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“Saconia no se cierra”: la lucha contra el cercamiento de los espacios comunes en la Ciudad de los Poetas

Cartel en un portal de la Ciudad de los Poetas

Luis de la Cruz

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Quien no se ha perdido por las calles interiores de la Ciudad de los Poetas (conocida como Saconia por el nombre de su promotora inmobiliaria) no ha visitado realmente este barrio del noroeste de Madrid. Las manzanas de ladrillo, con sus características ventanas a ras, encierran una mini ciudad, con colegios, parques y comercios. Sus perfiles en sierra y sus pasadizos –herencia de una idea de diseño, adaptarse a la topografía, que hoy presenta problemas de accesibilidad– dibujan una travesía de calles de titularidad privada, pero uso público, que conforman un todo indivisible. O al menos así se pensó, pero desde hace años existen tendencias cercadoras entre una parte de sus vecinos. Si asistiéramos a una clase de historia del capitalismo podríamos hacer un símil con el proceso de cercamiento de los comunales.

El pasado jueves 1 de julio, sobre las 11 de la mañana, un grupo de vecinos y vecinas se congregaron informalmente en la calle de Antonio Machado, frente al Ahorra Más y a los bloques que van del 33 al 39 de la calle, donde se están llevando a cabo una serie de obras que incluyen su cierre perimetral.

El conflicto afecta a la fase XX de la Ciudad de los Poetas, barriada que está dividida a partir de los distintos momentos en los que se desarrollaron urbanísticamente los solares y legalmente agrupados en mancomunidades. Esta, en concreto, reúne a seis portales (que dan a Antonio Machado y a la calle de San Gerardo). Los bloques de Antonio Machado propusieron llevar a cabo un arreglo de los viales y, de paso, cerrar el contorno de los bloques. Aunque una parte de los bloques participantes no estuvo de acuerdo, se llevó la decisión a juntas de portal, aprobándose seguir adelante sin el concurso de portales disidentes.

Los vecinos de esta fase que no están de acuerdo y el resto de personas del barrio que no lo conciben sin la conexión de todas las manzanas propia del diseño original se opusieron desde el principio al cierre, que no obstante sigue adelante con una declaración responsable de obras. La mañana del jueves unas sesenta personas acudieron a manifestar su disconformidad con el cerramiento. Cuentan con una copia de la resolución municipal sobre la declaración responsable de obras que deja claro que, por distintos requerimientos de documentación no satisfechos, “la declaración responsable no ha producido efectos”, por lo que reclamaban el cese de los trabajos.

“Pretenden quedarse con unos jardines que llevamos cuidando todos estos años y que también nos pertenecen”, decía esa mañana una vecina que vive en uno de los bloques disconformes de la fase. “Todos los días atravieso por aquí para sacar dinero en el cajero”, decía otro. “Todo se ha llevado a cabo aprovechando la pandemia, haciendo juntas de vecinos en un periodo en el que estaban prohibidas salvo para asuntos importantes, a las que asistían solo los presidentes con voto delegado”, zanjaba otra vecina visiblemente enojada.

Otra de las quejas de los vecinos opositores al proyecto es que el presupuesto de los arreglos de los viales y del cerramiento no se han separado, van en un solo paquete, de manera que, aunque hay vecinos que han manifestado no querer pagar el cierre no tienen forma de hacerlo sin rechazar también el resto de arreglos necesarios.

En la manzana que se quiere vallar hay varios comercios: una farmacia, una ferretería, una frutería y un consultorio médico. Hemos hablado con algunos de sus dueños, que se muestran muy preocupados y han pedido ya medidas cautelares para intentar paralizar un cerramiento que consideran ilegal. No es la única vía judicial en curso pues los vecinos de la fase contigua (la XIX) han denunciado a la fase XX por haberse apropiado de un local que hay entre ambas, donde están sus contadores, que llevan utilizando desde antes, incluso, de que estuviera construida la fase XX.

“Son más de una decena de trabajadores que acabarán por perder sus trabajos porque la cosa no anda  muy bien y el vallado sería el remate”, afirmaba uno de los tenderos. La conversación con los comerciantes se vio interrumpida por los gritos de una mujer increpando a dos vecinas de otra fase que, simplemente, estaban en el vial interior de la manzana, frente a la farmacia. Según afirmaba, se tenían que marchar por estar en propiedad privada. Acto seguido, la misma mujer se dirigiría hacia los vecinos concentrados frente a las obras para hacerles una peineta, a la que estos respondieron con un aplauso animoso. “No entendemos nada, que se vaya a vivir a la Moraleja o a Puerta de Hierro, este barrio no es así”, decían posteriormente las dos mujeres increpadas con tono de incredulidad.

Los vecinos insisten, una y otra vez, en la misma idea: “Se está justificando el cierre por motivos de seguridad, pero lo cierto es que hay pocos barrios más tranquilos que este.”  Se habla también de vandalismo, pero este se circunscribe únicamente a las pintadas, un problema recurrente para los vecinos porque el Ayuntamiento no las limpia aduciendo la naturaleza privada de los espacios.

En opinión de algunos de ellos, la motivación de la actitud individualista mostrada por los vecinos proclives al cierre son los cantos de sirena de la revalorización del barrio. “Ya se ven en el horizonte las torres del Paseo de la Dirección y se habla de Madrid Nuevo Norte, creen que lo que tienen vale mucho dinero y podría valer más si lo convierten en una urbanización exclusiva, llegado el caso podrían incluso hacer una piscinita”.

Con la copia de la declaración responsable negativa en la mano, una delegación de vecinos estuvo exponiendo a la policía las irregularidades que, entienden, deberían impedir que las obras prosigan. Los agentes se marcharon diciendo que informarán a la Junta de Distrito para que los técnicos de urbanismo, llegado el caso, paralicen las obras.

Un conflicto con más recorrido

José Luis, vecino y miembro de la Asociación de Vecinos Ciudad de los Poetas, lo tiene claro: “No sé si algunas personas del barrio se están volviendo individualistas pero la mayor parte de los vecinos queremos que siga siendo abierto, como lo ha sido los últimos cincuenta años”.

Explica que en sus títulos de propiedad aparece escriturado de la envolvente del edificio hacia dentro. Hacia fuera, los terrenos (jardines, pasos o viales) eran de la constructora SACONIA SA, que desapareció. A finales de los setenta, se le ofrecieron al Ayuntamiento pero no los llegó a recepcionar. Esta tierra de nadie es mantenida desde entonces por las propias comunidades de vecinos, en algunos casos con más mimo que en otros. Tradicionalmente, los vecinos de la Ciudad de los Poetas lo han hecho con orgullo (también con derramas), pero esta misma razón hace que, de vez en cuando, algunos de ellos quieren cerrar los espacios inter bloques.

El Ayuntamiento paga, eso sí, la iluminación (las farolas), dado que son zonas de paso, y los numerosos pasadizos de Saconia, aunque pertenecen a los edificios, tienen escriturada servidumbre de paso. Son estos, el necesario uso público legal y las servidumbres de paso, los argumentos de los vecinos contrarios al cierre, y de la mano de ellos están pensando en recurrir a abogados especializados en urbanismo para cortar de raíz la tentación cercadora.

No es el primer conflicto que se vive en el barrio por el cierre de espacios comunes, aunque esta es la primera vez que se pretende hacerlo con una fase entera. En realidad, en este conflicto concreto late uno de larga duración. De un lado, tiran aquellos vecinos que se sienten identificados con el diseño original del barrio, el comunal urbano. Del otro, aquellos que, esgrimiendo unas razones u otras, preferirían parecerse más a otras comunidades independientes del barrio que los rodean.

La lucha por el espacio público es una constante en la historia del vecindario. La última batalla, de momento ganada, adorna con carteles reivindicativos aun un parquecito cercano, donde el ayuntamiento pretendía hacer pasar un vial para dar acceso rodado al solar donde está prevista la construcción de una residencia privada. Con la operación paralizada por su inconsistencia urbanística, los vecinos han diseñado un detallado proyecto de huerto urbano para el espacio, proponiendo que el Consistorio haga una permuta de terrenos que satisfaga a los actuales propietarios para ganar ese espacio al vecindario.

La Ciudad de los Poetas: un barrio singular en el norte de Madrid

SACONIA quiere decir Sociedad Anónima de Construcción e Industrias Auxiliares. Algo de lo que hoy en día casi nadie se acuerda. El nombre de esta constructora, hoy desaparecida, pasó a ser sinónimo popular del barrio Ciudad de los Poetas, situado en el noroeste de Madrid.

En 1965 Antonio Perpiñá, Luis Iglesias Martí, y De Miguel firmaron el Plan Parcial Ciudad de los Poetas.  El nombre provenía del promotor inicial de los terrenos, Conrado Blanco, un empresario teatral que había imaginado un lugar donde pudieran vivir artistas, cuyas calles llevaran nombres de poetas. Salvo Antonio Machado, la calle principal del nuevo barrio, el resto de calles tendrían finalmente nombres prestados de la toponimia, según cuentan porque las autoridades de la época veían con malos ojos algunos de los nombres propuestos.

El espacio elegido era un área semirural contiguo a la Dehesa de la Villa en cuyo entorno había núcleos de población pequeños como Valdeconejos (hoy desaparecido, pero del que aún quedan algunos vestigios), Cerro Belmonte o Peña Chica. Estos barrios fueron borrados y, en algunos casos, sus vecinos expulsados con expropiaciones de miseria, contradiciendo la idea inicial de los planificadores del área, que pretendían que era posible una rehabilitación de aquellas barriadas.

 En sus horizontes más cercanos, el viejo barrio de Tetuán –del que Valdezarza era antes de la división en distritos espacio natural– y el nuevo Barrio del Pilar, cuya altísima densidad poblacional resultaba la antítesis de la Ciudad de los Poetas, pese a estar habitado por grupos sociales similares.

Hoy, el paradigma sigue sonando moderno: un núcleo residencial con alturas controladas, articulado a través de supermanzanas o unidades vecinales, con áreas comunitarias centrales conectadas entre sí de manera que sus habitantes puedan hacer la mayoría de sus itinerarios sin tan siquiera ver un coche. En el interior, estaban también los centros escolares y deportivos, y habría un área comunitaria, que se pensó inicialmente junto a la Dehesa de la Villa y finalmente se construyó en la calle de Antonio Machado.

Pronto la planificación espacial del barrio empezó a acumular premios y elogios de la profesión, viéndose en su diseño un ejemplo de lo que podría ser la promoción de vivienda social. Este prestigio también atrajo desde el principio a un sector de profesionales, profesores de universidad e intelectuales que, junto con otro contingente de vecinos de clase trabajadora, se enmarcaban mayoritariamente en la izquierda política, dando lugar a que el barrio se conociera en algunos ambientes como Rojonia.

Aun así, fue necesario luchar por la llegada de equipamientos y, con la presencia de algunos nombres conocidos como Blas de Otero o Pablo Guerrero, se formó un tejido vecinal muy activo. Fueron también los tiempos del Centro de Higiene Mental de Saconia, a través del cual una serie de psicólogos y psiquiatras desarrollaron un pionero programa de psicología infantil en los barrios al amparo de las asociaciones vecinales, o del auge de las fiestas populares de la barriada.

Coon el Plan General del 85, se abrió la puerta a llevar a cabo el cerramiento de algunos espacios comunes y ciertos técnicos municipales olvidaron el espíritu del diseño, concediendo licencias que desvirtúan la Ciudad de los Poetas. El conflicto de la fase XX no es más que una manifestación de una tendencia y, según opinan los vecinos que se oponen al cercamiento, es imprescindible evitarlo para que las vallas no se multipliquen en el barrio.

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