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Nuestros derechos al compartir mediante mensajería

Cartel de #SaveWhatsApp

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A todos nos gusta compartir. Cada quien a su ritmo y seleccionando, más o menos, aquellas cosas de las que puedan beneficiarse nuestros destinatarios. O bien mostrar nuestras aficiones y gustos, nuestros pensamientos, algunas sensaciones singulares, o aspectos que supuestamente mejoran nuestra imagen social. Y no escatimamos el medio que esté a mano para que su difusión se realice de la manera más rápida e impactante. Esta conducta social de compartir, cuyas raíces se encuentran en lo más profundo del ser humano y que se apoya en nuestro sentido de la pertenencia a un grupo, o a una familia, se refleja en las ideas y creencias que transmitimos con muy diverso grado de certeza o veracidad en las informaciones emitidas y con efectos de diferente signo en los receptores, ya sea por el carácter de sus contenidos o por la alegría, jocosidad o la ira u otros sentimientos que provoquen.

En la práctica, además del punto de cordura que apliquemos en cada momento que compartimos, no dedicamos nada de nuestro tiempo a pensar en el canal que utilizamos para tal fin, y los efectos que implica su uso en nuestra vida cotidiana, en nuestros derechos y en el de los demás. Hemos naturalizado tanto nuestro manejo de aplicaciones de mensajería como Whatsapp, que poco importa a la mayoría que su adquisición en 2014 por la empresa Facebook Inc. haya provocado múltiples quejas y serias denuncias por el posible uso inadecuado de nuestros datos personales y un abuso insultante de monopolio.

La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC) y fiscales de 48 de los 50 Estados demandaron en diciembre pasado a Facebook por lo que consideran prácticas monopolizadoras para absorber potenciales competidores y asfixiar la libre competencia, con el fin de obligarla a que venda Instagram y WhatsApp. Anteriormente la compañía recibió una multa de 5.000 millones de dólares en 2019 por la fuga de datos del ‘caso Cambridge Analytica’. En 2019 el Bundeskartellamt alemán (autoridad de la competencia) afirmó que la extensión con la que Facebook recolecta, combina y usa los datos en las cuentas de los usuarios constituye un abuso de su posición. Otras autoridades de la competencia de Turquía y la India han expuesto en 2021 denuncias similares. El Centro Criptológico Nacional, del CNI, ya venía denunciando hace años sobre los principales riesgos que ocasionaba el uso de Whatsapp. Y la ONU ha prohibido a sus funcionarios su utilización.

¿Cuál es la estrategia de Facebook Inc. con Whatsapp? A principios de este año, según la información de los cambios en su última actualización de condiciones, WhatsApp supuestamente mantendría la privacidad de los datos entre contactos personales de amigos o familiares, pero los mensajes que se intercambian con empresas y otros datos relacionados con su uso como, entre otros, la geolocalización, serán objeto de seguimiento para compartirlos con la red social Facebook y con otras empresas, con fines publicitarios. Tal fue el revuelo que provocó en sus usuarios, que Signal y Telegram (con unos niveles de seguridad y privacidad mucho mayores) se convirtieron en las Apps más descargadas tras el cambio en la privacidad de WhatsApp, aumentando Telegram en 25 millones 72 horas después de dicho anuncio. Ante lo cual decidieron posponer la ejecución de las nuevas condiciones, para evitar la sangría de usuarios que estaban sufriendo, con el compromiso de explicar mejor en qué consistían dichos cambios.

Posteriormente marcaron la fecha del 15 de mayo como una meta tras la cual, si no se aceptaban sus condiciones, la cuenta de mensajería quedaría anulada. Se supone que conforme a la normativa europea, definida por el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), vigente desde el 25 de mayo de 2018, y adaptada en la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales (LOPDGDD), estas condiciones que acarrean la explotación de datos personales no se aplican en los países de la UE. Por ello crearon una empresa paralela denominada “WhatsApp Ireland Limited” que se encargará de “filtrar” las comunicaciones a los privilegiados europeos para que nuestros datos no se exploten tal y como van a hacer con el resto de usuarios del mundo. Un escenario que, a partir de los múltiples antecedentes negativos de esta empresa y las denuncias en curso por autoridades competentes, nos plantea muchas dudas de su efectividad y de que no aparezca nuevamente algún “fallo o vulnerabilidad” en su funcionamiento.

En este proceso en el que se impone la aceptación de las nuevas condiciones por parte de Whatsapp, y muchas personas van migrando desde hace tiempo a otras aplicaciones como Telegram, surge una campaña a nivel internacional denominada #SaveWhatsapp mediante la cual se pretende que la empresa matriz no obligue a sus clientes a aceptar ineludiblemente esas condiciones, pues en la mayoría de países, dado su dominio en el mercado mundial de mensajería, no tienen alternativas asequibles. Como nos explicaba Renata Ávila en Twitter, “en algunos países, el uso de WhatsApp, debido a acuerdos entre las empresas de telecomunicaciones y Facebook, no consume datos de su plan de telefonía. Cambiar a otra aplicación de mensajería significa que debe recargar su teléfono. Si su teléfono no tiene crédito o tiene poco crédito, significa que lo desconectará.”

Una interpretación que podemos realizar es que para Facebook Inc. es más beneficioso el potencial aprovechamiento de los datos personales de millones de usuarios que el acuerdo económico que se obligue con las corporaciones de telefonía. Habrá que observar los movimientos futuros que Telegram y Signal puedan efectuar al respecto para extender su uso en países en desarrollo.

Tanto por el impacto de dicha campaña, como por el trasiego constante de personas a otras Apps de mensajería, el pasado 7 de mayo Whatsapp ha cambiado nuevamente su exigencia inicial y a partir del 15 de mayo no se procederá a eliminar las cuentas de quienes no acepten sus condiciones. La alternativa que plantea es que, cada ciertos días, Whatsapp irá “recordando” a los usuarios la necesidad de asumir sus condiciones. Este recordatorio machacón obligará, en la mayoría de casos, a que la gente termine por aceptarlas, harta del mensajito.    

Muchos utilizamos herramientas de redes sociales como Facebook e Instagram, y somos conscientes de la explotación que su utilización conlleva, e intentamos emplear el sentido común en torno a los contenidos que compartimos con ellas. Uno de los riesgos que se derivan de su uso es nuestra acomodación a lo que se conoce como “burbujas sociales”, ese grupo de contactos más o menos estrecho, en el que cocinamos nuestras propias ideas, donde hacemos eco de nuestro sesgo de confirmación y que impide desarrollar una mente abierta a los diferentes conocimientos. Uno de los mecanismos que nos van orientando paulatinamente hacia esas cámaras de eco es la publicidad personalizada que tan bien controlan con los perfiles de nuestros datos.

Hay un límite que podemos llevar a cabo frente a estas trabas en nuestra interacción con los demás, esto podemos hacerlo un medio tan fundamental en nuestro comportamiento diario como lo es la mensajería en los dispositivos móviles. El hábito que tenemos con Whatsapp y la pertenencia a grupos de contactos que comentaba al principio de estas líneas, muy consolidados ya en nuestras vidas, nos bloquean evidentemente de cara a tomar la decisión de cambiar de medio y, a su vez, para animar o empujar a los demás a cambiarlo o bien añadir otra App en su dispositivo para comunicarse con nosotros. Pero les invito a pensar con detenimiento que la decisión que muchos adoptamos de elegir otra aplicación de mensajería responde a la necesidad práctica y moral de garantizar la seguridad y la privacidad de nuestros datos personales y de aquéllos con quienes contactamos, y evitar que sean explotadas en manos de un monstruo corporativo como lo es este monopolio de Facebook. No podemos caer en la simplicidad acomodaticia y falsa de que todas las empresas y todas las herramientas tecnológicas son iguales. Nuestro deseo honesto de compartir no debería tener como esclavos a nuestros derechos de ciudadanía al comunicarnos mediante mensajería.

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