Tener menos de 25 años y carecer de techo, un perfil a vigilar en Pamplona
El perfil más habitual de las personas sin hogar es el de un hombre de entre 35 y 54 años. Se trata de personas que, quizá por un despido o por un divorcio, rompen vínculos con su círculo más cercano, aunque su situación nunca es tan sencilla de resumir; puede estar asociada a consumos, a cuestiones de salud o diversos problemas familiares. De ahí que ese proceso lleve un tiempo. Por eso cabe preguntarse: ¿qué pasa cuando hay personas sin techo jóvenes? Desde la fundación Xilema, que gestiona el centro de atención a personas sin hogar de Pamplona, reconocen su inquietud por las últimas cifras registradas en este tema. En 2014, por ejemplo, el 7,69% de los atendidos en el albergue (que depende del Consistorio) para personas empadronadas en Navarra pero que carecen de hogar tenía entre 18 y 24 años. El porcentaje no es alto, pero hace apenas dos años era el 3,41% y, hace uno, el 4,28%.
En otros estudios oficiales en España no se ha registrado este fenómeno aunque, según apunta Rubén Unanua, coordinador del servicio de personas sin hogar de Pamplona, sí se percibe la tendencia en ciudades como Madrid o Pamplona. Mientras desde el Gobierno central se sigue trabajando en una estrategia nacional que mejore la atención a personas sin hogar (una competencia, en cualquier caso, más autonómica), ahora se registra un dato a tener en cuenta.
En la memoria del servicio municipal para personas sin hogar de 2014, por ejemplo, se recoge que este atendió durante el año pasado a un total de 1.882 personas diferentes, a través de sus tres programas y de la 'Ola de frío', que se activa cuando bajan las temperaturas y que consiste en dar facilidades para que personas sin hogar puedan emplear el albergue municipal. Sobre los otros tres programas, cabe recordar que uno de ellos es para personas en itinerancia que van de ciudad en ciudad y pueden usar temporalmente el centro de atención ubicado en Trinitarios (7.316 usos), otro para personas que están empadronadas en Navarra pero carecen de techo (5.285 usos) y un tercero para acompañar a personas que viven en la calle (los educadores calcularon recientemente que unas 15 personas viven en esta situación en Pamplona, aunque la cifra tiende a aumentar en verano). Con la Ola de frío, además, hubo 479 atenciones.
De las 1.716 personas diferentes atendidas (sin tener en cuenta la Ola de frío), algo menos del 11% fueron mujeres, el 30,65% tenía entre 45 y 54 años y el 31,06%, entre 35 y 45. En este caso, en general, un 6,35% no llegaba a los 25 años. La cifra aumenta levemente si se tiene en cuenta únicamente a personas empadronas en Pamplona y atendidas en el centro de Trinitarios, hasta llegar al mencionado 7,69%.
“Lo que nos ha llamado la atención es la tendencia”, reconoce Unanua, a pesar de que el porcentaje representa aún una minoría dentro del servicio. “Lo alarmante es que la cifra se ha duplicado en apenas dos años, y sobre todo porque lo habitual es que estas personas tengan una trayectoria que les ha llevado a esta situación y, por eso, suelen ser personas de unos 40 años”, apunta.
Una barrera importante
Y el dato de los 25 años es clave, puesto que es a partir de esa edad cuando ya se puede tener acceso a la Renta de Inclusión Social si se cumplen los requisitos. Entre las posibles causas de este aumento de jóvenes sin techo, Unanua opina que puede deberse a la crisis económica, a problemas de salud mental y consumos que suelen complicar su situación, y a que a menudo tienen graves tensiones con sus padres y madres (en algunos casos incluso han cometido agresiones a familiares).
Desde la fundación ya advirtieron de que, al atender este tipo de casos, el objetivo principal es que estas personas jóvenes reflexionen sobre la situación que encaran y, en un momento dado, puedan “dejar de huir” y volver a sus hogares. No obstante, Unanua insiste en que se trata de un fenómeno nuevo que hay que seguir para comprobar si es solo el reflejo de una situación temporal, que se ha dado en los últimos años, o una evolución preocupante.