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Sueños entre polvo y arena: la realidad de la juventud saharaui, en imágenes

Dos jóvenes saharauis caminan, con una maleta, por áridas tierras en una de las fotografías que componen la exposición de Nuria González

Rubén Pereda

Son dos jóvenes. Saharauis. Arrastran una maleta por terreno desértico, pedregoso. Es lo que tienen que hacer para llegar hasta el autobús que las lleve al centro educativo. Muy icónica la imagen, que representa las dificultades a las que está sometida la juventud saharaui. Es solo una de las fotografías que componen la exposición 'En pie entre el polvo y la arena', de la fotoperiodista vitoriana Nuria González, pero tiene ya mucha fuerza por sí sola; es un ejemplo que valida el tan manido dicho de que una imagen vale más que mil palabras. “Quiero visibilizar cómo vive la juventud saharaui en los campamentos de refugiados. Es importante darnos cuenta de cuál es la situación en la que viven, para que haya un apoyo social y después pueda haber uno institucional”, explica.

Los jóvenes de allí no son muy diferentes de los de aquí. Juegan al fútbol, van a la escuela, sueñan con ser médicos, periodistas. Sonríe Nuria al recordar las canciones que escuchan, el mismo chunda, chunda que resuena por aquí. Lo que marca la diferencia es las dificultades que tienen que atravesar, los obstáculos que han de sortear para hacerlos realidad. “Todos han estado en España, todos hablan español —explica—, y saben cuál es la realidad fuera de los campamentos. Hoy en día, a través de Internet, todos tienen los mismo sueños que un niño de aquí: ser ingenieros, ser médicos, ser 'youtubers', ser periodistas. Lo que pasa es que allí es mucho más complicado cumplir los sueños. No hay futuro. La situación se ha prolongado tanto, cuarenta y cuatro años, que el futuro de los jóvenes es terrible”.

Eso es lo que Nuria quería ilustrar y por eso se fue a los campamentos de Tinduf en 2018. Se refiere ahora a esa fotografía tan icónica, en la que un chaval ondea una melfa, un vestido con el que simula una vela de windsurf. “Porque ahora —explica— Marruecos vende las costas del Sáhara occidental como destino turístico de primer orden. Y ellos reivindican que también quieren hacer surf, pero no tienen mar para hacerlo”. E, inmediatamente después, se pone a cantar partes de un rap reivindicativo compuesto por los mismos jóvenes:

Soy saharaui y quiero jugar a fútbol

pero no tengo con qué jugar.

Soy saharaui y quiero aprender a nadar

pero no tengo forma de aprender.

Me gustaría jugar a fútbol

pero no tengo campo

porque Marruecos nos lo ha robado.

Me gustaría comer pescado

pero no puedo encontrarlo

porque me lo han robado.

“Son muy hospitalarios, todos invitan a tomar el té”

En la primera parte del proyecto de la Fundación Mundubat, los jóvenes comenzaron a formarse en derechos humanos y cultura de paz. Ya después, llegaron las clases de comunicación o pedagogía, dependiendo de lo que cada chico y cada chica deseasen. Fueron tres los centros que visitó Nuria y en los que pasó horas y horas tirando fotografías. “En el primer viaje que hice identificamos a chavales de los tres centros educativos. Catorce estudiantes y una formadora. La idea era ponerles cara y nombre. Ellos nos han servido de hilo conductor para contar cómo han sido las dos partes del proceso formativo de los chavales que van a los centros. Y así presentar el entorno donde viven, su día a día...”, relata. Recalca en todo momentos las facilidades que le han dado: “Son muy abiertos. Son muy hospitalarios, todos invitar a tomar el té, a comer...” Así, ha podido acompañarlos en sus vidas para después poder contarlas en imágenes.

Se dio cuenta durante el proceso de edición de que las diferencias entre los centros eran muy evidentes. “Me percaté de que había que contar la historia por centros, porque, aparte de que sus realidades son completamente diferentes, hasta la luz cambia”, relata. Aun con esa idea clara, no quiere esto decir que el proceso de selección fuese sencillo. “Hay mucho trabajo detrás. Estuve allí tres semanas, todo el día haciendo fotos... Hay una barbaridad y hay que descartar un montón de cosas. Hay que ir reduciendo, reduciendo, reduciendo hasta hacer una selección que cuente la historia, pero cuyas imágenes tengan también fuerza suficiente. Una narración que se entienda”.

Y es eso precisamente lo que consigue. Cualquiera que se pase por la Sala Araba del centro de exposiciones Fundación Vital hasta el 28 de julio (domingos y festivos: 12-14, 18-20:30 y resto de días: 18-20:30) se percatará de la fuerza que tienen estas fotografías. Las miradas, las ilusiones de una juventud, la saharaui, que ayudan a comprender una realidad dura, complicada. Ni lo han tenido ni lo tienen nada fácil, pero siguen luchando, cada día, por labrarse un futuro en el que hacer sus sueños realidad. “Nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas”, dice Nuria. Y ella ha aprovechado para contarlas.

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