Cuando hace unos días María José Alarcón me ofreció la posibilidad de escribir una columna en eldiiario.es Región de Murcia, experimenté una sensación rara. La alegría de escribir para inspirar a otros, y la responsabilidad de escribir. Entonces ocurrió. He intentado varias veces iniciar este artículo, el primero supongo de muchos, y ocurrió: la inspiración se fue. Me pasó otras veces y sé que lo mejor es dejar que pase el tiempo. He intentado volver a escribir, pero cuando no sale, no sale. Así que decidí leer, que suele ser inspiración de todas las personas que alguna vez hemos decidido escribir algo para alguien.
Los medios de comunicación digitales tienen una gran ventaja sobre otros medios de comunicación, porque los peajes que pagan son infinitamente inferiores a los medios de comunicación llamados “tradicionales”. La publicidad institucional y el clima político así como la concentración de medios hace que muchos de ellos vivan del poder absoluto de la publicidad institucional, que es el alimento que pule las aristas de las líneas editoriales críticas.
Con todo, hay noticias que inundan todos los medios, muy por encima de otras que se tornan noticias lejanas. París está más lejos de Madrid que Lanzarote de la Costa de Mauritania, o que la costa de Almería de Argelia. Sin embargo, el mismo día, qué casualidad, que morían doce periodistas de Charlie Hebdo, en Nigeria eran masacradas por el terrorismo más de 2000 personas a manos de Boko Haram. Ésta y otras noticias similares hacen que me plantee si realmente somos objetivos cuando entre noticias como éstas, si eliminamos la ciudad de origen, la tragedia de Nigeria abruma, sin hacer menos grave lo de París.
Algo similar ha pasado con el virus del Ébola que sigue provocando víctimas mortales en África cada día, pero que ya no es noticia porque ya no hay casos en España ni de españoles ni en Francia ni EEUU. Si un tiroteo en un colegio en un pueblo de Kentucky ocupa portadas y las muertes en África pasan de puntillas, la pregunta que quiero transmitir es: ¿somos racistas por no publicar ni hacer nuestras las masacres en África?
Cuando Casius Clay decía que el cielo era de los blancos, que los ángeles eran blancos y que los santos y apóstoles eran blancos, podía parecernos que exageraba, pero vista la prensa actual, no es necesario que nos pongamos delante de nuestra responsabilidad. Somos responsables de vivir de espaldas al Mediterráneo y de creer que estamos más cerca de Oslo o Varsovia que de Orán o Nador. Desde que viajo a África, veo más similitudes entre marroquíes y mauritanos con españoles que con Alemanes o Nórdicos.
Por mi parte, quiero hacer reflexionar que el yihadismo o el terrorismo internacional se nutre de la juventud imberbe que vive en guetos de Orán, Túnez ó El Cairo; pero también de los guetos que hemos creado en Marsella, Barcelona, Melilla o Sevilla.
Es necesario que establezcamos puentes con marroquíes, argelinos o tunecinos. Pero no sólo con los que viven allí, también con los que viven en Murcia, Alicante o Málaga. Solo así podremos integrar de verdad. Solo el que puede perder algo, lucha por conservarlo.
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