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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

No exageremos el peligro terrorista, hoy por hoy

Dos policías hacen guardia en las proximidades del puente de Londres.

Carlos Elordi

Es insensato reducir la importancia de la ola de atentados yihadistas que ha golpeado a algunas capitales europeas. Las sociedades occidentales, cuyos principales valores –más que la idea de una democracia cada vez más polisémica– son el confort y la seguridad personal de sus ciudadanos, no puede convivir con ese fenómeno sangriento. Pero tampoco se puede exagerar sus dimensiones, sus potencialidades y asegurar que lo más urgente es defender nuestro modelo de convivencia frente a la amenaza yihadista. Porque por muchas barbaridades que hagan sus adeptos, la ofensiva de Estado Islámico (ISIS) y Al Qaeda no está poniendo en cuestión ese modelo ni parece que lo vaya a poner en un futuro.

El objetivo estratégico último de estas dos formaciones es, lo dicen abiertamente, provocar mediante el terror una guerra civil contra los musulmanes en Europa. El avance electoral que en los últimos años han registrado algunos partidos islamófobos, como los encabezados por Marine Le Pen en Francia y Geert Wilders en Holanda, entre otros, podría indicar que ese objetivo era realizable a corto plazo. Pero ese avance se ha parado en ambos casos y en algún otro. Y entre los motivos de ese parón figura justamente la islamofobia de esas formaciones, que habría alejado de sus listas a no pocos electores. El caso francés es particularmente claro a ese respecto.

Aunque hay musulmanes que los aplauden porque consideran que son una justa contrapartida del horror que las potencias occidentales han llevado a sus tierras de origen, los atentados no van a alterar esa dinámica. A menos que cambien mucho las cosas en un futuro, ningún partido xenófobo tiene posibilidades claras de acceder al poder en un país europeo. En alguno condicionarán las decisiones políticas de sus gobiernos, ya lo llevan haciendo unos cuantos años, particularmente si esos gobiernos son de derechas y disputan con ellos una parte del electorado. Pero no van a ocupar cargos ministeriales. El objetivo de Al Qaeda e ISIS es hoy, por tanto, irrealizable.

Pero van a seguir golpeando. Y provocando espanto en las poblaciones. Una sensación cuyas manifestaciones más intensas desaparecen a los pocos días pero cuyo poso permanece en las mentes de muchos ciudadanos. ¿Hasta qué punto? No es fácil saberlo, pero sería interesante tener algún dato sobre la evolución de la asistencia a actos masivos en las ciudades de nuestro continente en los últimos dos años, los de la última oleada de actuaciones del terrorismo yihadista.

La impresión es que no ha bajado significativamente, que el recuerdo del horror no lleva a la gente a quedarse en casa o, cuando menos, a mucha gente. Los despliegues policiales que se están haciendo en los últimos tiempos en esos actos en algunos países han debido de ayudar. Francia y España son ejemplo de ello. El Reino Unido lo es de lo contrario. Y el motivo son los grandes recortes de las plantillas de las fuerzas de seguridad decididos por los gobiernos conservadores, y en particular por la actual líder tory, Theresa May, cuando era ministra del Interior.

Otro dato, este estrictamente español. Según los sondeos del CIS, el terrorismo figura desde hace tiempo, desde que ETA dejó de actuar, en un lugar bastante bajo en la lista de preocupaciones de nuestros conciudadanos. Lo cual contrasta con la atención desmedida que algunos de nuestros medios de comunicación prestan a los atentados que tienen lugar en otros países. Y que se podría explicar suponiendo que lo que esos medios buscan es, sobre todo, el espectáculo que no encuentran en otros frentes informativos.

Dejando de lado la parafernalia de demagogia, ignorancia y falsedad que junto a análisis más lúcidos y solventes se apoderan en estos casos de muchas mesas de debate mediático, para alguien que, como quien esto escribe, no tiene un conocimiento profesional en la materia, todo indica que el principal instrumento de que disponen nuestras sociedades para hacer frente al terrorismo yihadista es el de la acción policial y los servicios de información.

Los expertos que sostienen esta tesis, que son todos los que tienen la mínima solvencia, coinciden en que ambas requieren de más medios para llevar a cabo sus tareas. En todos los países, aunque en algunos más que en otros. Que la tarea de detección, seguimiento y control de potenciales terroristas en los ambientes del radicalismo islámico, que sin ser masivos son amplios en algunos países, requiere de más efectivos e instrumentos para ser eficaz.

No de nuevas leyes represivas que se pueden aplicar indiscriminadamente a todo el mundo, a musulmanes y no musulmanes, sino de más dotaciones, en personal y medios tecnológicos. Pero atender a esas necesidades plantea un problema en el terreno político y electoral. Y es el de que esas medidas no son vistosas, no se pueden usar en una campaña, porque son complejas y de difícil trasposición a un eslogan. Es más fácil usar una fase brillante que no quiere decir nada pero que va a ser destacada en los medios de comunicación. Sin que el político que la pronuncie esté mínimamente dispuesto a detraer fondos de otras partidas presupuestarias para dedicarlos a la lucha antiterrorista.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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