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'Las cosas de Federico', el libro que acerca la infancia de Lorca a los niños

Una de las ilustraciones del libro 'Las cosas de Federico'.

Rocío Niebla

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La escritora de literatura infantil Mónica Rodríguez (Oviedo, 1969) recrea la niñez en la Vega de Federico García Lorca para que los niños y las niñas se inicien en el imaginario del poeta granadino. Las cosas de Federico (editorial Milenio, 2020) trata sobre el poder de la imaginación, la relación con la naturaleza y la sensibilidad social ante la injusticia. Federico Delicado (Badajoz, 1956) acompaña el texto con ilustraciones. 

Los cuentos sirven para explicarles a los niños y a las niñas cuestiones complejas como la relación desigual entre el rico y el pobre. Sirven para dibujar figuras (literarias) que dan rienda suelta a la imaginación del que lee. Sirven tanto que Mónica Rodríguez decidió hace once años dejar su trabajo de investigadora para dedicarse por completo a la literatura infantil. “La mirada limpia de los niños me fascina, es escribir para ojos asombrados. Para escribir para ellos hay que conectar con tu mirada de niña, es volver a recordar qué te impresionaba y hablarles en su lenguaje”.

Puede que el lenguaje en la literatura infantil sea más sencillo, pero las figuras imaginativas, las metáforas, el linde entre la realidad y la fantasía, son igual o más potentes que en la literatura para adultos. “¿Cuándo perdimos el asombro, las ganas de imaginar, la fantasía y la magia? Lorca mantuvo su llama hasta la muerte, su obra está llena de lo especial de la mirada infantil”.

A Mónica Rodríguez le interesan las infancias de los autores, “porque de adultos somos la consecuencia de lo que nos pasó o fuimos de pequeños. Tengo varios libros en los que trato de la infancia y la juventud de personas importantes como Joan Miró, y ahora estoy pensando en Clara Campoamor. Me apasiona bucear en su niñez y volverme el niño que fueron para entenderlos un poco mejor”. La autora leyó Mi pueblo de Lorca y testimonios de gente que lo conoció como La Ramicos, su niñera e hija de su nodriza, y en su cuento trata de recrear el ambiente y la gente que le acompañaba.

“Lorca era un niño torpe, tenía los pies planos y una pierna ligeramente más alta que la otra, era poco ágil y sentía orgullo de pertenecer a una familia rica, pero a la vez tenía un sentido social muy fuerte. En Mi pueblo cuenta sobre su amiga pobre, la niña rubia, y cómo se conmueve con las desgracias de ella. Lorca y mi Federico son sensibles y recurrentes, con un talante para la imaginación”. Este niño Federico vive en la Vega, cerca de la niña rubia, junto a su amiga Ramicos, entre chopos, fuentes y ruido de aguas, entre graznidos de pájaros y una urraca como amiga y mascota. 

“Cuando somos niños estamos mucho más cercanos a la naturaleza, la entendemos mejor y nos relacionamos con ella sin prejuicios. Todos hemos hablado con árboles y plantas, pertenecemos al medio ambiente. Con la edad lo vamos perdiendo porque nuestra vida de adulto nos conlleva trabajo, contratiempos, meternos en ciudades, las prisas y nos robamos tiempo”, afirma la autora. Lorca dejó escrito que su infancia está ligada al olor de la tierra, a los trabajos del campo, al sonido del agua correr, a hablar con pájaros y árboles. Lorca decía que toda su infancia era pueblo. Y esas son las cosas de este Federico.

Mónica es licenciada en Física pero siempre ha estado muy apegada a los libros: “Me acerqué a Lorca de niña porque mi abuelo atesoraba una buena biblioteca. Empecé a trastear muy pronto con la imaginación y los libros. Recuerdo sacar el Romancero gitano con unos once o dos años y fascinarme. Yo leía cosas como Las aventuras de los cinco, y aquello, Lorca, era tan distinto... su voz me llegaba a otro lugar. A veces no entendía del todo lo que me quería contar, pero yo sentía que aquello era para mí, allí había un abismo por descubrir. Mi fascinación por la palabra es gracias a él”. Lorca es tan inmenso que aunque del texto te acerques y saborees una pequeña parte, esa pizquita es una bocanada de aire. 

“Me fascina la capacidad que tiene para jugar con el lenguaje y hacer música. Y también las imágenes que crea, como decía él, que poesía es juntar dos palabras que nunca van juntas y así de pronto, provocan un misterio. He querido, de manera sencilla, recrear ese ambiente y cómo él lo sentía, por eso en mi cuento está tan presente la naturaleza porque era lo que a él le sorprendía cuando era niño”. No es solamente lo que cuenta, es cómo lo cuenta. Son palabras y un imaginario con el que los niños, por poco o mucho que entiendan, conectan. En Lorca hay campo, hay aves, hay sangre y amor y celos, hay dolor, hay épica, encontramos en sus letras todo lo que cuentos infantiles (en pequeñas dosis) quieren contar. 

Mónica afirma que es muy importante que los niños y niñas conozcan a Federico porque es uno de los grandes poetas, “nos enseña que el mundo tiene una sensibilidad especial. Lorca ofrece una profundidad de la vida, así como un entendimiento del alma humana. Hace que seamos más sensibles, más empáticos, más observadores e incluso justos”. La literatura nos permite sentir y emocionarnos, y cuando nos toca la emoción, somos más capaces de entender. “Los cuentos y la imaginación nos permiten no solo ser más felices, también avanzar y crear, ponernos en la piel de otros, en este caso del pequeño Lorca, e incluso para cambiar las cosas y tener un mundo más justo”. Y eso precisamente es lo que Federico García Lorca pretendía con sus textos: darnos alas para transformar la sociedad y mantener la mirada de niño siendo bien adulto. 

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