La calle desbordada
Estamos viviendo momentos de claroscuros donde el pasado muestra toda su debilidad aunque aún conserve cierto poder para impedir la aparición de un mundo nuevo. El Régimen del 78 llega a su fin pero antes de caer derrumbado, se defiende a su manera que es la manera nacional–católica, o sea, dando muestras de su herida, semejante a una brecha abierta en la superficie del mapa.
Lo que hasta ahora venía siendo un sordo roce entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo facha, se ha convertido en escocedura; lo más parecido a una abrasión sin remedio en la que los partidos dinásticos –que no son otra cosa que oficinas de negocios para beneficio privado– han tenido que poner su cartel en la puerta de Cerrado por defunción. No es metáfora pues no hay término imaginario en el marco de luto de una esquela que define los límites del escenario donde va a fenecer un régimen de herencia franquista: el Régimen del 78.
Algo parecido profetizaba el otro día el ciberactivista Julian Assange con su tuit, en el que nos decía lo que puede pasar si las fuerzas de represión directas toman Cataluña. Los nacionalistas fachas se le echaron encima de inmediato, dando muestras de la cortedad de entendederas que manejan en momentos de apuro sin reparar en que lo que Assange nos venía a decir, es resultado de algo tan razonable como la “Ley de Acción Recíproca”. Una ley dialéctica que cuando se cumple en la calle, lo hace favoreciendo a las fuerzas oscuras que promueven y alimentan la explosión popular.
La llegada de efectivos especiales para la represión, camuflados en cruceros al estilo de aquellos de Vacaciones en el mar, pero en plan chungo, son la muestra de un asedio. Con estas cosas, la independencia de Cataluña se acelera a la vez que el régimen del 78 da muestras de estar herido de muerte. Hasta ahora, el resto del mundo miraba a Cataluña con la disposición de indiferencia de los que sólo consiguen ver justificaciones aparentes en su procés. Ahora, con el asedio de las fuerzas de represión directa, las redadas y las detenciones, el resto del mundo está viendo la justificación real de independencia de un pueblo encendido con llamaradas de rabia. Un pueblo que escupe gargajos sobre los principios sagrados de un régimen que, si todavía se mantiene en pie, es gracias a la manipulación de sus mentiras.