Quiero que desaparezcan las personas en el aire. Si me tapo los ojos y dejo de mirarla, estoy seguro de que desaparecerá la enferma mental de la esquina. Si cierro las ventanas, muy pronto se desintegrarán los adolescentes que andan trapicheando en la plaza. Si aprieto muy fuerte los puñitos, es muy probable que dejen de existir los pobres que duermen en El Malecón.
Tales frases no son mías, sino que, a tenor de los hechos, pertenecen a las personas que gobiernan esta santa región. López Miras ha recortado Servicios Sociales hasta dejarlos inexistentes en la práctica. La Región dedica un 15,07% del presupuesto a acciones sociales, una de las cifras más bajas de España —427 euros por habitante, la media nacional es 638 euros— según el último informe de los directores y gerentes de Servicios Sociales. Se han adelgazado hasta la miseria las partidas que antes se destinaban a ONGs como EAPN o Cepaim y ha borrado del mapa albergues y casas tuteladas.
No se le queda a la zaga el alcalde Ballesta, que ha quitado las partidas asignadas a Jesús Abandonado, obligándole a cerrar la casa tutelada que recogía personas con adicciones múltiples; ha echado a los migrantes del Malecón, robándoles sus pertenencias, y ha cerrado albergues y recursos habitacionales del municipio. Sin duda con la intención de que las personas se disuelvan en el aire, como hacían al taparse la cara en su infancia, edad de la que, tanto él como López Miras, parecen no haber salido.
(Abro paréntesis: como era de prever, los indigentes expulsados de sus antiguos tutelajes —“Jesús abandonado”, qué bien le cuadra, en Murcia, ese título al fundador del cristianismo—, han acudido a lugares donde hay techados y abundancia de personas a las que pedir limosna, como la Estación de San Andrés o el Parque Viudes. Si su adicción o sus problemas mentales les llevan a agredir o a robar, ¿a quién culparemos? Yo lo tengo claro).
Quizás prolongar la infancia no sea el motivo que empuja a nuestros gobernantes, sino otro bien distinto. Veamos: López Miras acaba de presentar un Plan de Seguridad que consiste solamente en invertir 120 millones para dotación de material policial tecnológico y aumento de las plantillas de policías locales. Sorprende este anuncio justo cuando se publican las cifras de delitos en todo el mundo, las cuales no solo sitúan a España como uno de los países más seguros, sino que observan una bajada en número de delitos en lo que va de 2025 (un -2,8% en el conjunto del país, un -3,9% en la Región de Murcia). Entonces, no cabe otra cosa que deducir que López Miras le ha comprado a la ultraderecha su argumento sobre el aumento de la inseguridad ciudadana; pero no solo eso, sino que desea hacer realidad lo que es una burda mentira. Es decir: que el PP desea que la violencia y los delitos cundan en nuestras tranquilas calles, provocando el delito que, como dice el refrán español, es hijo de la pobreza.
Parece que este siglo XXI está ahondando en la desigualdad y olvidando casi 200 años de esfuerzos por eliminar el delito de las sociedades humanas. Recordemos que decenas y decenas de siglos de brutalidad solo fueron solucionados cuando, alrededor del siglo XVIII, se empezó a estudiar el delito como consecuencia de enfermedades, adicciones, pobreza y salarios miserables. La prohibición del trabajo infantil, la educación gratuita, las ayudas a indigentes y las políticas de apoyo, redistribución, becas y sanidad universal no son ideas de ángeles bondadosos, sino el camino (al menos dentro del capitalismo) para no ser asaltados en plena calle, la manera de vivir tranquilos y seguros en nuestras ciudades.
Dejamos para otro día la inquietante relación de la policía local de Murcia con la experimentación, en nuestras calles, de un programa de reconocimiento y detección de personas conflictivas por IA, financiado por el estado israelí, por empresas de la seguridad alemanas y por el Ministerio del Interior de Marlaska.
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