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La revolución de la dignidad
Pedro Guerrero Ruiz
Murcia —
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Cuando en las páginas del digital eldiario.es, veía y oía que en la carpa de Syriza, en la plaza Klathmonos, se cantaba sin cesar “El pueblo unido jamás será vencido”, porque ya se sabía que Alexis Tsipras había ganado las elecciones de la esperanza contra el miedo, me acordaba del Presidente Salvador Allende que, en su victoria electoral al frente de la Unidad Popular, tuvo también la alegría chilena de un socialismo democrático triunfador en las urnas de aquellas elecciones y que, ahora, la tienen los griegos, con una emergente y formidable victoria también.
Y esperé a que hablara Tsipras: “Hoy se ha escrito una nueva página en la historia de Grecia. Se queda atrás la catástrofe humana que ha causado la austeridad. Han sido cinco años de humillaciones, y ahora recuperamos el optimismo, la dignidad y la esperanza en el futuro”. Sus palabras surgieron de una emoción indescriptible, animada por la evidencia de la dignidad esperada por un pueblo que representaba ese día y voto a voto el final de la humillación, confirmándose la noticia de la terminación del “austericismo” para Grecia, el optimismo frente a las falacias de una oligarquía política y económica nacional y europea.
Y recordaba a Allende como símbolo de una revolución democrática, basada también en los resultados electorales, sobre las formas y el fondo del capitalismo y el sistema financiero, ahora se llama mercado, que llevaba a Chile al latrocinio de los poderosos mientras los pobres vivían de las basuras, las mismas basuras que se estancan en los estómagos de los griegos porque hay muy poco que comer.
Y en esto llegó Tsipras. Y ayer como hoy, qué más da el nombre del partido si sirve al pueblo, la misma alegría desde la unidad de indignados y avasallados, de los pobres, los obreros, los intelectuales progresistas. Hoy se llama Syriza a una convulsión democrática contra la derecha hostil, la calamidad de las gentes frente a unas políticas europeas que van contra los más indefensos del sistema, contra la educación y la sanidad, contra los jubilados o los trabajadores.
Por eso es un proceso revolucionario, porque se trata de un levantamiento de las urnas por la dignidad, un cambio radical, alejado de la derecha y la izquierda que se unieron para continuar sumisos al dictamen de la Troika. Porque ha sobrevenido un grito esparcido por las gentes que perdieron su empleo o su casa, una sociedad que paga los derroches de la banca de ida y vuelta con el hambre de sus hijos, una política europea sin alma.
Y por eso también me acuerdo de Salvador Allende, porque como Tsipras, llevó la ilusión a los ciudadanía, desde esa unidad del pueblo cuando sale a la calle y llena de papeles las urnas de la dignidad, del cambio, de una alegría que se exterioriza en aquella letra de entonces: “El pueblo unido jamás será vencido”. Porque la lección de Allende vuelve ahora a tener sentido, a elevarse sobre la memoria de la gente que quiere caminar hacia otro futuro.
Lo demás, lo que pase más adelante, ya lo veremos, pero ahora, ahora mismo, es un día de alegría, de esperar con la cabeza bien alta, después de que se amenazase con el miedo la libertad de decidir, contra quienes dominan con su poder económico o con sus mentiras la terrible hipoteca nacional. Y es que no se necesitan tutores europeos que expandan las teorías de un sistema basado en la insolidaridad y la injusticia social, sino recuperar la dignidad. Como la que nos enseñó Chile al mundo desde la unidad democrática, una revolución a través de las urnas. Porque ayer en Chile, como ahora mismo en Grecia, se ha recobrado la soberanía nacional. Y eso es revolucionario hoy en Europa.
Se hacen verdad aquellas últimas palabras de Allende, en el golpe de Estado que quebró tanta alegría (“La historia es nuestra y la hacen los pueblos”), pero lo recordaba con el orgullo en el asta, que diría el poeta de Orihuela, porque los bueyes no medran tampoco en aquellos páramos griegos, porque otra vez un pueblo hace su historia.
Y veía y oía aquella letra de “El pueblo unido...” que cantaban los griegos en un castellano legítimo. Y por eso yo también me uno a la alegría de ese levantamiento festivo, sabiendo que, pase lo que pase, lo más importante es que los hombres libres entendieron que desde la restitución de unas políticas socialmente económicas, emanadas de la soberanía nacional, se puede restablecer la dignidad humana cuando se incumplen los derechos humanos.
Pedro Guerrero Ruiz es doctor y catedrático de la Universidad de Murcia
Sobre este blog
Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.
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