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La otra cara del fútbol: el joven migrante con el sueño truncado de una vida mejor

Adama, joven futbolista de Costa de Marfil.

Rubén Alonso

El papel que tiene el fútbol en nuestra sociedad es más que protagonista. Trasciende lo deportivo. Ocupa la agenda social y mediática hasta el punto de eclipsar otros asuntos de mayor relevancia -del plano político o económico, por ejemplo-, pero que despiertan menos interés entre la ciudadanía. Hablamos del fútbol profesional y de élite, pero también de divisiones y categorías inferiores, que disputan sus partidos cada fin de semana en los distintos pueblos y ciudades, y que cuentan con un numeroso núcleo de afición que los respalda.

Y es precisamente en estos últimos, en los que se juntan la ausencia de contratos millonarios que mueve el máximo nivel con el anhelo de los jugadores de alcanzarlos algún día, donde nos encontramos la otra cara del bautizado como 'deporte rey', con la inmigración, los traspasos y la pobreza como ejes principales de la misma.

Sus protagonistas son jóvenes que llegan a España generalmente procedentes de África, que son reclutados por representantes de clubes y a quienes les prometen una vida digna que allí no tienen. Atraídos por la oportunidad y alentados por el sueño de llegar a lo más alto como sus ídolos, acceden a venir. Pero la realidad que se encuentran aquí suele ser bien distinta de la que les han vendido.

Esta es la historia de Adama, joven marfileño de 19 años que ha sido víctima de esta cara negra y no tan conocida del fútbol. Llegó hace un tiempo procedente de África a la Cultural Leonesa de la mano de un representante, donde le hicieron un contrato profesional con el que obtuvo el permiso de residencia.

En el mes de enero de este año le ofrecieron la posibilidad de jugar en el Rayo Cantabria, club de Santander que milita en la Tercera División cántabra. El contrato era de dos años y le interesaba porque de esa forma ampliaba su permiso de residencia. Comida, alojamiento, algo de dinero y documentación en regla; eso era lo que quería y lo que le llevó a cambiar de club. Y aquí es donde empezó su verdadera pesadilla.

El caso de Adama lo ha dado ha conocer José Ángel Peláez, presidente de la Federación Cántabra de Fútbol, a través de sus redes sociales, en las que es muy activo. En conversación con este medio ha relatado que el pasado domingo recibió una llamada de un jugador del Rayo Cantabria que le puso al corriente de la situación tan delicada por la que pasaba este joven marfileño.

Pese a lo prometido, y según relata el máximo mandatario del fútbol cántabro, el club no le dio de alta como profesional, por lo que perdió la posibilidad de obtener el permiso y la documentación para estar en regla en el país, y le metió a vivir en un piso que alquiló la propia entidad y cuya renta no pagó desde el primer mes. “Es un club con muchas deudas”, explica Peláez, que forma parte también de la Junta Directiva de la Real Federación Española de Fútbol y ha sido nombrado recientemente presidente de la Comisión de Segunda B y Tercera División dentro del nuevo organigrama que encabeza Luis Rubiales.

En la calle y sin recursos

Como consecuencia de ese impago, Adama se quedaba ahora en la calle, sin familia y sin recursos económicos. Le dieron 25 euros hace doce días que se los estaba administrando como podía para comer de vez en cuando. “Había comprado un poco de pollo y un poco de arroz para racionárselo”, detalla Peláez.

Además, llevaba mes y medio sin comunicarse con su madre que vive en África por no poder pagar el teléfono. “Me enteré de su situación por un compañero suyo y me pidió por favor que interviniera por él, porque estaba muerto en vida”, afirma el presidente de la Federación Cántabra de Fútbol.

“Le llamé por teléfono y le dije que estuviese tranquilo, que me iba a encargar y que al día siguiente hablaríamos del tema”, explica. No obstante, cuenta que al poco rato recibió un mensaje de voz del compañero de Adama en el que el propio joven marfileño, entre lágrimas, le agradecía que se hubiese puesto en contacto con el presidente para pedirle ayuda.

“Esto me encogió el alma”, asegura Peláez, y le fue a ver esa misma tarde. Le llevó a un restaurante a cenar, a la Tasca Stadium de El Sardinero, donde a partir de ahora le van a dar de cenar por las noches, porque es musulmán y respeta el Ramadán. Según señala el máximo dirigente de la Federación, “cuando la directiva del Rayo Cantabria se enteró de que tenía conocimiento de la situación de Adama, le compraron un billete de tren para Madrid, exigiéndole que abandonase el piso y recriminándole haber hablado conmigo”.

Ante esta situación, en la que Adama no tenía a donde ir, Peláez le ha acogido en su casa y le ha facilitado ropa y se ha hecho cargo de otras necesidades básicas que no tenía cubiertas, a la espera de que se regularice su estancia en Cantabria.

El presidente de esta institución deportiva cuenta que su mujer y él dudaron si hacer público el caso, pero que finalmente decidieron hacerlo para darlos a conocer y para tratar de que se ponga fin a estas prácticas. “Resulta que si el chaval se hace millonario, perfecto, pero si vale un poco menos lo dejan tirado como a una cucaracha”, lamenta indignado sobre un modus operandi cada vez más habitual en un fútbol negocio y globalizado.

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