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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

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Escribir es un acto de comunicación, sí, pero también de incertidumbre. Nunca se sabe quién te leerá, ni —lo que es aún más inquietante— cómo interpretará lo que has escrito. Darle a la tecla es, al mismo tiempo, oficio y aprendizaje. Y en ese camino sigo, sumando un puñado de artículos que, orbitando sobre esta ciudad y, por extensión, sobre esta Región, se preguntan por el presente sin dejar de echar un vistazo al pasado, repensando —sin lugar a dudas— cuestiones que nos interpelan desde ambos tiempos.

Siempre me ha resultado curioso que una región con vocación industriosa —en la que los huertanos, arrendadores de tierras, no podían dejar de completar sus ingresos con la producción de seda— no haya sido considerada como una ciudad industriosa y, por extensión, como una región marcada por una dualidad que, si bien no se refleja en las estadísticas, sí debería invitarnos a reflexionar sobre su carácter.

Esta reflexión, que aquí lanzo, se distancia de la interpretación clásica de la historia regional que delinearon, con rasgos generales, dos historiadores a los que admiro profundamente: María Teresa Pérez Picazo y Guy Lemeunier. En su obra, ambos planteaban la Región como un espacio exportador, semiperiférico, dentro de los marcos analíticos —ya superados, aunque en ocasiones aún útiles— de Wallerstein. Su libro, El proceso de modernización de la Región de Murcia, que guardo como oro en paño —no solo por su contenido, sino también porque la edición que poseo, comprada en una librería de viejo inglesa, perteneció a Jim Casey, uno de los grandes historiadores de la historia social hispana—, revisa con acierto los procesos clave del territorio.

A estas contribuciones habría que añadir también la Historia de la Región de Murcia, publicada por Ediciones Mediterráneo en once volúmenes y coordinada por Francisco Chacón, que reúne un extenso y diverso conjunto de trabajos —imposible de citar en su totalidad aquí— que configuran una visión plural de la Región. Más tardía es la aportación del gran medievalista Miguel Rodríguez Llopis —de muerte prematura, pero de trabajo ingente—; buena parte de la documentación simanquina que hoy conserva el Archivo Regional fue encargada por él. También merece mención la Historia económica de la Región de Murcia de José Miguel Martínez Carrión, maestro de mi añorado compañero de piso, Javier Puche Gil, a quien la parca se llevó demasiado pronto.

No menos relevante resulta la Breve historia de la Región de Juan González Castaño, discípulo de Lemeunier y Pérez Picazo, que completa ese legado intelectual con una mirada clara, precisa y firmemente arraigada sobre el devenir de una Región cuya construcción política ha sido también analizada por diversos autores.

Las reflexiones de todos ellos resultan muy interesantes, pero especialmente atractiva me sigue pareciendo la primera obra citada: El proceso de modernización de la Región de Murcia, de Guy Lemeunier y María Teresa Pérez Picazo. En ella se formulaba ya en 1984, en diálogo con la célebre propuesta de Eugen Weber sobre la transformación de campesinos en ciudadanos en la Francia del siglo XIX, una lectura incisiva de la Región de Murcia.

En una introducción que aquí entrecomillo, se destacaban ciertas condiciones estructurales que definían los umbrales de su modernización: “una ocupación humana tardía y dispersa en términos históricos; una incorporación igualmente tardía a la vida política —Murcia fue hasta 1931 uno de los principales bastiones nacionales del abstencionismo electoral—; y una conciencia de clase escasamente articulada, reflejada en los bajos niveles de conflictividad social. A estos factores, que delinean los límites iniciales del proceso modernizador, se sumaban otros rasgos cuya transformación ha sido aún más lenta, especialmente en el plano cultural: el alto grado de analfabetismo entre los mayores de cincuenta años, el fuerte individualismo comarcal, la débil conciencia regional y la quasi ausencia de tradiciones culturales compartidas”.

Estas últimas frases, releídas cuarenta años después —y evocadas aquí a modo de homenaje—, me llevan a preguntarme si nuestras actuales tasas de abandono escolar no serán, en parte, el resultado de una path dependence nunca corregida ni con inversión ni con voluntad política. Si el individualismo local, el enfrentamiento entre comarcas incapaces de articular proyectos comunes, y esa discusión perenne entre el polo industrial cartagenero y la capital murciana, en ausencia de una tradición verdaderamente compartida, no explican también la situación presente, que urge superar. Y si la falta de conciencia regional no está detrás, asimismo, de nuestra tendencia a votar mirando hacia Madrid, ignorando con frecuencia lo que sucede aquí.

Sea o no así —y pese a mis fuertes debates con ella—, merece la pena releerla. Es difícil encontrarla en una librería de viejo, pero ahora, por unos pocos euros, puede comprarse y leerse en Google. Se la recomiendo.

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