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Los restos de un hombre de hace 11.700 años en Navarra abren una investigación sobre el uso del arco en la Prehistoria

Trabajos de recuperación de los restos en la cueva donde fueron hallados

Alazne Aldayturriaga

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En noviembre de 2017, espeleólogos del grupo Sakon tuvieron la ocasión de conocer al vecino local más antiguo del que se tiene conocimiento. Se trataba del 'hombre de Loizu', un varón que, aunque de momento no se sabe si nació en el propio Valle de Erro, sí que vivió y murió en él hace alrededor de 11.700 años. El 'hombre de Loizu' fue adentrado en la cavidad como “depósito funerario intencionado” después de morir a causa del impacto de una flecha por la parte posterior de la cabeza que le destrozó la cara. Sus restos, conservados de forma “extraordinaria” para la época en la que vivió, fueron encontrados a 200 metros de la entrada de la cueva de Loizu, que, si bien no tiene “gran dificultad técnica” para acceder a ella, se trata de una cueva “incómoda”. Tras el hallazgo, los espeleólogos custodiaron los restos hasta el pasado mes de marzo, cuando fueron extraídos por un equipo de arqueólogos.

La praxis con la que actuaron los espeleólogos de Sakon y el estado de conservación del esqueleto han permitido a especialistas de varias universidades y centros de investigación ahondar en la corta vida del 'hombre de Loizu'. Los estudios, realizados por cerca de 30 especialistas de numerosas disciplinas, detallan ahora datos como su edad, estatura, peso y dieta, y han sido presentados este sábado en el Planetario de Pamplona. Los restos encontrados en una de las galerías de la cueva de Loizu formaban un esqueleto humano entero, salvo por algunos huesos de las manos que, cree Pablo Arias, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria, “es probable que se haya llevado el agua”.

Tras analizar la “fusión de los huesos largos” del varón, los arqueólogos han podido llegar a la conclusión de que murió cuando tenía entre 21 y 23 años. “No es fácil ni normal llegar a tanta precisión, esto lo hemos conseguido gracias a la buena conservación del esqueleto. Generalmente las estimaciones que se suelen dar de personas de la Prehistoria suelen explicar si era un adulto joven o suelen estar en segmentos de diez años. Llegar a afinar en dos años es un auténtico logro”, ha explicado Arias. Esos huesos también han dado pistas sobre su estatura. El 'hombre de Loizu' rondaba los 160 centímetros, que, asegura el profesor, “no era una estatura baja para la entonces” y pesaba entre 50 y 55 kilogramos, aunque este dato “no es tan preciso”. La mandibula del 'hombre de Loizu' está, asimismo, intacta. Gracias a ello, los arqueólogos han descubierto cuál era la dieta del hombre. Prácticamente se alimentaba de carne, debido al desgaste dental que tienen sus dientes. Además, se ha podido deducir que la única función de la dentadura no era alimentarse, sino que posiblemente también la empleaba como “tercera mano” para trabajar la piel, diferentes textiles o cordeles.

Una de las características que más llamó la atención de Maitane Tirapu, una de las “estrellas” del equipo y quien ha realizado los análisis antropológicos de los restos humanos con Antonio Higuero, fue el agujero que tenía el cráneo observado. Gracias a la forma de las marcas que conservaba y la inexistente parte delantera, el equipo de arqueólogos ha podido deducir que el 'hombre de Loizu' murió debido a las heridas que le causó una flecha que le impactó desde atrás. Así, Arias ha mencionado que una de las hipótesis que barajan es que estuviera huyendo. Tampoco está claro aún cómo era el proyectil que causó la muerte a esta persona, aunque defiende que “posiblemente” no fuera una “flecha con punta de piedra sino una de punta de madera y dientes de piedra”. Una de las razones por las que el equipo apuesta por ello es que “el agujero que presenta en el cráneo es muy grande, no coincide con el tipo de heridas que se conocen de flechas de punta de piedra”. La muerte del 'hombre de Loizu' sucedió en la época en la que se inventó el arco. Por ello, se cree que es “uno de los primeros testimonios” de su uso en Europa.

Además, defienden que la muerte violenta que sufrió podría ser la explicación de la “rareza” del lugar en el que dieron sepultura a este hombre, pues “es un caso único para esa época”. “No es una persona perdida que se ha quedado en la cueva como ha habido casos, en este el cadáver está colocado en un sitio bastante peculiar”, ha afirmado Arias. Los restos humanos fueron hallados en una galería cuya entrada es “incómoda”, ya que es necesario “gatear” para acceder a ella. Por eso, los especialistas que han estudiado el caso se muestran sorprendidos de que lo depositaran en una zona tan profunda y lo dejaran colocado contra una piedra.

La parte del cráneo que se ha conservado hasta la actualidad y parte del cuerpo, sobre todo la superior, presentaba una gran concentración de un colorante creado a base de hematite, arcilla y materia orgánica. Lo único que han concluido claramente en este aspecto es que el colorante era artificial. Aun así, no han llegado a saber con certeza por qué lo pintaron: “Podría ser una cuestión simbólica, como un adorno personal, porque eran aficionados, en esa época llevaban gran cantidad de colgantes e incluso tatuajes. Otra opción sería el carácter terapéutico de la pintura o la función de desinfectar el impacto, ya que sabemos que se utilizaba también con esa utilidad y no está distribuida en todo el cuerpo”, ha señalado Arias.

Tras estas primeras conclusiones, el 'hombre de Loizu' se encuentra ahora en pleno estudio paleogenético. Con él, los diferentes especialistas implicados en la investigación del “individuo más antiguo de Navarra” —así lo denominaron al extraerlo de la cueva— podrán llegar a conocer sus características genéticas como su color de piel, el de los ojos, si pudo haber contraído alguna enfermedad e incluso si pertenecía a un grupo étnico de la zona en la que ha sido hallado su esqueleto.

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