle de San Bernardo, una de las arterias principales de Madrid, ocupa desde la Plaza de Santo Domingo hasta la Glorieta de Quevedo. Nosotros nos conformaremos con tratar dibujar un apunte del natural sobre el tramo entre la Gran Vía y la Glorieta de Ruíz Jimenez, espina dorsal de nuestro barrio.
En tiempos de Texeira, cuando elaboró su famoso plano hacia 1635, el trazado de la calle se correspondía con lo que entonces se conocía como Camino de Alcovendas, aunque sólo a partir de la Puerta de Fuencarral, a la altura de la calle hoy conocida como Santa Cruz de Marcenado. El tramo de calle que hoy analizamos se correspondía, más o menos, con los límites del Madrid del momento.
En el plano de Texeira destaca también una granarca de agua
. Arcas para distribuir el agua de los “viajes” que traían el agua de la zona norte de Madrid antes del Canal de Isabel II y fuentes públicas, como la de Matalobos, que estuvo también en tiempos en la calle, a la altura de Daoíz, son parte del paisaje de un Madrid hoy desaparecido. Curiosamente la primera de las fuentes del nuevo Canal de Isabel II se inauguró también junto a la Iglesia de Monserrat, en el año 1858. Fue una inauguración con comitiva y banquete real en medio de una gran expectación popular, ante unas canalizaciones que llegaban en un momento de severa sequía.
Hasta 1865 la calle se llamó calle Ancha de San Bernardo para distinguirla de la otra -angosta- que es la actual calle de la Aduana. Antes llevó también el nombre de calle de los Convalecientes o de los Convalecientes de San Bernardo, por el hospital fundado por Bernadino de Obregón, que pasó a llamarse de Santa Ana en tiempos de Felipe II, aunque se le conocía como
de San Bernardo. El convento estaba en el lugar de uno de los palacetes que ocupan hoy dependencias del Ministerio de Justicia (el de el conde de Ágrala) y desapareció con la desamortización de Mendizabal.
Hoy la calle de San Bernardo avanza como una gran cremallera mellada donde se mezclan con poca armonía edificios sembrados en distintas épocas. Del convento amarillo de las Salesas Nuevas
hasta las oficinas grises del peor desarrolismo; de la torre sublime de Monserrat
hasta el novísimo inmueble de ladrillo; de la vieja universidad hasta el solar indisimulado. Probablemente ninguna calle con tantos edificios notables y palacios presenta -en el tramo que hoy nos ocupa- un aspecto tan alejado de la armonía.
En anteriores artículos sobre las calles adyacentes nos hemos ocupado ya de la historia y valores de los edificios más importantes de San Bernardo,
de los numerosos palacetes de gentes nobiliarios que fueron poblando sus orillas a medida que el Madrid notable se expandía en el siglo XVIII, o del ambiente estudiantil del barrio en tiempos de la Universidad Central un siglo después. Remitimos pues a nuestra hemeroteca para un itinerario pormenorizado.
La diversidad de muros de San Bernardo se corresponde también con el gran ajetreo comercial de una calle de mucho tránsito rodado y pedestre. Negocios históricos o con fuerte personalidad se mezclan con los bares más rancios y los negocios pasajeros de cualquier calle vulgar. El neón más reconocible en la calle: sin duda el de cierta sauna de mala fama.
Entre los comercios de más interés de la calle encontramos la herboristería Ángélica (1948); la farmacia Deleuze, que conserva una impresionante decoración de finales del siglo XVIII; Araque, enmarcando desde 1916; Fuentetaja, hoy en un flamante nuevo local muy cerquita de la original, que se ha labrado la fama de ser una de las mejores librerías de la ciudad desde 1959; La Casa de las Maletas (1941);
o la Técnica Industrial, tienda de los cincuenta cuyo escaparate es un auténtico viaje al pasado.
¿Negocios que ya no están? cabe citar a las clásicas librerías del barrio de Universidad, la primigenia Doña Manolita, que empezó su legendario matrimonio con la suerte en San Bernardo, o cines pioneros como el Alexandra o el Cinema-X, que se llamó así antes de que el apelativo lo coparan las salas pornográficas.
El de San Bernardo, de Gran Vía a Ruíz Jimenez, es un recorrido lleno de sobresaltos visuales, un salto contínuo de acera a acera esquivando con la vista los innumerables coches, a la busca de los mojones que el tiempo ha ido dejando en una calle que siempre ha sido grande y siempre ha sido camino.
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