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El barrio en el mundo globalizado: vecinos de Tetuán en la Caravana Abriendo Fronteras

Algunos de los activistas de la Caravana, entre los que hay varios vecinos y vecinas de Tetuán

Luis de la Cruz

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Con la misma pasión con que algunos hemos abrazado el término barrionalismo en los últimos años, otros lo han señalado como un impulso ensimismado y caduco. En el mundo más globalizado que nuestra especie ha conocido, lo global y lo local –glocal lo bautizaron algunos teóricos, nosotros lo esquivaremos por galimatías– son dos perfiles indisociables del homo sapiens que somos y del suelo que pisamos. La historia de hoy va de eso.

Entre los días 17 y 27 de julio, unos 350 activistas de distintos puntos de España recorrieron Gran Canaria y Tenerife, conociendo asociaciones locales que trabajan con personas migrantes y manifestando públicamente su oposición a la Europa de las fronteras y a favor del derecho a migrar. Fue en la edición de este año de la Caravana Abriendo Fronteras, que ya había hecho lo propio en otros puntos calientes de la inmigración y el control fronterizo en ocasiones anteriores: Grecia en 2016, Melilla en 2017, Italia y Sicilia en 2018, y Ceuta y Huelva en 2019 (el año pasado no hubo caravana como tal, aunque sí un encuentro en Valencia).

El impulso vital que mueve a los marchantes a los lugares de las personas en tránsito lo resumen bien estas palabras de Catherine Verbruggen Kati, que escribió un extenso y recomendable diario del viaje:

“¿No es más locura pensar que 23.000 personas este año se han metido en un cayuco para recorrer más de 1.000 km en una ruta que conlleva un 32% de mortalidad?

¿Más locura pensar que el 60% de estas personas son marroquíes que viven a 14 km de las costas españolas y, sin embargo, han «elegido» esa ruta mortífera para llegar a la península?

¿Más locura pensar que detrás de las palabras Pacto de Migración presentado en 2020, lo que hay es un aumento de la externalización de las fronteras y de las deportaciones?

¿Más locura pensar que, mientras viajamos tranquilamente en avión, sintiendo un ligero estremecimiento de miedo por la altura, y fastidio por no poder estirar las piernas, por las limitaciones de equipaje, las largas colas…hay miles de personas que han pagado 10 o 20 más dinero que nosotros para viajar en pateras?“

Entre las 350 personas había entorno a una decena de vecinos del distrito madrileño de Tetuán, algunas de las cuales ya habían estado en caravanas anteriores, que se conocen de trabajar en espacios y colectivos activistas de su barrio como La Enredadera, Feminismos Tetuán o Radio Almenara, entre otros. La constatación de que los lazos forjados en la cercanía no siempre son incompatibles con el reconocimiento de un mundo más amplio sino, más bien, un cabo dispuesto a trenzarse. Y de que lo que no debería ser global es la idea de frontera.

Para Nuria, una de las tetuaneras en la marcha, “hacer la caravana con tantas personas del barrio ha sido una experiencia positiva, éramos gente que ya había compartido espacios de lucha, como el 15M o La Enredadera, por lo tanto, siempre tenías esa unión extra y la sensación de sentirte cuidada”.

Ramón, que también repetía experiencia, incide en la experiencia de compartir con compañeros del barrio el viaje:

“Resultaba llamativo a la gente que un grupo nos reconociéramos por nuestro barrio. Algunas ya habíamos participado en esta iniciativa antes, pero en 2021 hemos sido más y ha sido un lujo hacerlo con gente con la que vives cerca para reforzar redes de apoyo para personas migrantes de nuestro barrio también. No se trata de montar nada porque hay ya experiencias haciéndolo, pero nos ayuda mejor a comprenderlo”.

Ambos, como el resto de su grupo y de los participantes de la Caravana, provenientes de distintos lugares de España, tienen claros los ámbitos políticos y experienciales de aquellos días en Canarias:

“Hay unos objetivos prioritarios de marcar las reivindicaciones en la agenda política, pero a nivel personal es una experiencia para tratar de comprender que deben estar muy bien cuidados el derecho a migrar y también el derecho a no migrar, en el sentido de que no nos veamos forzados a movernos. Otra parte de la experiencia personal en Canarias interesante la saqué de la charla con la gente mayor, al pasar por Santa Cruz, Gran Canaria o San Bartolomé de Tirajana. Al explicarles que prestábamos atención a la gente que llegaba en patera o zodiac a las islas, recibíamos testimonios solidarios por su parte, recordando sus propias experiencias de emigración en Cuba o Venezuela”, cuenta Ramón.

“Para mí la Caravana supone, primero un golpe con la realidad, ver en primera persona las informaciones que te llegan durante el año y, en segundo, ver la cantidad de gente que está implicada en esta lucha por conseguir que se cumplan los Derechos Humanos”, reflexiona Nuria.

Dormir juntos en institutos, andar hasta que los pies no se sienten, conocer la isla en guagua, reunirse con asociaciones locales y de migrantes, visitar CIES o Frontex, hacer acciones junto con los chavales de los campamentos de Las Raíces y Las Canteras, recorrer con pancartas las playas turísticas de Canarias o empapelar con titulares falsos la sede de un periódico local, son algunas de las experiencias comunitarias a través de las cuales este grupo de vecinos de Tetuán ha colaborado con una red más amplia de vecinos de otros sitios para afianzar la idea de que el barrio está en el mundo…y el mundo en el barrio.

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