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200 niños sin recursos recurren a sesiones de apoyo escolar gratuitas

Varios escolares participantes en un momento de ocio de las sesiones educativas.

Natalia González de Uriarte

Vitoria-Gasteiz —

Cerca de doscientos escolares han encontrado el refuerzo y motivación que les falta en su casa para sacar adelante el curso en las sesiones de apoyo gratuitas ofrecidas por Save The Children. Esa cifra recoge el número de usuarios solo del pasado 2013. Pero desde hace ya siete años las repiten en salas cedidas por el Ayuntamiento de Vitoria en el centro cívico Aldabe, enclavado en una zona de la ciudad con mucha población inmigrante, y desde hace tres en el centro de El Pilar. Decidieron ofertar este recurso educativo en el nuevo emplazamiento tras recibir una petición de los propios trabajadores sociales de la zona. “En esta ciudad no hay niños abandonados en la calle pero sí muchos que después del colegio pululan por ahí sin control de sus progenitores. Eso pasaba en el área del Casco Viejo o Coronación, entre la población de etnia gitana o inmigrante. Después se detectó el mismo fenómeno en el Pilar y se extendió allí este recurso educativo tras una demanda de los propios educadores de calle”, relata Eva Silván, delegada de Save The Children en Euskadi.

En el resto de los centro cívicos de la capital alavesa están activos los rincones de estudio pero este servicio municipal no incluye ni el informe social ni el seguimiento individualizado que sí se desarrolla por las educadoras de los conocidos como txokos de estudio de la entidad humanitaria. Los técnicos de Save The Children trabajan mano a mano en coordinación con los educadores de calle y los centro escolares.

Todos estos aspectos aportan un valor añadido a la actividad de la organización especializada en la infancia. La implicación de sus educadoras y la metodología de trabajo ha propiciado, además de una atención personalizada hacia los chicos, la creación de vínculos especiales entre ellos. “Son espacios en los que establecen relaciones menos rígidas que las que mantienen con sus profesores o los trabajadores sociales de base y esta atmósfera de cierta complicidad es clave a la hora de detectar casos de negligencia familiar. De hecho han sido varios los chavales derivados por las educadoras a otros recursos de atención social tras descubrir procesos de maltrato o desnutrición desapercibidos hasta entonces”, revela Silván. Con toda la información recogida en estas sesiones de apoyo escolar desarrolladas en varias ciudades españolas la organización especializada en la atención infantil elaboró el informe sobre pobreza y exclusión social en los niños.

Viejos alumnos se convierten en voluntarios

Viejos alumnos se convierten en voluntarios Esta intervención educativa se plantea, en principio, como algo temporal. Las educadoras, además de ayudarles a realizar los deberes, tratan de inculcar hábitos de estudio entre los participantes y consolidar estas rutinas de modo que las interioricen e incorporen en su vida diaria. Al mismo tiempo pretenden hacer partícipes a los padres en la educación de sus hijos para que se comprometan, ya en sus hogares, a afianzar las técnicas de estudios aprendidas por los pequeños. “Lo ideal es que asistan a los txokos y que finalmente dejen de necesitar este recurso porque sepan valerse por sí mismos. Algunos ya veteranos vienen, están un rato y después, por iniciativa propian se van a estudiar a la biblioteca. Eso es un gran paso”, explica una de las educadoras, Nerea Cambras.

La mayoría de estos usuarios vive duras realidades en su entorno que empañan cualquier sentimiento de esperanza o cambio. Se sienten atrapados en esa vida e incapaces de escapar. Necesitan una motivación especial y se la aportan los voluntarios que sufrieron problemas similares. Algunos de los que acompañan a las educadoras son viejos alumnos que actualmente tiene 16 ó 17 años. Su presencia en los txokos sirve de estímulo para los escolares. “Se ven reflejados porque comparten etnia y origen con estos voluntarios. El hecho de que hayan sacado adelante los estudios y se hayan convertido en personas responsables, comprometidas e integradas socialmente les da motivos para esforzarse”.

Los demandantes de este recurso van en aumento. Sus responsables perciben un incremento en el último año del número de niños autóctonos derivados de colegios concertados. “El 80% de los usuarios son inmigrantes, el resto son de origen nacional y van subiendo. Atendemos entre 25 y 30 niños por sesión que ya son habituales. Si la sala se llena, los últimos en llegar han de esperar a otro día a ser atendidos”, lamenta la educadora Nerea Cambras.

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