El scalextric de Puente de Vallecas y la paradoja del derecho a la ciudad
El derribo del scalextric que divide los distritos de Retiro y Puente de Vallecas está actualmente en el debate público. Hay consenso en los partidos de la izquierda madrileña y de parte del tejido asociativo de Puente de Vallecas sobre la importancia de acabar con él, dado que genera un frontera urbana hostil para sus habitantes. Llevar a cabo esta actuación mejoraría notablemente la calidad ambiental del lugar. Y no solo esto, también ayudaría a cerrar parte de una brecha física que ha vertebrado Madrid desde los años 70, separando a los municipios que se incorporaron 20 años antes a la ciudad de su centro histórico: la M30. Es cierto que esta autopista urbana ha facilitado la movilidad a muchas personas, pero ha supuesto una barrera a los desplazamientos peatonales entre el interior y el exterior de la Almendra Central, siendo estos la principal forma de transporte.
Sin embargo, su demolición también puede generar problemas no deseados. Lo que se pretende hacer es similar al proyecto de Madrid Río, inaugurado en 2011. Aunque a una escala mucho menor, la lógica es similar, ya que se busca soterrar la M30, construir encima zonas verdes y convertirlo en un espacio de encuentro entre los espacios que separa. En ambos casos no solo se mejora la zona al dotarla de un parque soterrando una carretera, también facilita la movilidad peatonal entre barrios separados por una barrera física que poco anima al tránsito.
¿Qué nos enseña la experiencia de Madrid Río sobre esto? Sin duda, esta infraestructura verde ha dotado de un espacio de enorme calidad a las vecinas de la zona y de toda la ciudad. Está repleto de espacios de ocio para el disfrute de todas las edades, para hacer una gran variedad de deportes o simplemente para pasear. También cuenta con nuevas pasarelas que mejoran mucho la comunicación entre los barrios que separa el río, y que antes era prácticamente nula debido al efecto frontera que generaba la M30.
Pero también ha tenido efectos nocivos para parte de la población que ha vivido ahí tradicionalmente. Para analizar esto hemos comparado las secciones censales -son unidades geográficas de unos 1500 habitantes- que están a menos de 300 metros de Madrid Río en Latina, Carabanchel y Usera con aquellas que están a menos de 300 metros de la M30 en el Puente de Vallecas.
En el periodo de 2015 a 2021 -máximo periodo disponible en el índice elaborado por el MITMA-, en la zona próxima a la M30 en Puente de Vallecas el alquiler subió un 24%, cerca de la media de la ciudad. En cambio, en la zona cercana a Madrid Río aumentó un 29%. En un contexto de grandes subidas del precio del alquiler en toda la ciudad de Madrid, la intervención de Madrid Río parece haber supuesto un añadido sobre esta presión.
Sin embargo, hay un dato aún más revelador: el nuevo perfil de las personas que se desplazan a vivir a las inmediaciones de Madrid Río está cambiando a pasos agigantados. En la tabla inferior se compara el nivel de estudios de las personas que llegaban a Madrid Río en 2010 -antes de su inauguración- y 2019 -último año del que tenemos datos- con las que llegaban a Puente de Vallecas en el mismo periodo. Cabe mencionar que ha habido una subida generalizada del nivel de estudios de población madrileña en este periodo por dos razones: la primera es que cada vez más personas acceden a la educación universitaria; la segunda es que Madrid absorbe gran parte de las personas con estudios universitarios de otras regiones de España.
Aun teniendo en cuenta este contexto, las diferencias son más que evidentes. Mientras en 2010 el 18,8% de las personas que llegaban a Madrid Río tenían estudios superiores, en la parte de Puente de Vallecas pegada a la M30 era el 13%. Por tanto, no había grandes diferencias en el nivel educativo. Esto cambia notablemente en 2019, pues el porcentaje de estudios superiores pasa a ser el 39,5% y el 24,2% respectivamente. Es decir, en este periodo ha habido una transformación enorme del perfil de las personas que pueden mudarse cerca de Madrid Río. Esto no ha sucedido en las inmediaciones de la M30 en Puente de Vallecas, al mantenerse prácticamente inalterado el entorno construido.
Por tanto, la presión que supuso la intervención de Madrid Río sobre el precio del suelo convirtió sus proximidades en un espacio notablemente más restrictivo desde el punto de vista socioeconómico.
Es importante resaltar que el aumento del coste de la vivienda lo sufren especialmente aquellas personas que viven en alquiler, dado que cada cinco años se puede rescindir su contrato y exigir una cantidad mayor. El Banco de España señaló en su día que casi la mitad de las personas que viven en alquiler están en riesgo de pobreza o exclusión social, por lo que son doblemente vulnerables a este proceso. A esto se le suma el proceso de gentrificación y turistificación de gran parte del centro de la ciudad que cada vez se expande más hacia la periferia.
Por tanto, se puede dar la paradoja de que muchas de las habitantes que han vivido durante años cerca del Scalextric, y han sufrido sus consecuencias, no puedan disfrutar su hipotético derribo.
Esto no implica posicionarse en contra de la demolición. En primer lugar, esto es algo que se debe decidir con la participación del vecindario. En segundo lugar, porque es evidente que va a suponer una enorme mejora del entorno en uno de los barrios -San Diego- con más carencias de zonas verdes de la ciudad. También va a contribuir a cerrar una importante brecha física que dificulta la movilidad peatonal entre Puente de Vallecas y la zona interior de la Almendra Central.
La mejora del entorno construido en la ciudad y el reequilibro territorial debe estar siempre en la agenda de los ayuntamientos. La demolición del Scalextric sin duda avanza en ambas direcciones. Pero la ciudad es un entramado complejo y contradictorio. Actuar sobre ella habitualmente trae consigo efectos no deseados.
Las fronteras físicas entre barrios de distinta renta suponen un freno a la mezcla social, pero también dificultan que el valor del suelo del barrio más rico se traslade al más precario. Cuando se derriban las barreras, la mezcla social aumenta, al facilitar el intercambio de población, tanto cotidiano como residencial. Pero, a su vez, ya nada impide que el aumento de precios se extienda como una mancha de aceite hacia la zona de menos renta.
El reto de todo ayuntamiento debe ser que suceda lo primero, pero evitar lo segundo. Sus políticas deben dirigirse a proteger de la expulsión a aquellas personas que durante años sufrieron los problemas que genera tener al lado el Scalextric, pero que también deben tener el derecho a disfrutar su soterramiento.
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