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Mazda MX-30: cuando menos es más en un coche eléctrico

El Mazda MX-30.

Javier Galilea

Mazda tiene a gala llegar a las batallas habiendo estudiado el terreno como nadie. Y a la nueva pelea de los automóviles eléctricos, lo hace con un producto extraordinariamente meditado desde casi cualquier punto de vista. Así que, si la competencia se aproxima al nicho de los eléctricos con propuestas centradas en la máxima autonomía, o bien en automóviles de alta gama con multitud de contradicciones, o son tan sencillas que difícilmente pueden justificar su precio y dejar espacio para la diversión, el MX-30 es un verso libre y te explicamos a continuación sus motivos. 

Su carrocería de 4,40 metros y 1,57 metros de altura esconde a primera vista una sorpresa que no es nueva para Mazda: las puertas de apertura enfrentada o freestyle, sin pilar central. Enmarcadas en un lateral muy limpio, otorgan cuando están cerradas y desde cierta distancia, la sensación de que el MX-30 es una especie de coupé con carrocería elevada. Abiertas de par en par, permiten un acceso muy despejado a las plazas traseras, sirviendo las más pequeñas como soporte para los cinturones de seguridad delanteros, de forma que las butacas no necesitan un pesado bastidor a tal efecto. Además, contribuyen a crear una sensación de espacio abierto y despejado que favorece la tranquilidad y el bienestar a bordo.

El frontal estrena un nuevo tipo de calandra más estrecho porque bajo el capó tampoco hay necesidad de aportar una gran cantidad de aire, de igual forma que la zaga dibuja una caída que recuerda a la del Mazda3, pero mucho más ligera. El tratamiento del pilar “C”, estrecho y cortado en su base con un detalle decorativo de aluminio, además de poder estar pintado de colores diferentes a los de los laterales y el capó, consigue este efecto que se percibe todavía mejor en vivo. Los colores principales en todo caso son los llamativos Soul Red Crystal, Polymetal Grey y Ceramic Metallic, que, si bien son opcionales en otros modelos de Mazda, vienen de serie en el MX-30. 

Para todos los sentidos

Si la pintura, sus combinaciones y el magistral juego de luces y sombras que consiguen las pinturas especiales y el diseño Kodo enfatizan una línea inédita en la marca, el interior sorprende al resto de los sentidos, empezando por el tacto. La adopción de diferentes texturas y materiales con acabados artesanales superan ampliamente lo que se podría esperar de un coche de esta categoría, creando una atmósfera que podría pasar sin pegas por la de un automóvil de muy alta gama. 

Los guiños sostenibles se aprecian en la consola central, realizada en corcho natural con un tratamiento repelente de manchas, en recuerdo de la primera actividad de Mazda cuando transformaba derivados del alcornoque hace cien años en Hiroshima. Por su parte, los revestimientos interiores de las puertas están realizados con fibras de plástico reciclado de envases de PET: los envases de plástico que nos inundan. Y el cuero de los asientos es una alternativa vegana al de origen animal. 

Frente al conductor, el nuevo Mazda MX-30 adopta una instrumentación digital, con los indicadores propios de un vehículo eléctrico, Así, el cuentarrevoluciones se transforma en un dial que se mueve entre el consumo y la regeneración en fases de retención, mientras que el indicador de temperatura del motor, refleja en este caso la del fluido que calienta o refrigera las baterías para estirar su autonomía en días y preservar su duración. Mientras, el gran velocímetro central se configura a voluntad para mostrar indicaciones de los sistemas de ayuda a la conducción de la nueva generación de vehículos de Mazda, denominada I-Activsense.

Batería… ¿pequeña?

En comparación con otros vehículos, puede la respuesta a este encabezado sea afirmativa. Atendiendo a los motivos que han llevado a Mazda a utilizar una batería de 35,5 kWh, más bien podríamos decir que tiene el tamaño justo y necesario. Colocada bajo el piso del habitáculo, reduce el centro de gravedad y apenas añade 300 kilogramos para una autonomía efectiva de 200 kilómetros en carretera y hasta 265 en ciclo urbano.

Asumiendo que la distancia media que realiza en sus trayectos habituales un europeo no supera los 48 kilómetros, y que el español rebaja la cifra a poco más de 43, según datos de un estudio realizado por la consultora Ipsos Mori en 2019, un par de recargas serían suficientes en una semana cualquiera. Por cierto, y no es común, la batería admite carga rápida en corriente continua por lo que poco más de 30 minutos bastan para recuperar el 80%. Y puesto que el volumen total es moderado, en un enchufe convencional, tres horas son suficientes para cargarla a este mismo porcentaje, frente a la mayoría de alternativas que necesitan una larga noche para recuperar el aliento. 

Desde el sentido común, el concepto del MX-30 convence. Y aún no hemos atendido al origen más profundo de la discusión en la que Mazda lleva envuelta antes de decidirse a explorar este terreno: ¿cuánto contamina la producción de una batería enorme, cuya capacidad apenas se utiliza a diario y cuyo peso lastra al coche cada día? En términos generales y fijándonos sólo en las emisiones de dióxido de carbono, producir un coche de combustión convencional como el CX-30 según datos de la organización japonesa de fabricantes JAMA puede rondar las seis toneladas. Un MX-30, el doble, con 35 kWh de batería. ¿Te haces a la idea de cuánto cuesta poner en la calle un eléctrico con batería de 60, 80 o 120 kWh?

A partir de los 55.000 kilómetros, un MX-30 igualará las emisiones en origen de un auto de combustión. Un kilómetro después, la ausencia total de gases compensará las de su fabricación. Y habrán pasado unos tres años desde que su conductor lo estrenara, garantizando una larga vida útil del automóvil en el más profundo término de la palabra: cuando realmente devuelve al medio ambiente sus cero emisiones en los trayectos. 

Responsable, sostenible, comprometido con los valores tradicionales de Mazda y exhibiendo una visión diferente casi desde cualquier punto de vista, el MX-30 es el eléctrico que realmente apetece conducir todos los días. Y este es solo el principio, porque Mazda trabaja ya en otras vías para ofrecer una gama cada vez más electrificada, dentro de su plan estratégico Zoom Zoom Sostenible 2030, que prevé la reducción de las emisiones globales de su gama para ese año en un 50%. 

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