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Cuatrocientos años de la subida al trono del rey que más huella dejó en Malasaña

Iglesia de San Antonio de los Alemanes

Somos Malasaña

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Este miércoles se cumplen 400 años de la subida al trono de Felipe IV, el Austria con el reinado más largo. Rey de España hasta su muerte en 1665, y de Portugal hasta 1640, dejó una huella indeleble en la Malasaña que en su época era conocida como barrio de El Refugio y, posiblemente, haya sido el monarca que más ha pisado la zona en toda la historia.

El monarca puso dinero para la construcción de la Iglesia de San Antonio, de la iglesia-convento de San Plácido, de la iglesia de las Maravillas y de la iglesia de Montserrat, monumentos todos ellos que permanecen en pie en la actualidad.

Con el vecindario tuvo también una especial relación, dado que en sus calles pecó y en una de ellas, Espíritu Santo, casi pierde la vida en un lance poco claro: una noche de juerga por esa zona de tabernas, casas de lenocinio y de poetas de segunda fila -los de primera vivían en el barrio de las Letras- sufrió una emboscada en la que resultó herido. Fue uno de los intentos de regicidio que sufrió a lo largo de su reinado. 

El historiador Juan Carlos González, de la asociación Carpetania Madrid, comenta que el ataque bien pudo ser orquestado por los señores de Monteleón, nobles poderosos del vecindario que se habrían visto afectados negativamente por una decisión del monarca, si bien no hay manera de confirmar el dato. 

González, también indica que perfectamente podríamos imaginar al rey tomando algo de incógnito en el Mesón de la Buena Viña, una famosa tasca de la época situada en la calle Casto Plasencia, en compañía -por qué no- de un Francisco de Quevedo también aficionado a la noche y a la fiesta, y que estuvo a sueldo suyo hasta que la cosa no acabó bien entre ellos. Entre risas comenta que, incluso, algún vecino del barrio podría ser descendiente del rey, dada la facilidad que tuvo de engendrar hijos bastardos.

En el siglo XVII la zona de Malasaña era un arrabal en expansión en el que vivían muchos moriscos y el lugar donde acababa Madrid por el Norte, delimitada por la llamada cerca de Felipe IV, cuya ubicación -entre 1625 y 1828- coincidía con los actuales bulevares que separan el distrito Centro del de Chamberí y que tenía una Puerta Real en la glorieta de Bilbao, además de portillos menores como el de Conde Duque, San Bernardino o Maravillas, en la calle Ruiz con Divino Pastor.

Felipe IV, quien se convirtió en el rey más importante del mundo con tan sólo 16 años, también vivió amoríos con novicias en el convento de San Plácido, construido, al igual que la iglesia adjunta de la Encarnación Benita, bajo su patrocinio. Sobre este hecho aparentemente histórico, mucho se ha novelado, como la leyenda de Sor Margarita, de quien el rey se habría encaprichado y a quien la madre superiora hizo pasar por muerta para salvarla de la lujuria real.  Arrepentido por su pecado, Felipe IV habría encargado un reloj para la torre del campanario de San Plácido, hoy desaparecido. 

También para purgar sus pecados encargó el rey a Velázquez su famoso Cristo, hoy en el Museo Nacional de El Prado, pero que se pintó para la iglesia de San Plácido, donde estuvo durante muchos años.

Por otra parte, la iglesia de San Antonio de los Alemanes, inaugurada con un apellido distinto -San Antonio de los Portugueses- y, seguramente  la mayor joya patrimonial de Malasaña, también se construyó bajo su patronazgo entre los años 1624 y 1633. En un Madrid convertido en la capital católica del mundo, junto a Roma, se construían muchas iglesias y las zonas que se encontraban en pleno crecimiento eran candidatas ideales a acoger nuevos templos.

Con respecto a la iglesia de las Maravillas, virgen que con el paso del tiempo daría nombre a todo el barrio, se dice que la imagen tenía fama de ser milagrosa y que Felipe IV se curó en una vez por su intercesión, hecho que hizo que encargara una iglesia y un convento nuevo en su honor. Las obras duraron entre 1628 y 1646 y fueron encargadas a Juan Gómez de Mora. El convento fue derruido pero el templo, el mismo que sigue hoy en pie junto a la plaza del Dos de Mayo, fue inaugurado por la misma familia real.

El caso de la iglesia de Montserrat, en la calle de San Bernardo, resulta curioso. Fue en 1641, a raíz de la guerra de Cataluña, cuando el entonces abad del monasterio catalán de Montserrat, Juan Miguel Espinosa, como castellano, tuvo que abandonar cargo y casa junto a un puñado de monjes de su congregación. La peregrinación de dicho abad y de sus monjes acabó en 1643 en Madrid, donde obtuvieron de Felipe IV un solar para construir un nuevo Montserrat, en recuerdo del lugar de donde habían sido expulsados. El templo, donde aún hoy se puede escuchar canto gregoriano los domingos, no comenzó a ser construido hasta 1668, muerto ya Felipe IV.

Algunas de las andanzas de este rey por El Refugio-Malasaña las noveló Gonzalo Torrente Ballester en su ficción, basada en hechos reales, Crónica del Rey Pasmado. La novela arranca en la calle del Pez, sitúa la vivienda de la cortesana Marfisa, que embelesa al rey, en el vecindario y ubica en el convento de San Plácido el encuentro entre el rey y su esposa Isabel de Borbón que tenía por objetivo poder ver desnuda a la reina. Sobre este libro y la posterior película que se hizo sobre él, El Rey Pasmado, Carpetania Madrid realiza un paseo histórico-cultural por Malasaña, en el que explica la relación de Felipe IV con el barrio y pone en contexto la actualidad de sus calles con este mismo entorno allá en el siglo XVII.

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