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“Los hare krisna somos mucho más que vestir de naranja y cantar con platillos”

Una imagen del Ratha Yatra de 2014 | HARE KRISNA MADRID

Diego Casado

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Cuando en 1992 entró el primer hare krisna en un ruinoso local del número 19 de Espíritu Santo, una antigua tasca de vinos en el centro mismo de Madrid, debió de ver algo que a la mayoría de personas se le hubiera escapado. Malasaña era entonces un barrio por donde corría la droga a sus anchas -dos portales más abajo fue encontrado el cantante Enrique Urquijo, víctima de una sobredosis- pero eso no importo a este movimiento espiritual, presente en España desde 1979, para establecer allí su sede definitiva.

“Un compañero tuvo la visión de que esta zona se iba a convertir en una especie de Soho de Madrid”, nos cuenta en ese mismo lugar Dándava, uno de los miembros de la congregación que recibe al periódico Somos Malasaña en la zona pública del centro Hare Krisna madrileño. Y parece que el tiempo le ha acabado dando la razón.

Hoy, el centro de los Hare Krisna -en medio del barrio de moda en la capital- es un lugar lleno de actividades desde antes de que salga el sol hasta el momento de su ocaso, con mucha más vida de lo que pudiera parecer desde fuera. “La imagen que tiene la gente de los hare krisna es que vamos vestidos de naranja, rapados, con coletas y con platillitos cantando por las calles. Pero los nosotros somos mucho más que eso”, apunta Dándava, que nos cuenta que trabaja como policía mientras habla de forma pausada y relajante sobre su confesión religiosa.

Quizás la parte que más gente conozca de este grupo sea la de su faceta gastronómica. El comedor, abierto al público todos los días, suele ser la primera toma de contacto de los que visitan el centro a las 15.00 para degustar sus platos vegetarianos a precios económicos (por el menú se paga un donativo de 6 euros), previo paso -opcional, aunque recomendable- por una pequeña charla, cánticos y bailes media hora antes de la comida. “En España hay música, baile y comida, lo que concuerda perfectamente con nuestra filosofía”, indica el miembro de los hare krisna para explicar el éxito de esta iniciativa.

La única particularidad de este comedor es que los alimentos son láceto-vegetarianos, previamente ofrecidos a los dioses. Y que puedes degustarlos en el suelo. Los comensales, además, colaboran económicamente en el mantenimiento de una de las distribuciones de comida solidaria del centro de Madrid. Desde hace 9 años, los hare krisna reparten entre 30 y 40 raciones diarias a los necesitados que acuden por la tarde a la entrada a la plaza Dos de Mayo por la calle Daoíz.

Abiertos desde las 5.00

Pero no solo de comida se nutre el centro Hare Krisna. Su actividad comienza todos los días muy temprano, a las cuatro de la madrugada, cuando en el exterior algunos todavía siguen de fiesta. A las cinco comienzan una formación educativa-espiritual que se extiende hasta las nueve. Durante esas horas hacen meditación, canto de mantras, clases de filosofía… todo antes del desayuno. Las actividades se completan con la comida y, a partir de las 19.00, anuncian el comienzo de formaciones centradas en el desarrollo personal, “para ayudar a las personas a ser mejores personas”, explica Dándava. El objetivo es extraer las enseñanzas de los textos sagrados de esta religión para aplicarla en enseñanzas prácticas que ayuden a nivel psicológico en la vida diaria de las personas.

Casi todas las actividades son gratuitas, aunque para las que incluyen comida sugieren un donativo de entre 6 y 10 euros, como los talleres de cocina vegetariana y de autoayuda de los sábados o los bailes y cantos en los llamados domingos del amor. “Aunque si alguien no puede pagarlo, que venga a hacerlo, no hay ningún problema”, recalca Dándava.

Gran fiesta el sábado 12

Aunque el ritmo relajado de sus palabras no pudiera parecerlo, Dándava se encuentra inmerso en la organización de la principal festividad pública del movimiento Hare Krisna, el Ratha Yatra, una procesión de carrozas -ese es el significado literal- en el que sacan a pasear a la manifestación más misericordiosa del dios Yagannātha por las calles de Madrid. La celebración consiste en llevar por las calles una carroza tirada por la gente mediante cuerdas. “Es como una procesión de Semana Santa, pero festiva”, recalca Dándava.

El recorrido, de unas dos horas, les lleva desde el centro Hare Krisna de Espíritu Santo hasta la Puerta del Sol, donde vuelven de nuevo hacia Malasaña. Un trayecto durante el que los sorprendidos transeúntes les reciben _“con sorpresa y con sonrisas” mientras observan los cánticos de los hare krisna y cómo sus miembros tiran de las cuerdas de la carroza. Incluso algunos espontáneos se unen a la ceremonia agarrándose de las maromas.

“Eso tiene un significado: tú no agarras la cuerda porque quieres, sino porque el dios que se está paseando te permite que tú le lleves. Nosotros entendemos la vida desde ese punto de vista. La gente es empujada a hacer cosas, porque les afecta a nivel kármico, a ser mejores personas”, explica Dándava, que incide en el carácter abierto de la celebración, a la que cualquiera puede sumarse. “Nosotros solo conducimos y hacemos participar a la gente”, dice.

Aunque los Hare Krisna de Madrid celebran el Ratha Yatra todos los años desde 1984, fue en 2014 cuando el festival alcanzó su cénit con la celebración de actuaciones en la plaza de Juan Pujol, algo que este año también esperan repetir, incluso con más medios sufragados gracias a las donaciones, para que cada año vaya creciendo. El propio Dándava apunta su visión de cómo será el evento en el futuro: “Queremos que se convierta en un festival para toda la ciudad, al principio o al final del verano. Nuestro sueño es montar un escenario en la Puerta del Sol, donde las variadas ramas del yoga y de las confesiones puedan participar y que sirva como referente de integración entre culturas y creencias religiosas”.

De momento, el festival de este año contará con actuaciones musicales, bailes y está invitada hasta la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. La procesión comenzará a las 18.30 y a las 21.00 está previsto el inicio de actividades en la plaza Juan Pujol. Unas actividades que modificarán, por un día, el ritmo habitual de esta congregación religiosa, donde sus miembros residentes -unos ocho monjes- se acuestan en las literas diariamente a esa hora para descansar mientras la bulliciosa Malasaña ruge alrededor. “A veces se hace difícil a veces dormir, pero el ritmo de trabajo en el centro es tan intenso que por la noche coges la cama con muchísimo gusto”, confiesa Dándava.

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