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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El sueño de la razón

Los Caprichos’ de Goya. El sueño de la razón produce monstruos

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Hace muchos años fui testigo de uno de esos momentos que, si tienes un mínimo de memoria y te gusta coleccionar anécdotas, recuerdas para siempre. Y yo soy de la opinión del gran Luis Carandell: creo que la esencia de las cosas, que luego acaba diluida en el océano de nuestra vida, se resume y se nos muestra sobre todo en lo que en apariencia es anecdótico, pequeño e intrascendente. A veces para bien, a veces para mal. La anécdota que vengo a contar sucedió de madrugada y me pilló insomne. Escuchaba la radio, una costumbre adquirida desde la cuna, y me agarraba a la cuerda del ‘Hablar por hablar’ de la SER con el único interés de que me ayudara a descender hasta mis sueños. Sin embargo topé con un nudo en forma de oyente de Almería que me impidió seguir descendiendo, porque dio en expresarse de un modo similar a éste: “Llamo para decir que no me gustan los murcianos. Aquí a Almería viene mucha gente de Murcia y no los soporto; odio a los murcianos”. La perorata que siguió fue más larga e incluyó variaciones de exabruptos en Re Mayor, oídos todos con una empatía y una equidistancia tal por parte de la conductora del programa, que me sacó a tortas de mi ensimismamiento.

Tras una llamada de interludio que no recuerdo, la presentadora del ‘Hablar’ saludó al siguiente compositor de la noche, un oyente de Murcia. ‘Ojo-cuidao’: ahí ya mis oídos y mis ojos se abrieron como amapolas en primavera: “Pues mira, llamaba en relación a lo que ha dicho el de Almería…”. ‘Por favor, que no nos deje en ridículo’, pensé, como si el prestigio de una colectividad de millón y medio de personas dependiese de la opinión de una sola de ellas. “Pues resulta que eso que ha dicho el compañero de Almería no está bien, porque en Murcia hay gente muy buena, como en todos sitios…”. ‘¡Vaya! Menos mal, ha tocado uno razonable’, me dije, hasta que de pronto: “… los de Murcia somos buena gente, no como los moros y los negros que hay por aquí, que cada vez hay más y no lo soporto”. Para qué contar: tuve que hacer varios largos de pasillo y no descarto que tuviese que darme una ducha, aunque en honor de verdad, lo que pasó después no lo recuerdo.

Así fue, que andaba yo buscando mi sueño y sin pretenderlo me topé con el sueño de la razón. Ya lo dijo Francisco de Goya en el título de una de sus obras, la de ‘El sueño de la razón produce monstruos’, estampa número 43 de la serie de los Caprichos, con la que el pintor aragonés pretendía “flagelar la ignorancia del pueblo, los vicios de los monjes y la estupidez de los grandes”, como nos explican desde el Museo del Prado. En sus Caprichos, Goya nos coge de la mano y nos guía por la noche con un candil de aceite, y bajo la luz titiladora de la llama nos muestra aquello que habita en la oscuridad. Nos enseña que la noche como concepto es algo peliagudo: la noche como antítesis del día, como el caos frente a la armonía. En ese escenario la razón corre el riesgo de adormecerse, y si la razón se adormece, nos dice Goya, de entre las sombras surgen seres monstruosos que nos acechan y que aprovechan el momento para atormentarnos. Algo así sucedió la noche que me acecharon el tonto de Almería y el muy tonto de Murcia.

La visión de Goya es aterradora, inquietante como poco. Aunque sigue sujeta a matices y a diferentes niveles de lectura, como casi todas las obras de las mentes más brillantes, ninguna de sus interpretaciones se aleja demasiado de la que pone a la sociedad española –y al género humano, porque la visión del ingenio siempre es universal- como el objeto de las estampas, y a sus miserias, su atraso y su superstición como los monstruos que habitan en ella. A la vez, por contraste, Goya exalta la luz y la razón ilustrada como el único camino posible para alcanzar la madurez, la democracia plena y la libertad. Sí, la libertad de verdad, no la del ‘dumping’ fiscal, el veto parental o el turismo de borrachera. De esa otra libertad, la falsa, la de ‘corchopán’, Goya también tendría mucho que decir, pero por desgracia hemos de conformarnos con imaginarlo.

Otra mente que retrató nuestro lado oscuro como nadie, como Goya, fue Benito Pérez Galdós, quien incluyó en uno de sus Episodios Nacionales una frase que me he grabado a fuego para siempre: “Los matacandelas de toda luz de la razón no quisieran que alumbrase al mundo más luz que la de las hogueras inquisitoriales”. Esa España del siglo XIX que fotografiaron Goya y Galdós, acechada por los monstruos del absolutismo, de los privilegios, del miedo, de la superstición y de la intransigencia religiosa, del odio que consume y del afán por destruir al contrario, arrinconada por los que apagan las candelas y nos sumergen en la oscuridad, esa España, digo, lamentablemente vuelve hoy a enfrentarse a una tesitura delicada. Pobre el país y pobre el pueblo que lo habita.

Los monstruos no se fueron del todo, nunca han llegado a irse, pero ahora corremos el serio peligro de darles demasiado espacio al tiempo que nuestra razón se adormece. El peligro se ve incrementado por la forma en la que la razón de los más jóvenes se está quedando dormida. La juventud, que debería ser la principal portadora de la luz de la razón, la guardiana de un gran sueño colectivo de progreso, la defensora de la claridad del día, de la ciencia, de la mirada limpia e integradora y de la mente abierta, de la lucha por la equidad y la justicia, corre el riesgo de sucumbir a los efluvios pestilentes de la oscuridad, de la ciénaga que rodea nuestros pies. Ya hay algunas muestras de ello en nuestros colegios e institutos. ¿Cómo puede suceder algo así? Aquí hago una recomendación literaria: para quienes no lo hayan hecho aún, leed ‘Paradero desconocido’, de la escritora norteamericana Kressmann Taylor. Publicado en 1938, nada menos, Taylor nos muestra la manera en la que los monstruos estaban creciendo alrededor de la razón dormida de Alemania tras una fuerte crisis económica. Sólo espero que en la España de hoy alguien encienda la luz y que podamos despertar cuanto antes. Mañana será tarde.

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