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El 'hombre de Loizu': así es el navarro de 11.700 años considerado “excepcional” en Europa

Restos del 'hombre de Loizu' hallados en el interior de una cueva de Navarra

Rodrigo Saiz

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Los vecinos de Loizu, un concejo situado en el Valle de Erro, a unos 40 kilómetros de Pamplona y con apenas una decena de habitantes, han descubierto hace pocos días que tienen un nuevo residente. En realidad, lleva en la zona más tiempo que nadie, pero hasta ahora no se había sabido de él. Fue descubierto de forma fortuita y ya ha sido catalogado como el “individuo más antiguo de Navarra” por tener más de 11.700 años. Su hallazgo, “único en la Península y en Europa” permitirá a los antropólogos e historiadores conocer más sobre la vida, las costumbres y los ritos del ser humano en una etapa de la prehistoria, la transición entre el Pleistoceno y el Holoceno, de la que apenas se conservan restos humanos, y menos aún, completos como los de este 'hombre de Loizu'.

Una expedición del grupo de espeleólogos Sakon, que exploraban la cueva de Loizu para examinar la geomorfología de la cavidad y la compresión del sistema hídrico, fue la causante del hallazgo de los restos en noviembre de 2017. Se lo encontraron tumbado boca arriba, estirado y con la mandíbula situada en posición invertida en una zona muy profunda de la cueva —a unos 45 minutos de la entrada, unos 200 metros— de muy difícil acceso y que nuca antes había sido explorada, lo que ha permitido la buena conservación de los restos. Tal es así, que en un primer momento, y fruto también de que el cráneo del individuo tiene una perforación, se pensó que podían pertenecer a una víctima del franquismo. Pero in primer análisis radiocarbonométrico ha permitido datar el esqueleto en el 9.700 a.C., en un momento de transición entre el Pleistoceno (que va desde hace 2 millones de años hasta hace unos 10.000 años a.C.) y el Holoceno (que comenzó hace unos 10.000 años a.C. y llega a la actualidad). Se trata, por tanto de las últimas sociedades de cazadores y recolectores del pirineo navarro.

“Nadie pensaba que unos restos así podían estar ahí, se estaban haciendo unos estudios sobre la cavidad y el manantial que hay en la zona, no se esperaba un hallazgo arqueológico de tal magnitud”, cuenta a elDiario.es Jesús García Gazólaz, arqueólogo de la Sección de Registro, Bienes Muebles y Arqueología del Gobierno de Navarra, que añade que se trata de un enterramiento excepcional por estar posado en el interior de una cueva convertida en “una especie de panteón funeral”. “Nos caben pocas dudas de que el esqueleto corresponde a un depósito funerario intencionado”, apunta el catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria, Pablo Arias Cabal.

El profesor Arias ha llegado a la conclusión de que el cuerpo fue enterrado ahí de forma intencionada por su localización “en un lugar bastante particular en la galería, y su aparente posición escenográfica, en un sitio muy visible según se avanza por la galería, limitado por el gran bloque vertical” y por la postura en la que se encuentra el esqueleto. “Parece resultado de una colocación muy cuidadosa del cadáver, con los brazos cruzados casi apoyados en un bloque estalagmítico transversal al eje del esqueleto”. afirma el catedrático. La escasa dispersión de los huesos, que fueron localizados todos juntos, permite concluir también que se trata de cuerpo “descompuesto in situ y muy probablemente envuelto en un sudario o paquete funerario”.

El descubrimiento ha sido calificado de “excepcional” y prácticamente único“ por no haber en España ni en Europa esqueletos tan completos del Paleolítico Superior y el Epipaleolítico, etapa de la prehistoria ”de la que se conoce bastante sobre los modos de vida, pero de la que no teníamos restos humanos similares“, afirma Arias. El esqueleto es además el caso más temprano de un fenómeno arqueológico aun insuficientemente estudiado: la presencia de cuerpos humanos completos en el interior de sistemas kársticos, en ocasiones en lugares remotos y de difícil acceso. En la península ibérica, los casos más antiguos se datan en el Mesolítico (que comprende entre el año 10.000 a.C. hasta el 6.000 a.C.), por lo que son posteriores al encontrado en la cueva Errotalde I de Loizu.

“De un valor incalculable”

Gracias a que el cuerpo se ha conservado en un “conducto fósil”, es decir, una galería en la que no ha habido actividad hídrica ni proceso sedimentario y que es “prácticamente inaccesible”, los restos se han mantenido inalterados hasta la fecha. Esto hace que “su valor sea incalculable”, apunta el arqueólogo Jesús García Gazólaz porque permitirá estudiar al detalle todos los huesos.

“En Arqueología muchas veces estudiamos los restos del yacimiento, su herramientas...pero no tenemos al protagonista, en este caso sí que tenemos al ser humano, lo que lo hace único y de un valor incalculable”, señala García Gazólaz. De sus restos se podrá analizar sus características físicas, el tipo de vida que llevó, lo qué comía, las enfermedades que padeció e, incluso, poder reconstruir el genoma y el ADN del individuo, gracias al buen estado del esqueleto.

A los antropólogos que participan en las labores de análisis de los huesos les ha llamado especialmente la atención es la presencia de un agujero en el cráneo. De un examen practicado por los antropólogos Edgard Camarós y Maitane Tirapu se desprende que podría tratarse de un “traumatismo con entrada por ese punto, con dirección oblicua desde la parte posterior”. “Muy probablemente se trate del impacto de un proyectil”, concluyen, lo que explicaría que el cráneo estuviese fracturado.

De confirmarse que la causa de la muerte de este varón, que se estima que tenía entre 17 y 21 años, fue un traumatismo provocado por el impacto de un proyectil, supondría “un episodio muy interesante para los estudios que se están elaborando sobre los orígenes de la violencia”, explica el catedrático Pablo Arias. “En épocas tan antiguas, según los restos que se han encontrado hasta ahora, eran poco frecuentes los casos de violencia”, sostiene.

Las labores de extracción del cuerpo finalizaron esta semana y ahora sus restos serán trasladados al Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria para su análisis profundo que permitirá “empezar a leer el libro del que hasta ahora solo hemos visto su portada”. De lo que se desprenda de los análisis se podrá escribir partes de la prehistoria de la que hasta ahora no se tenía conocimiento sobre la vida y costumbres de las sociedades de la época. Después el ‘hombre de Loizu’ volverá a Navarra para exponerlo al público de forma permanente.

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