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Bastante humo, ¿cuánta madera?

Suso de Toro

Hace un par de meses estalló una verdadera revuelta en Gamonal, un barrio de Burgos, los vecinos movilizados consiguieron finalmente su propósito, paralizar la transformación de la principal calle en un bulevar que eliminaba las plazas de aparcamiento que utilizaba el vecindario. No sólo eso sino que la movilización desveló la corrupción reinante en el ayuntamiento, retrató el ático ilegal del alcalde y mostró quién era el empresario que movía los títeres, quién era el verdadero dueño de la ciudad.

Creo que nada de eso, ni la paralización de la obra ni el desnudamiento de las relaciones de poder y la corrupción en la ciudad, hubiera ocurrido si la movilización vecinal no hubiera contado desde el principio con la simpatía o, cuanto menos, la atención de los medios de comunicación. Con razón o sin ella, Gamonal fue interpretado inmediatamente como una muestra del descontento ciudadano por los costes de la crisis y una izquierda desorientada y ansiosa de referencias tomó esa lucha como un símbolo y un referente: Gamonal señalaba el camino de lucha.

Busco en la Red la composición del ayuntamiento de Burgos y veo que el PP tiene mayoría absoluta con 15 concejales, el PSOE tiene 8, UPyD 3 e IU 1. La expresión política de la ciudad parece ideológicamente muy conservadora y nada crítica con las políticas de la derecha, ¿cómo interpretar entonces una reacción vecinal tan contestataria? Sin duda aquellos vecinos defendieron lo que es suyo, lo público, y con ello combatían la especulación y el robo, o sea la “privatización”, pero personalmente fui escéptico, sigo siéndolo, sobre que su lucha marcase un camino y que fuese otra cosa que una reivindicación justa pero particular. No creo que sea algo más trascendente que eso porque ya vi entusiasmos y calenturas parecidas en otras ocasiones.

Para mí lo significativo es la curiosidad y el entusiasmo con que fue atendida esa contestación vecinal. La curiosidad vino de que la rebelión se dio precisamente en un feudo de la derecha, parecía denotar que el PP perdía el apoyo de sus bases, y, en cuanto al entusiasmo, creo que denota una frustración muy grande en una sociedad indignada pero encogida y escéptica acerca de que organizarse y movilizarse sirva para algo. Una sociedad que se mantiene meramente en el malhumor y las descargas verbales contra los políticos. Aunque, efectivamente, los vecinos de Gamonal se movieron por sus derechos y consiguieron lo que pretendían, demostraron que se podían parar políticas injustas. Ésa es una lección para quienes no creen en la acción política.

Es muy lógico, por otro lado, creer que no se pueden cambiar las cosas, pues la ideología del PP es tan antidemocrática que pervierte el sentido del voto y de la misma democracia, considera que un voto es un cheque en blanco, por ello es insensible a las movilizaciones sociales y de un modo consciente las criminaliza y las persigue. En lugar de escucharlas y dialogar. Es por ello que numerosas luchas sindicales y sociales que en este momento se dan en todo el estado tropiezan con un muro. Numerosas movilizaciones que se mantienen durante semanas y meses y que no consiguen despertar la curiosidad de los medios ante un fenómeno tan inesperado en una ciudad con un vecindario tan conservador ni tampoco el entusiasmo de personas críticas pero desanimadas.

En todo caso, es un error creer que una movilización conduce necesariamente a que las personas que participan en ella vayan a revisar automáticamente su ideología. Ni siquiera repercute en gran medida en el sentido del voto, en este caso de la derecha hacia la izquierda. En la acción política de la izquierda para cambiar la sociedad hay dos momentos, el momento de la movilización y el de la organización. Y quien tiene experiencia de movilización sabe totalmente, y con cierta amargura. La conciencia crítica pide cuestionar la ideología dominante en la sociedad y dentro de cada persona. Eso no quita para que en las próximas elecciones en un lugar donde hubo humo queden rescoldos y haya cierto desplazamiento de votos hacia los partidos que apoyaron las movilizaciones.

Las organizaciones existentes que pretenden combatir la injusticia social tienen que revisar su funcionamiento interno y en que se transformaron durante estas décadas, las que nazcan nuevas deben aprender de la experiencia anterior para evitar los mismos errores, pero viejas o nuevas tiene que haber organizaciones. Porque muchos nos enfadamos, nos calentamos y salimos a la calle un día pero para sostener las reivindicaciones concretas y también los planes de cambio son imprescindibles las organizaciones que continúan, aunque sea en frío, con nuestras demandas. Las movilizaciones sin horizonte son humo efímero, necesitan la madera de las organizaciones. Y aún así es necesaria una cierta ceguera enconada y voluntaria a la que aferrarse para insistir.

Por cierto que hay un poema de Bertolt Bretch que resume de un modo bastante preciso todo lo que he querido argumentar extendiéndome tanto, “Hay hombres que luchan un día y son buenos...”. Pongan donde dice “hombres” “personas” y nos sirve perfectamente.

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